A estas alturas, quien más quien menos, tiene claro que una dieta completa, sana y equilibrada debe incluir todos los nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento del organismo. Entre los micronutrientes (vitaminas y minerales) uno de los más conocidos es la vitamina D. La mayoría de las personas relacionan esta vitamina con el estado de nuestros huesos, y no les falta razón, ya que una de sus funciones principales es la de ayudar al organismo a absorber el calcio, mineral fundamental para mantener unos huesos fuertes.
Ahora bien, la vitamina D no solo es fundamental para la salud ósea, ya que esta vitamina tiene la peculiaridad de que se comporta con una hormona y, como tal, actúa como un mensajero poniendo en marcha complejos procesos en el cuerpo.
la mayoría vamos escasos
La falta de vitamina D afecta a la salud y aumenta el riesgo de determinadas enfermedades. El problema es que estamos ante una de las carencias nutricionales más extendidas entre la población, especialmente en España, donde se estima que más del 60% de la población de entre 45 y 68 años no alcanza los niveles adecuados.
De modo que, controlar los niveles mediante analíticas y estar atento a la aparición de los primeros síntomas es clave para detectar a tiempo su carencia y ponerle remedio.
¿Qué le pasa al organismo si le falta Vitamina D?
Cuando no alcanzamos los niveles mínimo de vitamina de D, aumenta el riesgo de sufrir determinadas enfermedades:
- Osteoporosis.
- Obesidad.
- Hipertensión.
- Tumores de colon, mama o próstata.
- Trastornos autoinmunes como la esclerosis múltiple.
- Demencia y alzhéimer.
- Enfermedades renales.
- Mayores niveles de estrés porque interviene en su regulación.
- Más infecciones ya que activa el sistema inmunológico.
- Depresión.
¿Cómo sé que me falta?
Con un análisis de sangre tu médico te dirá si realmente te falta esta vitamina tan importante. Ahora bien, estas pistas te sirven como aviso.
- Bajo ánimo. La serotonina –neurotransmisor del cerebro que se asocia con el estado de ánimo– aumenta con la exposición al sol. Algunos estudios relacionan la falta de exposición solar con más probabilidades de padecer depresión.
- Sobrepeso. Como es soluble en grasa, la vitamina D se almacena con más facilidad en los tejidos grasos. En las personas obesas esto impide que sea procesada adecuadamente.
- Fatiga y dolor de huesos. El Dr. Michael F. Holick, investigador de la Universidad de Boston (EE UU), asegura que la fatiga y el dolor de huesos pueden esconder una deficiencia de esta vitamina.
- Sudor de la cabeza. Este mismo doctor alerta de que el sudor excesivo de cabeza es uno de los signos iniciales y más clásicos de esta carencia.
- Piel oscura. La piel más oscura necesita 10 veces más exposición al sol para producir la misma cantidad de vitamina D que una persona de piel clara por lo que puedes ser más propensa a sufrir déficit.
deja que te dé el sol
La forma de obtener los nutrientes, incluidas las vitaminas, es a través de los alimentos, excepto en el caso de la vitamina D. Y es que, solo un 10% se obtiene mediante la dieta. Entonces, ¿cómo conseguimos el 90% restante? El resto la produce nuestro cuerpo a través de un complejo proceso que comienza en la piel, con la incidencia de la luz solar.
Sin embargo, y por extraño que parezca, en España, a pesar de vivir en uno de los países más soleados del planeta, el 50% de sus habitantes sufre una carencia de esta vitamina.
La razón de que la deficiencia esté tan extendida es que nos hemos habituado a vivir la mayor parte del día en espacios interiores, debido a las largas jornadas laborales en oficinas, despachos, tiendas... y porque buscamos ambientes de temperatura idónea, frescos en verano y calientes en los meses fríos.
Además, al hacernos mayores (a partir de los 50 años, aproximadamente), la piel pierde capacidad para producir vitamina D, y los riñones, que la transforman para que sea aprovechada, también trabajan con menos agilidad.
Otra de las razones de su carencia es que nos aplicamos cremas para protegernos del sol que impiden la síntesis de esta vitamina. La Comisión Europea recomienda que el sol incida en nuestra piel al menos 15 minutos al día (exponiendo la cara y manos o brazos es suficiente).
Durante el invierno, si puedes, sal a caminar por la mañana o al mediodía o aprovecha los descansos en el trabajo para salir fuera y que te dé un poco de sol. Los fines de semana, sal a la naturaleza y aumenta tu dosis de esta importante vitamina.
Por otro lado, algunos estudios apuntan que la exposición a algunos tóxicos podría actuar como disruptor endocrino e interferir en las funciones de esta vitahormona.