La investigación en cardiología es una de las ramas de la medicina más avanzadas. Prácticamente hay tratamiento para todo tipo de dolencias. Sin embargo, no se había conseguido mejorar y acelerar la regeneración de las células del corazón.
Cuando el corazón está dañado, por ejemplo tras sufrir un infarto, o cuando envejece, pierde fuerza. Se produce una insuficiencia cardiaca. El corazón es un músculo. Ese músculo, que se contrae y bombea la sangre, ya no bombea bien. Al no poderse regenerar, la solución era ayudarle con una bomba cardiaca de apoyo o, en casos graves, con un trasplante de corazón.
Unos científicos del Instituto Karolinska, en Suecia, han comprobado que el corazón tiene más capacidad de regenerarse de lo que pensaban y, por tanto, de repararse a sí mismo.
Por qué no se regenera el corazón
“La insuficiencia cardiaca es la epidemia de nuestro tiempo por lo que se refiere a enfermedades del corazón”, nos ha explicado el cardiólogo Josep Brugada, consultor senior del Hospital Clínic de Barcelona. La razón es que vivimos más y los especialistas ven cada vez con más frecuencia corazones envejecidos.
El corazón, como cualquier otro músculo, no tiene la misma capacidad a los treinta años que a los setenta. La diferencia es que se puede tener buena calidad de vida aunque los bíceps no respondan igual. Con el corazón no. Nos cansamos más, nos ahogamos, porque la sangre no lleva el oxígeno con igual eficacia a las células.
Las células musculares del corazón se llaman miocitos y se renuevan mucho menos que en otras partes del cuerpo. Eso se debe a que son muy especializadas. Además tienen un ciclo celular distinto: en lugar de duplicarse, estas células tienen otras células madre satélite que las ayudan a repararse. Una reparación limitada.
La primera solución ante una insuficiencia es dar medicamentos. Unos que flexibilicen los vasos sanguíneos (para que pongan menos resistencia) y otros diuréticos (para controlar que no haya mucho líquido en la sangre y cueste todavía más de bombear).
Otra opción es poner una bomba externa. “Es un modelo sofisticado de marcapasos que estimula las distintas cavidades del corazón para que se organice de manera sincrónica y para que trabajen coordinadamente”, explicaba el doctor Brugada.
Podemos estimular la reparación
Lo que han descubierto los investigadores suecos es que en estos corazones dañados, con una insuficiencia cardiaca grave, esta capacidad de renovación celular es incluso peor que en un corazón sano.
Por tanto, no solo no tiene fuerza para bombear bien la sangre, sino que las células tampoco tiene esa mínima capacidad para regenerarse. Con lo cual el problema se agrava.
Sorprendentemente, cuando se implantaba ese dispositivo de ayuda, esa bomba externa, no solo mejoraba la capacidad de empuje del corazón, también mejoraba el número de miocitos regenerados.
“Los resultados sugieren que podría haber un llave oculta que activa el mecanismo de autorreparación del corazón”, ha explicado el doctor Olaf Bergmann, uno de los autores del estudio.
Con el marcapasos se consigue que las células se regeneren hasta seis veces más de lo que lo hacen en un corazón sano.
Cómo se produce esa regeneración
El gran misterio que plantea el estudio es el porqué de este impulso regenerativo. Los especialistas no se lo explican. “A día de hoy no lo sabemos, vamos a estudiar el proceso a nivel celular y molecular”, admite el doctor Bergmann.
Sea cual sea el motivo, este hallazgo abre la puerta a que se desarrollen nuevas terapias. Podría suponer una opción sobre todo para aquellos pacientes cuya única solución es el trasplante de corazón.
“Da una nueva esperanza de recuperación a personas que han sufrido un infarto, tienen el corazón muy dañado, y ven ahora una forma de activar la recuperación”, añade el investigador.
Para calcular qué células del corazón son nuevas los investigadores recurrieron a un método que hace tiempo propuso otro científico del instituto, Jonas Frisen. Se basa en que toda la atmósfera estaba impregnada de carbono radiactivo por culpa de los test atómicos que se hicieron durante la Guerra Fría. Ese carbono impregnó nuestras células.
Como en 1963 se prohibieron las pruebas nucleares, se redujo significativamente la presencia de carbono radiactivo y las nuevas células ya no tienen. De esta forma se puede comparar y datar de qué época son las células de una persona de setenta años, por ejemplo.