Debo admitirles que mi concepción sobre el cuidado de la Salud –desde el punto de vista médico– no es ahora la misma que tiempo atrás. Hace diez años, y después de tratar a un número incontable de pacientes, mi mente cambió porque llegué a una conclusión: sabíamos bastante de la enfermedad cardiovascular pero muy poco de su prevención.
Prevenir es fundamental, y no le estábamos dando la importancia que merecía ni ayudando del todo como queríamos a la gente. Desde entonces, he dirigido gran parte de mis esfuerzos a encontrar la manera de evitar este tipo de alteraciones que pueden trastocarnos tanto la vida. Y he animado a los investigadores que trabajan conmigo en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) a trabajar también en el campo de la prevención.
El corazón puede dañarse mucho antes de lo que se cree
Desde hace diez años trato de entender qué sucede en el cuerpo antes de que el corazón entre en una fase cardiovascular crítica y enferme. Uno de mis grandes objetivos es detectar muy pronto –si no llegamos a tiempo de evitar que la arteria comience a enfermar– un infarto o un ictus, incluso cuando aún no han dado ninguna señal clara ni han aparecido “las huellas” que deja en el organismo.
Si hacemos algo entonces, en una fase tan precoz, logramos mucho más que tratando unas arterias ya dañadas. Esa es la gran apuesta del CNIC: transformar por completo la prevención cardiovascular detectando pronto la aterosclerosis, la enfermedad de las arterias.
- Todo puede comenzar en las piernas y antes de los 40. Ahora sabemos que esa enfermedad, ese taponamiento e inflamación arterial, comienza mucho antes de lo que se pensaba. En el 75 % de las personas que hemos estudiado se inicia –en etapas jóvenes, entre los 20 y los 60 años– en las piernas (en la región iliofemoral, a la altura de la ingle) y de manera silenciosa. Son las arterias de esas extremidades las primeras que van alterándose por la acumulación de la placa de ateroma (formada por grasas, sobre todo colesterol).
- No hay síntomas… hasta que queda afectado el corazón. Los conductos venosos de las piernas son más grandes que las arterias que bañan el corazón, por eso la sangre sigue más o menos circulando bien aunque haya algún grado de aterosclerosis. Sin embargo, cuando esa acumulación de grasas, de lípidos, y la inflamación llegan a los vasos que conectan directamente con el corazón es cuando comienza a manifestarse, ya no es una enfermedad silenciosa. Pero entonces ya puede ser tarde.
Medicina moderna…¡y autocuidado!
Hoy en día disponemos de modernísimas técnicas que nos ayudan a detectar pronto la situación que acabo de mencionar (incluso una ecografía de las piernas podría ayudarnos a detectar esa afectación de las arterias de las piernas), pero estoy convencido de que el futuro de la Cardiología no solo depende de los avances científicos en los laboratorios, sino también de la actitud activa de las personas.
Cada uno tiene que marcarse la salud como su prioridad. Por desgracia, es algo que estamos volviendo a perder. Parecía que con la pandemia de COVID recuperábamos la intención de cuidarnos, de seguir un estilo de vida saludable (con ejercicio regular pero moderado, una buena alimentación sin ultraprocesados y sin exceso de sal, unos 15 minutos diarios de desconexión y de relax…), pero de nuevo vemos que la salud está dejando de ser una prioridad. En la era del consumismo, de las prisas y las gratificaciones inmediatas, solo nos cuidamos cuando estamos enfermos. Sin embargo, lo que de verdad da calidad de vida, hoy y también mañana, es cuidarse en ausencia de enfermedad.
Esa mentalidad de prevención puede salvar vidas. Y uno tiene que ponerla en práctica sobre todo si en su vida se dan los factores de riesgo que más pueden acercarlo a sufrir un evento cardiovascular. Me gusta clasificarlos en tres grupos distintos.
- Hay dos factores de riesgo que son de tipo mecánico: la obesidad y la presión arterial elevada.
- Hay otros dos factores que son de tipo químico, la diabetes (cómo funciona el páncreas) y el colesterol elevado.
- Y finalmente hay tres factores de riesgo que tienen que ver con nuestro comportamiento diario y los hábitos que seguimos. En este último apartado incluyo el tabaco, el sedentarismo y seguir una alimentación pobre en vitaminas y minerales.
Comprueba cuántos factores acumulas en tu vida. Sería muy conveniente que cada uno de nosotros se parara de vez en cuando a pensar y analizar cuántos de esos factores están presentes en su vida. Que coincidan varios puede significar que la enfermedad aterosclerótica ya ha comenzado, que las arterias están notando su efecto, aunque ni siquiera lo sospechemos. La acumulación de colesterol en las arterias puede iniciarse incluso sin tener niveles altos, basta con tener diabetes e hipertensión para que ocurra.
Cuidar el corazón es cuidar el cerebro
Quienes nos dedicamos a la investigación o a la Medicina tenemos que saber animar a nuestros pacientes en particular y a toda la población en general para que hagan esa reflexión que acabo de mencionar y que modifiquen, si es preciso, sus hábitos. Y no hacerlo solo puntualmente, sino a lo largo de la vida.
De todos modos, siempre es más efectivo cambiar el estilo de vida en compañía que hacerlo en solitario. Hemos comprobado que más o menos a los dos años de adoptar hábitos saludables, el interés decae y se abandonan, algo que no sucede tanto si lo hacemos con amigos o familiares.
Podemos ir por delante de la enfermedad porque la aterosclerosis (el taponamiento e inflamación de las arterias) necesita décadas para desarrollarse, aunque es verdad que en algunos casos progresa rápidamente en solo 4 o 5 años. Pero ese tiempo nos da una ventaja y una oportunidad increíbles para prevenir eventos como el infarto agudo de miocardio, el ictus e incluso el alzhéimer porque todas estas enfermedades comparten los mismos factores de riesgo.
La enfermedad vascular también provoca alzhéimer. Entre el corazón y el cerebro hay mucha más conexión de lo que algunas personas consideran. Lo que le afecta al primero afecta también al segundo.
Una vez que la carótida, la vena que va del cuello al cerebro, queda afectada por la aterosclerosis, se produce enfermedad microvascular (de los vasos pequeños) y el flujo al cerebro disminuye. Y no solo eso, también disminuye el aporte de glucosa al cerebro, que es su principal alimento. Lo hemos visto a través de imágenes con resonancia magnética en personas de entre 60 y 100 años. La consecuencia de todo ello es que se produce un deterioro cognitivo.
Es decir, los factores de riesgo que dañan arterias grandes que van al corazón logran alterar también las arterias pequeñas que irrigan el cerebro, pudiendo acelerar o adelantar la enfermedad de Alzheimer. Es, sin duda, un motivo importante más para seguir un estilo de vida que cuide nuestro cuerpo de forma integral.
Si hay daño en las arterias, se envejece antes
Otro de los estudios que hemos llevado a cabo en el CNIC ha descubierto un efecto más, inesperado y sorprendente, de la enfermedad de las arterias.
- Si ya existe algún grado de aterosclerosis, se produce una inflamación en todo el cuerpo. Es una inflamación sistémica de bajo grado, pero persistente. Y ese proceso inflamatorio generalizado, que quizá no percibimos a simple vista, acelera nuestro envejecimiento epigenético, incluso en personas de menos de 50 años y aparentemente sanas.
- La edad epigenética es la que tienen nuestras células, órganos y tejidos, y no la que determina nuestra fecha de nacimiento. En la investigación averiguamos que la aterosclerosis envejece las células y tejidos del cuerpo antes de tiempo y lo hace a una velocidad mayor de lo que sería esperable.
- La buena noticia es que se puede revertir y mejorar. Si se vuelven a adoptar buenos hábitos de vida (la persona comienza a llevar una vida más activa, se alimenta mejor, evita acumular periodos de intenso estrés y controla su azúcar, su colesterol y su tensión), ese envejecimiento puede volver a ser más lento y puede volver a tener una buena esperanza de vida.
Diagnósticos propios el futuro
Utilizamos una técnica diagnóstica llamada Imagenómica. Combina estudios de imagen y genética con inteligencia artificial y nos permite detectar una arteria que comienza a obstruirse cuando aún no hay ni un solo síntoma que lo evidencie.
Y el futuro nos traerá fármacos personalizados que cambiarán radicalmente la manera de tratar a la persona que ha sufrido un evento cardiovascular: lo que lograrán será potenciar las defensas naturales de esa persona para que se recupere.