En los últimos meses se están acumulando estudios que nos alertan de la presencia de microplásticos en muchos de los alimentos que ingerimos. Son estudios que ratifican o aportan nuevos datos y todos en la misma dirección: una gran mayoría de la población acumula estos residuos plásticos y no es una buena noticia. Hay diversas investigaciones que apuntan a los daños en el organismo que pueden provocar estos micropláticos, ya que se están encontrando en muchos órganos y fluidos del cuerpo. Ahora unos investigadores italianos han demostrado científicamente el peligro real que suponen.
Los microplásticos aumentan el riesgo cardiovascular
El estudio que acaban de publicar médicos de la Universidad de Campania Luigi Vanvitelli (en Nápoles) señala que los microplásticos pueden alcanzar el torrente sanguíneo y aumentar el riesgo de ictus o ataques de corazón.
En concreto, establecen que las personas con microplásticos tienen casi cinco veces más posibilidades de padecer un problema cardiovascular.
Lo han comprobado a partir del seguimiento de 257 pacientes que supervisaban porque ya tenían problemas de colesterol y riesgo de taponamiento de las arterias.
Como bien sabes, las arterias se bloquean por unas placas formadas por el colesterol que se acumula, llamadas placas de ateroma. Los investigadores querían saber si los microplásticos influían a que estas placas taponaran los vasos sanguíneos y la respuesta rotunda es que sí.
De los 257 pacientes que estudiaban, en un 58% encontraron restos de plásticos en su sangre. Después se siguió su evolución en los tres años siguientes:
- Del grupo que tenían plásticos fueron un 20% los que tuvieron o un ictus o un infarto en ese tiempo.
- Del grupo a los que no se les encontraron micropláticos en la sangre, solo el 7,5% tuvo un accidente cardivascular.
Cómo nos afectan los microplásticos
Las placas de ateroma se forman por el colesterol (la bolitas de grasa), no por la acumulación de plásticos. Los médicos que han llevado a cabo esta investigación consideran que el papel de los microplásticos es más sutil.
Lo que vieron es que las personas con microplásticos también tenían en las arterias más moléculas inflamatorias. Estas molésculas favocecen que las células se inflamen como una reacción defensiva frente a los cuerpos extraños o que directamente se autodestruyan.
Todo lo cual crea una situación favorable para que haya más riesgo de que las placas formen un tapón en los vasos sanguíneos y provoquen un infarto (si es en las que van al corazón) o un ictus (si riegan el cerebro).
“A medida que las partículas de plástico son más pequeñas es más fácil que se absorban por el organismo”, apuntaba el doctor Raffaele Marfella, primer firmante del artículo.
Cómo entra el plástico en el organismo
¿Puede ser que no fueran los plásticos los culpables de este aumento de infartos e ictus? Los médicos no lo creen puesto que en los dos grupos los otros factores, como la obesidad, el tabaquismo o la tensión arterial, eran similares.
Lo que los diferenciaba era que unos tenían microplásticos detectables y otros no. ¿Y cómo se contaminan? Ese es otro debate abierto. Las partículas de plástico que entran en el organismo son nanopartículas. Tienen el tamaño de menos de una milésima de milímetro: una micra.
Diversos análisis ya los han encontrado en numerosas partes de nuestro cuerpo: además de la sangre, en el hígado, los pulmones, en la orina e incluso en la leche materna. Estamos invadidos.
La manera de entrar en el organismo puede ser con los alimentos que calentamos en envases de plástico. E incluso sin necesidad de calentarlos. Se ha constatado que ya hay transferencia solo por beber en botellas de plástico o llevar los alimentos en plásticos desechables.
También está en los pescados y carnes que comemos. Incluso puede inhalarse, puesto que también se detectan microplásticos en la atmósfera. En los pacientes del estudio se detectaron sobre todo dos tipos de plástico muy comunes: polietileno (PE) y PVC.
Qué podemos para frenar los microplásticos
Desde 2005 la invasión de microplásticos no tiene precedentes. Se han encontrado en el aire de lugares tan remotos del planeta como los polos. Es casi imposible que no entremos en contacto con ellos.
Sin embargo, la cantidad importa. A mayor presencia en el cuerpo más riesgo. Por tanto no hay que desesperarse e intentar tener el menor contacto posible.
“El precio bajo de los plásticos y la comodidad son engañosos”, apuntaba un artículo en la revista New England Journal of Medecine que acompañaba a este último estudio científico. “Hay que animar a reducir el uso de plásticos”.
Si no reducimos su uso, el precio final para nosotros y el planeta puede ser muy caro, quizá tan alto que nos cueste la vida.