Uno de los grandes consejos de las abuelas es que hay que escuchar a nuestro cuerpo, porque es sabio. Y nuestro cuerpo nos pide dormir más cada vez que estamos enfermos. ¿Por qué lo hace?
Lo que las abuelas ya intuían la ciencia lo ha explicado después: el cuerpo utiliza las horas de sueño no solo para descansar, sino para repararse y regenerarse. Eso justifica que durmamos más cuando afrontamos una infección. Cuando el daño lo ha sufrido nuestro corazón, por culpa de un infarto, se ha de aplicar la misma regla.
Es lo que han confirmado investigadores del Hospital Mount Sinai de Nueva York. El papel del sueño es fundamental para reparar el corazón infartado y reducir el riesgo de sufrir otro ataque.
El sueño es una gran medicina
En el estudio que acaban de publicar, los autores han podido comprobar que las personas que han sufrido un infarto y no duermen bien en las cuatro semanas siguientes tienen el doble de riesgo de sufrir un segundo infarto. Los pacientes que sí tienen una buena higiene del sueño estaban más protegidos.
Este primer hallazgo les llevó a plantearse cómo influye el sueño y por qué se duerme más. Estudiaron los cerebro de pacientes uno o dos días después del ataque cardiaco. “Descubrimos nuevas formas en que el corazón y el cerebro se comunican para regular el sueño”, ha explicado el doctor Cameron McAlpine, director del estudio.
El corazón le envía señales mediante unas células transmisoras, los monocitos. Estos monocitos llegan al centro del cerebro y consiguen que se triplique el tiempo dedicado al sueño profundo, el más reparador.
“Nuestro estudio apoya la inclusión del sueño como parte de la atención clínica de los pacientes después de un ataque cardíaco. Los médicos deben informar a sus pacientes que prioricen el sueño para ayudar al corazón a sanar y recuperarse”, enfatiza el doctor McAlpine.
Qué hace el sueño en el corazón
El ataque cardiaco se produce cuando las placas de colesterol se acumulan y obstruyen el paso de la sangre a través de los vasos que riegan directamente al corazón. Esa zona del corazón se queda sin oxígeno y las células se mueren. El daño del ataque dependerá de qué porción del tejido del corazón se ha quedado sin sangre.
Una de las primeras cosas que consigue el sueño es ayudar a reducir el estrés del corazón, la inflamación que se ha producido por el infarto y acelerar la renovación celular.
Lo que ya se sabía, por estudios previos, es justamente lo perjudicial que es no dormir suficiente. Dormir menos de siete u ocho horas eleva la tensión arterial, inflama el organismo y desregula los niveles de glucosa en la sangre.
Todo estos factores que aumentan el riesgo de obesidad, diabetes y de enfermedades cardiovasculares. En suma, crece el riesgo de infarto.
Cómo se halló el mecanismo de sueño
Para sus conclusiones, los investigadores del Mount Sinai se basaron en experimentos previos con ratones. Les pusieron dispositivos para analizar sus cerebros y los patrones de sueño. Así fue como vieron que a los ratones que les provocaron un ataque cardiaco les aumentaba hasta tres veces el sueño de ondas cortas (el sueño profundo).
Al estudiar sus cerebro, en comparación con ratones sanos, detectaron la presencia mucho mayor de esas las células monocitos. Esas células, que forman parte del sistema inmune, se instalaban en el tálamo, una zona central del cerebro que se relaciona con el control del sueño.
Cuando a algunos de esos ratones se les despertaba y no se les dejaba dormir suficiente, su pronóstico tras el infarto era peor y tardaban más en recuperarse.
Los investigadores tenían ya una posible explicación de qué hacía que aumentara el sueño. Miraron si también las personas que acaban de sufrir un infarto tenían mayor presencia de monocitos en la sangre y, efectivamente, así era. La lógica hace pensar que el mecanismo fisiológico es el mismo.
La importancia de dormir bien
Dormir bien es fundamental no solo para curarnos antes y mejor tras tener un infarto. Es igualmente fundamental para evitar tener el primero y cualquier otro riesgo cardiovascular, como un ictus o un derrame cerebral.
El sueño también nos ayuda a proteger el cerebro. Es durante el sueño cuando se limpia nuestro órgano más importante de todos los desechos de las millones de conexiones químicas que se producen entre las células.
Esa limpieza se ha asociado con un menor riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer y el parkinson.
Además, el sueño nos ayuda a organizar y consolidar los recuerdos. Si parte de lo que somos, nuestra personalidad, se basa en nuestros recuerdos, es fundamental cuidarlos. Tanto como cuidamos el corazón.