María Blasco, científica del CNIO: "En la Naturaleza no existe el envejecimiento. Nuestro propio cuerpo nos protege de él"

María Blasco nos explica que el envejecimiento y enfermedades como el alzhéimer, el párkinson, la fibrosis pulmonar o la diabetes tienen un origen común y que, avanzando en el primero, se logrará curar las segundas.

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Envejecimiento

Muchos de nuestros genes tienen la función de protegernos del paso del tiempo. 

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El envejecimiento no está programado por la evolución. Es decir, no tenemos genes killer (asesinos) que, cuando se activan, resulten en envejecimiento y muerte. En la Naturaleza, los animales no mueren de viejos, sino que mueren por el ataque de otros animales. 

En cambio, sí tenemos genes que nos protegen del envejecimiento, por ejemplo los que reparan errores en el material genético (el ADN). Y hay una sustancia o enzima, la telomerasa, que alarga los telómeros manteniendo protegido el material genético. Nuestros estudios se centran especialmente en esta enzima.

Más vida, más salud y menos enfermedades

Es cierto que la actividad de esos genes y sustancias “buenas” decae con los años porque se ajusta al tiempo que un organismo puede vivir en un ambiente determinado. Pero no perdamos de vista que la Naturaleza ha concedido a las especies el doble de telómeros de los que necesitan según el tiempo que sobreviven en su medio antes de morir por depredadores, de hambre o accidentalmente.

Por otro lado, que nuestras células envejezcan es el origen de muchas enfermedades degenerativas, incluido el cáncer o el alzhéimer, que van aumentando conforme cumplimos años. Solo si entendemos cómo y por qué se produce el envejecimientoa nivel molecular podremos prevenir, diagnosticar a tiempo y curar esas y otras enfermedades ligadas a él. Por ahora, no se ha conseguido curar ninguna de ellas debido a que aún no se ha usado el conocimiento que vamos teniendo de por qué envejecemos.

Cuando hayamos indagado más en ese proceso, y sepamos más detalles de cómo envejecen nuestras células, habremos dado pasos importantes para prevenir y controlar muchos de esos trastornos “de la edad”. 

Telómeros, hábitos y envejecimiento sano

Como apunté antes, los telómeros son estructuras (popularmente se les denomina “capuchones”) que protegen nuestros cromosomas.

  • Previenen o evitan que ese material genético se degrade y que se produzcan lo que llamamos aberraciones cromosómicas. Desafortunadamente se van acortando conforme nuestras células se tienen que multiplicar para reparar daños en los tejidos y en el organismo: en cada división celular, el telómero se acorta.
  • Ese acortamiento se debe a que el proceso de copia del material genético de las células madre a las células hijas es imperfecto: justamente no se copia por completo esa parte del final del cromosoma. Por consiguiente, conforme vivimos los telómeros van siendo cada vez un poco más cortos.
  • Los hábitos dañinos, como el tabaco o la exposición a tóxicos, también provoca que se acorten. Y lo mismo puede ocurrir con las infecciones repetidas o con un estrés mantenido; incluso con lesiones traumáticas en el organismo.
  • La buena noticia es que la enzima telomerasa, que mencionaba antes,es capaz de realargar los telómeros. Está presente al inicio del desarrollo embrionario para resetear los telómeros de ese nuevo individuo de tal modo que tenga una vida larga. Una vez que se produce el nacimiento, la telomerasa se silencia y los telómeros se empiezan a acortar. En mi grupo hemos demostrado que si se activa la telomerasa en ratones adultos, conseguimos realargar sus telómeros y aumentar la vida media y máxima, retrasando –e incluso curando– muchas patologías del envejecimiento.
  • ¿Investigaciones como esas nos permitirán llegar a los 120 años?Posiblemente. Al parecer, esos 120 años es nuestro límite biológico; es la edad a la que llegan las personas más longevas y lo que se llama “vida máxima”. Sin embargo, si se aplicaran algunos de los conocimientos que hemos adquirido sobre por qué envejecemos –y que ya han conseguido aumentar la vida máxima en otras especies (por ejemplo, si alargáramos nuestros telómeros)–, es muy probable que viviésemos durante más tiempo y en buen estado de salud. En ratones vimos que alargar los telómeros con una terapia génica con telomerasa aumentaba la longevidad un 24%. En humanos esa misma terapia también podría funcionar, pero aún no sabemos cuánto alargaría nuestra vida.

Seres vivos (casi) inmortales

Es el caso del tiburón de Groenlandia. Hace poco se ha descubierto que este vertebrado puede llegar a vivir más de 400 años. Y se cree que lo consigue porque tiene niveles más altos de una proteína –la p53– que va eliminando las células que se dañan.

Algunas ballenas también logran vivir mucho porque tienen aumentados unos genes que protegen los telómeros. Y la hidra –una especie de medusa– es inmortal y regenera cualquier parte dañada porque tiene niveles altos de telomerasa.