El membrillo comparte familia con otras frutas más populares como la manzana, la pera o el albaricoque. Pero, a diferencia de ellas, comerlo en crudo no es nada agradable porque su pulpa es muy áspera.
Una sensación que cambia radicalmente cuando lo cocinamos: el membrillo cocido es carnoso, muy suave y aromático.
Lo más habitual es preparar dulce de membrillo (cociendo la fruta con agua y azúcar y triturándolo después). Pero, tanto si lo utilizas así preparado como base, o lo cocinas directamente, puedes añadir este ingrediente a un gran número de recetas, tanto dulces como saladas.
Hazlo y te beneficiarás de sus propiedades saludables. Los estudios científicos sugieren que los compuestos antioxidantes presentes en el membrillo, como los flavonoides y los polifenoles, pueden tener efectos positivos en la salud cardiovascular. Sus taninos, de efecto antiinflamatorio y astringente, cuidan la flora intestinal. Y su pectina facilita las digestiones. Además, es rico en potasio y bajo en sodio, lo que lo hace un alimento diurético.
Cómo elegir el membrillo y conservarlo
Cuando vayas a comprarlo, fíjate bien en su pulpa: elige los de color amarillo, sin magulladuras ni manchas (que indican que están demasiado maduros).
Si están un poco verdes, déjalos en un lugar fresco y seco, a temperatura ambiente, para que acaben de madurar.
Si ya están maduros y no vas a usarlos en unos días, guárdalos en la nevera envueltos en papel.