Tener una existencia plena y feliz. Eso es lo que deseamos todos. Y, aunque es un sentimiento que nace de dentro, muchos suelen supeditarlo a tener suerte. Es cierto que la suerte puede ocurrir en cualquier momento y lugar, pero también lo es que aunque las grandes oportunidades anden cerca, que nos busquen, hay que salir a su encuentro. De lo contrario, corremos el riesgo de que pasen de largo.
Preparar el terreno
Antes de entrar en el tema de la suerte, te invito a hacer una serie de reflexiones que creo que son muy necesarias.
- Pregúntate qué implica para ti tener suerte. ¿Te consideras alguien que la tiene? ¿Qué te impide sentirte así? ¿Con frecuencia te comparas con personas que conoces y siempre sales perdiendo? ¿Qué le pides tú a la vida? Cuando nos hacemos este tipo de preguntas obtenemos respuestas de gran significado que nos dan una información clara sobre cómo está nuestro estado de ánimo, nuestra autoestima. Y es que infinidad de veces ocurre que creerse desafortunado va ligado a un bajón anímico. Pero cuando ponemos las cosas en su sitio y repasamos nuestra escala de valores, casi siempre nos damos cuenta de que la vida que vivimos no es tan mala, tan caótica ni vacía como pensamos.
- ¿Tus mayores satisfacciones suelen estar ligadas a algo material? Hoy en día hay una necesidad constante de experimentar sensaciones nuevas cada vez más intensas y más continuas para activar nuestros circuitos de motivación. Al comprar, al comer, al beber alcohol, al tener sexo… Yo lo llamo la drogodependencia emocional. En parte se explica por la sociedad actual y la rapidez con que sucede todo hoy en día. Quizá te veas reflejada en este ejemplo: nos compramos una prenda en una tienda y, al día siguiente, puesto que en el escaparate ya hay otra distinta, nos hacen desear de inmediato esa otra blusa, ese otro pantalón o ese otro vestido sin ni siquiera haber estrenado lo anterior. Y si pasas de largo y no la consigues, sientes algo de frustración. Y así con muchas otras cosas que nos van generando pequeños desencantos continuos que pueden llevarnos a sentirnos infelices. A veces, sin saber muy bien la causa. Pero ¿es esa la verdadera felicidad? La inmensa mayoría de nosotros sabemos que no. La felicidad pura y duradera nace de dentro y no se suele generar por algo material. Cuando tenemos esto claro nos estamos dando más oportunidades para reconocer que tenemos más suerte de lo que solemos reconocer.
Existen dos maneras de disfrutar
Dos maneras que pueden resultar similares pero funcionan a nivel bioquímico de forma opuesta.
Por un lado, el placer que es una chispa fugaz, liderado por la dopamina. Suele ser más individual, viene y se va, y se puede convertir en algo adictivo (comida, compras, alcohol, drogas…). No permanece ni llena vacíos (aunque los busquemos compulsivamente para ello).
Por otro lado, tenemos la felicidad estructural, el bienestar que colma el corazón y el espíritu. Esta da estabilidad, te hace sentir confiada en ti y en tu entorno. Es la que nos proporciona la familia, la pareja, un buen ambiente de trabajo o una distendida velada con amigos. Y lo más importante, esta sensación está liderada por la serotonina. Ojo porque nos venden que con dopamina seremos felices, y cuanta más dopamina, más infelicidad. La felicidad depende de tener un sentido de vida, si falta eso, lo llenaremos de sensación, de dopamina, que a la larga nos lleva a la tristeza.
El éxito es un gran mentiroso
En mi consulta he atendido infinidad de individuos que, habiendo tenido gran éxito en la vida, habiendo alcanzado metas profesionales muy altas y exigentes, no se sienten felices ni afortunados. Y también he visto lo contrario, personas con una gran historia de sufrimientos y fracasos a sus espaldas que han sido capaces de superar la frustración y han aceptado quedarse con las enseñanzas que les ha supuesto esa vivencia. Ese giro también permite que uno se sienta más dichoso. Suelo repetir una gran frase de mi mayor maestro de la vida, mi padre: el fracaso enseña lo que el éxito oculta. Quizá sea, pues, un buen momento para replantearte el significado de éxito.
El fracaso nos hace crecer
En lugar de ver los fracasos como el fin del camino, podemos verlos como oportunidades de aprendizaje. Cada fracaso nos acerca un paso más a nuestro éxito porque, entre otras cosas, sacar algún aprendizaje de una situación desafiante suele cambiar nuestra perspectiva. Recuérdalo la próxima vez que la vida te ponga frente a un desafío y, aunque no obtengas totalmente el resultado que esperabas, anota qué has aprendido de esa experiencia. Eso hará que ganes resiliencia, que no es sino la capacidad de recuperarse de la adversidad. Cultivar la resiliencia nos permite enfrentar los desafíos con una actitud más positiva, y eso es otro grandísimo paso para sentirte más satisfecho en mayor número de ocasiones.
Cómo atraer cosas buenas en tu vida
Todos queremos alcanzar la felicidad, pero con frecuencia la buscamos en los lugares equivocados.
1. La felicidad no es lo que te pasa, sino cómo interpretas lo que te pasa
¡La realidad puede cambiar por completo cuando cambiamos la manera de pensar! Y trabajar en eso, interpretar más positivamente lo que nos ocurre, es dar pasos de gigante para llegar a ser una persona feliz, en paz y completa.
2. Esa decisión es (solo) tuya
Si nos paramos a pensar un segundo en lo que acabo de explicar, nos daremos cuenta de que esa interpretación de las cosas es una de las grandes libertades de las que gozamos los seres humanos. Nosotros mismos elegimos si queremos ser felices o infelices, nosotros elegimos cómo queremos que algo nos afecte y cómo interpretamos lo que nos sucede. Por supuesto que en ocasiones la realidad nos supera y nos sentimos heridos, pero perpetuar eso es alejarte de la felicidad.
3. Ten un objetivo vital
Porque eso dará un sentido a tu vida, te notarás más necesario, más feliz. Todos nos hemos hecho alguna vez preguntas como “¿Por qué estoy aquí?” o “¿Cuál es el propósito de mi vida?”. Esa búsqueda de significado es parte fundamental de la experiencia humana: tener clara esa meta nos da una razón para levantarnos cada día con entusiasmo, nos marca una dirección que seguir y nos facilita el sentido de logro. Puede ser una pasión, una causa que nos motive o un objetivo que deseemos alcanzar. No hay propósito pequeño.
4. Haz las cosas con pasión porque la pasión no suma… ¡multiplica!
Si ponemos corazón en lo que hacemos, ¡nuestra vida se llena de emoción casi sin esperarlo! La tarea más tediosa puede comenzar a parecernos más atractiva si la realizamos con pasión. Y pasaremos de creernos unos desdichados a pensar que nuestra suerte no es tan mala.
5. Vive instalado en el presente de forma sana
A menudo nos preocupamos por el pasado o el futuro y pasamos por alto el presente. Pero es fundamental enfocarse en él porque eso te va a permitir sacar lo mejor de ti y porque la felicidad consiste en conectar con eso que te pasa cada día y que, seguramente, sea mejor de lo que lo has etiquetado. ¿Y cómo enfocarte en el presente? Practicando la atención plena, poniendo todo tu interés en lo que estás haciendo.
6. Supera las heridas del pasado
Ya he mencionado antes el valor de la resiliencia. Y es que, para ser feliz y sentirse afortunado, hay que ser capaz de rehacerse en lo posible de los traumas y las dificultades. Todos tenemos una grandísima capacidad para volver a empezar.
7. Mira con ilusión el futuro
No se trata de enterrar los conflictos que te ponga la vida (si bloqueamos continuamente el sufrimiento, perdemos la capacidad de saber afrontarlo y superarlo), sino de gestionarlos y sobreponerte a ellos. Y de mirar a largo plazo con una visión positiva, teniendo la firme convicción de que te irá bien. Porque el 90 % de las cosas que nos preocupan nunca suceden, aunque nuestro cuerpo y nuestra mente se anticipen a ellas y las vivan –y sufran– como algo real. No caigas en el error de amargar tu presente por un futuro que seguramente no se produzca.
8. ¡Imagina lo que deseas!
Porque eso puede transformar la realidad. Visualizar nuestros objetivos y metas, e imaginar que acaban teniendo un resultado positivo puede aumentar nuestra confianza y motivación. Pero no solo eso: cuando visualizamos algo (en este caso algo que deseamos que ocurra), el cerebro hace lo posible por localizarlo de entre todas las informaciones que recibe. Es decir, se pone en marcha la mejor versión de tu cerebro y detectas mucho mejor las oportunidades para poder lograr aquello que deseas. Se activa lo que se conoce como Sistema Reticular Activador Ascendente o SRAA y es el mismo que se pone en marcha cuando, por ejemplo, estamos embarazadas y no paramos de ver embarazadas por la calle cuando antes, aparentemente, no había tantas (seguramente sí había, pero tu cerebro no estaba interesado y no las detectabas).
9. Sueña a lo grande pero actúa en lo pequeño
Una y otra cosa son complementarias. Tener sueños es básico para el desarrollo emocional; y disfrutar de las pequeñas cosas (una bonita puesta de sol; un café con un amigo…) te conecta con todo lo bueno que te sucede a diario. En valorarlo radica la felicidad.
10. Prepárate
Sin duda alguna, la suerte favorece siempre a la mente preparada. Tu mejor versión es una suma entre los conocimientos que ya tienes, lo que vas aprendiendo, tu proyecto de vida (tus metas y objetivos) y tu fuerza de voluntad, es decir, la capacidad de posponer la recompensa inmediata y enfocarte en alcanzar lo que deseas