Hay gente que parece haber nacido con la felicidad puesta. Todo se lo toman bien, son resilientes y relativizan los problemas. Esa actitud, que les sale de manera natural, parece ser que, efectivamente, es natural. Viene incorporada en sus genes.
Al menos eso es lo que señalan buena parte de los estudios biológicos que se han hecho respecto al bienestar. Las investigaciones no siempre concuerdan, aunque dan a la genética un papel muy importante en nuestra sensación de bienestar emocional. Un valor que estaría entre el 35% y el 50%.
A pesar de las dificultades para encontrar genes específicos atribuidos a la felicidad, sí hay varios que se relacionan con la emoción y el estado de ánimo. Genes que serían responsables de la mayor presencia de hormonas que relacionamos con la felicidad, como la dopamina, la serotonina y la endorfina.
Estos estudios ponen en tela de juicio mantras habituales de la filosofía oriental, que pregonan que tú decides ser feliz o no. Una idea que también se ha proclamado en el pensamiento occidental desde los tiempos de Aristóteles. “La felicidad depende de nosotros”, aseguraba el maestro griego. ¿Quién tiene razón?
La regla 50-40-10 del bienestar
La teoría del 50-40-10, con la que suelen estar de acuerdo parte de los investigadores en psicología, es una conocida traslación de una regla financiera pero aplicada al bienestar. Establece que prácticamente la mitad de nuestra felicidad, ese 50%, depende de nuestros genes. Es ese carácter que te permite tener una actitud positiva frente a los desafíos.
Otro 40% está marcado por el contexto; por ejemplo el vivir en un ambiente de seguridad económica o tener un buena salud. Eso explicaría, por qué hay personas con problemas de salud que, pese a todo, son felices. Y por qué hay personas que en apariencia lo tienen todo y siguen viendo problemas en cualquier cosa.
Sorprendentemente, solo el 10% restante estaría bajo nuestro control. Eso incluye nuestra actitud. Forzar a nuestra mente a en ver las cosas desde un punto de vista positivo.
No todos los psicólogos están de acuerdo con este porcentaje. Hay una parte de la profesión que da la vuelta a los dos factores finales. Creen que está en nuestras manos el 40% del bienestar emocional y solo un 10% puede atribuirse a factores externos. Significativamente, la preponderancia de la genética nadie la pone en duda.
Qué hacer para ser más felices
El profesor de Harvard Arthur Brooks, uno de los máximos expertos en felicidad, no niega estos porcentajes. Pero está convencido de que no son muros inamovibles. Podemos reconfigurar nuestro cerebro para que predomine nuestra actitud consciente positiva, sean cuales sean las circunstancias.
“Si sabes que en tu familia hay una actitud derrotista y de infelicidad, lo que has de hacer es crear hábitos con los que puedas contrarrestarlos”, asegura este profesor.
Entre las herramientas muy útiles para conseguir mayor felicidad que los especialistas en bienestar señalan están:
- Escribe un diario o haz un listado con las cosas buenas que te pasan. Si cada día señalas qué te ha ido bien, será más fácil que lo recuerdes y se acumulen en tu cerebro memorias positivas. Eso contrarrestara el sesgo habitual de la mente de primar lo negativo.
- Sé agradecido. Las investigaciones han mostrado que la gente que agradece llena su cerebro de pensamiento positivo.
- Haz ejercicio. La actividad física es una manera científicamente demostrada de incentivar la producción de las hormonas del bienestar.
- Rodéate de gente positiva. Las personas optimistas y felices contagian buen ambiente. Justo lo contrario que aquella gente negativa y tóxica.
¿Qué es exactamente la felicidad?
Otro aspecto interesante que plantean los científicos es preguntarse qué es exactamente la felicidad. “La felicidad es un constructo. No es en sí misma una realidad. Lo que hay son momentos de bienestar y alegría que se contraponen a momentos de tristeza o peor humor”, nos explicaba el psicólogo Rafael Santandreu.
Por eso mismo, no es fácil cuantificar ni detallar quiénes son personas felices y quienes no. Ni cuándo uno vive feliz. En teoría es cuando suman más los momentos positivos que los negativos.
“La felicidad es subjetiva; es decir, las mismas cosas no nos afectan a todos de la misma manera”, apuntaba la psicóloga Myriam Arenillas, del Instituto Europeo de la Psicología Positiva. “Conviene tener diversas herramientas que nos permitan alimentar las sensaciones positivas y que no sean a corto término”, añadía en declaraciones a La Vanguardia.
Todos estos especialistas consideran que el amor es un de los pilares en la consecución de esta felicidad. Son las relaciones, los lazos fuertes entre las personas los que pueden conseguir mayores cotas de bienestar.
Y también coinciden todos en que las cosas materiales, por el contrario, suele ser un foco de bienestar poco fiable y de muy corto plazo. A todo nos cansamos y acostumbramos. También a ese vestido o al último modelo de móvil.