El hábito de 10 minutos al día para dejar de procrastinar y acabar con los "tengo que hacer"

¿Te consideras una persona procrastinadora? Este hábito de 10 minutos puede ser la clave para que dejes de postergar tus objetivos y vayas a por ellos de una vez por todas.

Celia Perez León
Celia Pérez León

Redactora especializada en estilo de vida y nutrición

Actualizado a

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Cuando procrastinamos, dejamos para más tarde tareas que podríamos completar en el momento, realizando otras que nos generan una satisfacción inmediata. 

ISTOCK

La procrastinación parece haberse convertido en uno de los grandes problemas del siglo XXI. Para aquellos que todavía no conocen el término, etimológicamente, significa “dejar para mañana”, “posponer” o “aplazar”. Un mal que casi todos hemos sufrido en algún momento y que muchos luchan por superar.

Una de esas personas es Anna Fargas, coach y autora del libro Minimalismo emocional, y ha conseguido dar con un hábito que, en solo 10 minutos, puede permitirte plantarle cara a la procrastinación. ¿Quieres saber cuál es y cómo debes ponerlo en práctica para dejar de postergarlo todo?

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Un hábito para dejar de procrastinar

La citada Anna Fargas lo considera uno de sus hábitos atómicos, esos cambios pequeños y realistas que posibilitan grandes transformaciones. Parte esencial de lo que ella denomina minimalismo emocional. Como tal, requiere de un esfuerzo minúsculo, de no más de 10 minutos. Y demuestra ser muy eficaz.

Así lo avalan otros expertos en la materia, como la psicóloga Brígida H. Madsen, que califica este recurso como una herramienta muy eficaz para hacer que las tareas pendientes se vuelvan más livianas.

Porque la procrastinación no tiene nada que ver con la pereza o la falta de disciplina, sino que surge de un profundo malestar emocional que nos impide hacer frente a la tarea que postergamos.

Y precisamente por eso, lo que Fargas nos propone como hábito que marcará la diferencia es dedicar 10 minutos al día a esa tarea que tanto nos está costando completar. Si, por ejemplo, es hacer ejercicio, bastaría con dedicar 10 minutos al día a esta actividad. Poco a poco, ganaremos la guerra a la procrastinación, disputando batallas de apenas 600 segundos.

¿Por qué procrastinamos?

Para comprender la importancia de este hábito atómico que Fargas nos propone, primero debemos entender el origen de la procrastinación. Al fin y al cabo, no se trata de llenar nuestra agenda de listas de pendientes y horarios estrictos, sino de atacar la raíz del problema.

Piers Steel, autor de Procrastinación: Por qué dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy, aborda esta cuestión desde un punto de vista científico. De sus investigaciones concluye que hay un perfil en particular que responde especialmente a la procrastinación: el de las personas impulsivas.

Pero, ¿por qué sucede esto? Como explican Steel y otros tantos expertos, el origen esencial de la procrastinación se encuentra en la reacción natural de nuestro cerebro ante aquello que nos resulta desagradable. Nuestro cerebro tiende a priorizar aquellas tareas que generan una satisfacción inmediata por encima de aquellas que requieren de un esfuerzo a largo plazo, dado que la recompensa por el esfuerzo se ve demasiado lejana. Si a esto le sumamos la impulsividad, tenemos como resultado una mente que se siente incapaz de soportar el malestar a corto plazo a cambio de un beneficio lejano.

La impulsividad, además, hace que actuemos sin pensar ante la ansiedad, que aparece frente a esa tarea que no dejamos de postergar. Así, el procrastinador se libra temporalmente del malestar, sin querer entender que al postergarlo solo consigue aumentar su tamaño.

¿Por qué funciona este hábito de 10 minutos?

Ante un cerebro impulsivo que huye del malestar, el hábito de los 10 minutos funciona como un bálsamo. Prometemos a nuestra mente dedicar tan solo unos segundos a esa tarea que tanta ansiedad nos genera, haciendo que el malestar a considerar sea mucho menor que si tuviéramos que terminarla entera. Así, convencemos a nuestra mente procrastinadora de dar el primer paso.

Y al hacerlo, nos enfrentamos a lo que realmente nos asusta. Quizá la sensación de ser incapaces de acabar con la tarea, quizá la magnitud de la misma. Sea como sea, al sentarnos y avanzar, conseguiremos enfrentarnos a ese miedo, haciéndolo más pequeño. Poco a poco, nos costará menos enfrentarnos a la tarea, hasta vencer definitivamente la procrastinación.

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Otras tácticas eficaces para luchar contra la procrastinación

Quizá lo más importante para enfrentarnos a la procrastinación sea conocer el origen de la ansiedad que la desencadena. Por norma general, estas son las tres causas más habituales y sus posibles soluciones:

Perfeccionismo

Si eres una persona perfeccionista y muy autocrítica, puede que acabes evitando ciertas tareas porque sabes que nunca estarán suficientemente bien. En ese caso, la ansiedad comenzará a crecer a medida que se acerque la fecha de entrega, sin ser capaz de enfrentarte a su conclusión.

La mejor forma de enfrentar esta fuente de procrastinación es siendo consciente de que tienes la posibilidad de editar y corregir tus proyectos una vez que hayas avanzado con los mismos.

Si, por ejemplo, tienes que entregar un trabajo o completar un proyecto, proponte avanzar prometiéndote que luego podrás volver sobre lo hecho para arreglarlo. Si alguna parte del proyecto te bloquea, déjala en blanco y sigue adelante. Luego podrás volver sobre lo realizado y te resultará más fácil rellenar los huecos que enfrentarte a la hoja en blanco.

Subestimación de tus capacidades

Si consideras que no eres capaz de enfrentarte a los objetivos que te has fijado, hay dos posibilidades. Por un lado, puede que te hayas propuesto metas poco realistas, en cuyo caso lo mejor para vencer la procrastinación es reajustar tus objetivos. Piensa que, como se suele decir, Roma no se construyó en un día.

Por otro lado, si crees que lo que el problema es que te faltan capacidades, el truco de los 10 minutos es justo lo que necesitas. Dedica cada día algo de tiempo a ese objetivo que te parece demasiado difícil para ti, avanza cuánto puedas y descansa. Día a día, poco a poco, descubrirás que estabas mucho más capacitada de lo que podías imaginar.

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Una tarea demasiado grande

Cuando nos enfrentamos a tareas de gran calibre, como escribir un trabajo de fin de grado, preparar una oposición o elaborar un proyecto profesional complejo, la procrastinación puede surgir en respuesta a la abrumadora sensación de estar ante un objetivo inabarcable. Para acabar con esta sensación, divide y vencerás.

Divide la tarea en partes más pequeñas, y proponte completarlas sin pensar en lo que vendrá después. Por ejemplo, si tienes que escribir un informe podrías empezar por recopilar la información que necesitas, luego escribir la introducción, desarrollar el primer apartado. O el primer párrafo. Recompénsate por cada pequeña tarea que consigas completar, para darle a tu cerebro la sensación de estar enfrentándose a objetivos más asequibles, que pueden completarse en un plazo menor.