Las buenas personas hacen felices a los demás y a sí mismas: cuáles son los rasgos que comparten según los psicólogos

Las persona "buenas", aquellas que hacen sentir más felices a los demás, suelen compartir algunos rasgos. Practicarlos te ayudará a tener una vida más plena.

Celia Perez León
Celia Pérez León

Redactora especializada en estilo de vida y nutrición

Actualizado a

mujer feliz

Las buenas personas son empáticas y compasivas.

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Ser “malo”, seguir nuestras emociones negativas y no medir el impacto que lo que hacemos puede tener en los demás es, a menudo, el camino más fácil. No cuesta demasiado dejarse llevar y no pensar en las consecuencias que nuestros actos pueden tener en quienes nos rodean. Sin embargo, tomar conciencia de nuestro impacto en los demás, y procurar que este siempre sea positivo, es un camino que hay que elegir cada día.

Las personas que lo hacen, aquellas a las que clasificamos como “buenas personas”, tienen algunos rasgos en común según psicólogos y expertos en la naturaleza humana. Conocer cuáles son no solo nos puede ayudar a acercarnos a personas con las que construir vínculos saludables, sino que puede permitirnos cultivar nuestra propia bondad.

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El amor propio

“Una vez nos logremos amarnos de forma sana nos resultará mucho más sencillo amar de una forma sana a los demás.” Amar(nos), de Paula Vicent Berlanga

Quizá el rasgo más importante que comparten las “buenas personas” es que, sencillamente, han aprendido a amarse a sí mismas. Como bien expresa la psicóloga Paula Vicent, para amar de forma sana a los demás, primero debemos amarnos a nosotros mismos.

Solo así conseguiremos salir de la mirada egoísta y egocéntrica, que a veces nos lleva a ver en los ojos ajenos el odio que sentimos por dentro. Esta suele ser la causa de todas esas conductas que asociamos a las malas personas: la antipatía, la envidia, los celos, y la a veces mal llamada “toxicidad”.

Las buenas personas saben que deben ser lo más importante de sus vidas, y por eso pueden darle a los demás un lugar adecuado en las suyas. De esa forma consiguen construir relaciones saludables, en las que sentirse bien es lo más importante. Cuando estás bien contigo misma, no necesitas hacerle daño a los demás.

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La sinceridad o el sincericidio

“La sinceridad muchas veces es agresión si no evalúas correctamente lo que saldrá de tu boca.” Cómo ser yo una buena pareja, de Belkis Carrillo

Solemos asociar la sinceridad y la honestidad al prototipo perfecto de “buena persona”. Y si bien es cierto que ser honestos nos acerca a la bondad, Belkis Carrillo nos ofrece un punto de vista interesante en su libro sobre lo que la sinceridad puede hacer cuando no medimos lo que decimos.

Que algo sea cierto, no quiere decir que deba ser pronunciado en voz alta. Y mucho menos con crueldad, sin tacto.

Las buenas personas saben cuándo es necesario hablar de un tema, y cuando no. No te dicen que tu aspecto no les gusta, porque esa es una opinión personal, y no aporta nada a tu vida que la expresen en voz alta. En cambio, sí sabens tocar temas delicados, con la delicadeza que ameritan.

Aléjate de aquellos que en pos de la verdad cometen sincericidio, hiriendo los sentimientos de todos con la excusa de ser sinceros. La honestidad nunca puede ser una razón por la que hacer daño a los demás, incluso cuando a veces resulta inevitable.

Paciencia

“En un mundo donde vivimos acelerados, a base de gratificaciones instantáneas y adictos a experiencias emocionales, ir despacio es un ejercicio a contracorriente, pero muy necesario” Encuentra a tu persona vitamina, de Marian Rojas Estapé

La paciencia no es solo un rasgo habitual de las mejores personas que puedas conocer, sino que además es una característica en peligro de extinción. Aunque es probable que te estés preguntando cómo puede la paciencia convertirte en mejor persona.

Al practicar la lentitud y la paciencia, conseguirás varias cosas. Para empezar, respetar tus propios tiempos, entendiendo que el ritmo que en ocasiones nos impone la sociedad no es siempre el más correcto. Esto hará que te sientas mejor contigo misma y que aprendas a respetar el ritmo de los demás. Y eso es algo que sin duda hacen las buenas personas.

El segundo argumento a favor de la paciencia tiene que ver con el cortisol, la hormona del estrés, que suele aparecer en nuestro cuerpo cuando queremos ir demasiado rápido. Cuando queremos resultados inmediatos, que no siempre podemos conseguir. Y resulta que el cortisol es una hormona antagonista de la oxitocina, la hormona de la empatía y la comprensión.

Así que, por norma general, las personas pacientes saben tratar mejor a los demás, poniéndose en sus zapatos. También saben gestionar mejor la frustración, una emoción natural que mal gestionada puede llevarnos a actuar como malas personas.

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Responsabilidad afectiva

“Responsabilizarnos afectivamente es cuidar de los vínculos, es entender que lo que hacemos y/o decimos (al igual que lo que no hacemos y/o no decimos) tiene un impacto en la otra persona. Supone hacernos cargo de nuestras heridas y protecciones y, por lo tanto, hacernos cargo de nuestras palabras, actitudes y equivocaciones.” Amar(nos), de Paula Vicent Berlanga

Últimamente, oímos mucho hablar de la responsabilidad afectiva, pero pocas veces nos paramos a pensar en su auténtico significado. Ser responsables a un nivel afectivo no es otra cosa que aceptar el impacto que podemos generar en los demás, tanto para bien, como para mal. Y una vez aceptado, debemos actuar en consecuencia.

Por eso, las buenas personas se disculpan cuando se equivocan, incluso si no te habías dado cuenta de su error. Las buenas personas te dicen que te quieren, y también te expresan su necesidad de estar a solas, sin desaparecer de tu vida, sin previo aviso. Las buenas personas saben que sus palabras pueden hacer daño, y por eso miden bien lo que dicen antes de hablar. Por eso saben tomarse un tiempo para calmar el enfado antes de hablar.

Empatía y compasión

“La empatía es una cualidad humana maravillosa. Supone la capacidad de ponerse en el lugar del otro y conectar con él y con sus emociones.” Encuentra a tu persona vitamina, de Marian Rojas Estapé

Todo lo visto anteriormente conduce siempre a un mismo punto. La empatía. Como bien nos explica Rojas Estapé en su libro, es una capacidad que nos permite conectar con las emociones de los demás. Esta capacidad puede entrenarse, y también atrofiarse cuando vivimos demasiado centrados en lo que rige nuestro mundo interno, sin ser conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor.

Las buenas personas cultivan esta habilidad y tienen la capacidad innata de entender lo que siente el otro. Así pueden cumplir con su responsabilidad afectiva. Así pueden perdonar y ser comprensivos. Pero sin abandonar los límites que saben que son necesarios para construir una relación saludable.

Porque es fácil olvidar, cuando conseguimos comprender a los demás, que entender sus motivaciones para mal obrar, no significa que deban tolerar aquello que no les gusta o no les hace sentir bien.

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Comunicación activa

“Comunicarse de forma eficaz es expresar tus propias necesidades de manera sana, entendiendo y conociendo tus puntos débiles y trabajando en ellos desde el cariño, sin dudar de tu valor” Amar(nos), de Paula Vicent Berlanga

Acabamos con una característica esencial en las buenas personas, y muy importante para construir relaciones saludables. Estas personas comprenden a los demás, y saben que tienen la responsabilidad de comunicarse de forma activa y sana. Por eso, sin caer en el sincericidio, tomándose el tiempo necesario para que les entiendan e intentando adaptar sus palabras a la persona con la que están hablando, no dudan en expresar en voz alta sus deseos, emociones y necesidades.

Porque, lejos de esa imagen de la niña buena que solemos tener en la cabeza, esa que sonríe y nunca protesta, ser una buena persona solo sirve si también lo eres contigo misma. Decir que algo te molesta, con asertividad y cariño, es la mejor forma de protegerte a ti misma y proteger tus relaciones con los demás. Y por eso te convierte en una buena persona.