La leucemia mieloide es uno de los cánceres más letales a los que se enfrenta la medicina moderna. Al mismo tiempo, se presenta como el tipo de cáncer de sangre y médula ósea más común entre adultos. Estas dos circunstancias son las responsables de que este tipo de cáncer se encuentre en el punto de mira de centros de investigación y expertos, que buscan dar con una solución eficaz para reducir su índice de mortalidad.
El principal problema para hacerle frente a la leucemia mieloide aguda (LMA) es que muchas de las células madre que lo provocan permanecen “dormidas” durante el tratamiento con quimioterapia, por lo que no son eliminadas y tiempo después vuelven a “despertar”. Es sobre estas células madre llamadas “latentes” sobre las que se centra el estudio de la Universidad de Ginebra, que ha encontrado evidencias prometedoras para el tratamiento de este cáncer.
La leucemia mieloide aguda
La leucemia mieloide aguda está causada por un aumento de las células inmaduras en la sangre que destruyen y reemplazan a las sanas (glóbulos rojos, blancos y plaquetas). Es uno de los cánceres de sangre más comunes en adultos y su índice de mortalidad en muy elevado. En menores de 60 años, es de un 50% y en mayores de esa edad asciende a un 85%.
En gran medida, este alto grado de letalidad se debe a que las células madre leucémicas, causantes de esta enfermedad, pueden quedar “dormidas” o “quiescentes” durante el tratamiento con quimioterapia, eludiendo así sus efectos.
Es por eso que el equipo de la Universidad de Ginebra encargado de esta investigación centró sus esfuerzos en identificar las características particulares de estas células madre, para encontrar la forma de acabar con ellas sin hacer daño a las células sanas.
Un descubrimiento esperanzador
Tras estudiar detenidamente las características genéticas y energéticas de estas células leucémicas latentes (que quedan dormidas durante el tratamiento de quimioterapia y eluden sus efectos), los expertos dieron con dos descubrimientos que podrían ser claves para encontrar un nuevo enfoque a la otra de tratar con este tipo de Cáncer.
Para empezar, tal y como explica Jérôme Tamburini, profesor asociado del Departamento de Medicina y del Centro de Investigación Traslacional de Oncohematología y participante de este estudio, han encontrado la firma genética de estas células dormidas.
Estas células inactivas están compuestas por 35 genes que dejan una firma genética específica. Y al poder introducir este rasgo en la base de datos clínicos de pacientes como LMA descubrieron la relación de esta particular firma genética con el pronóstico de la enfermedad. De esta forma, pudieron comprobar que, en efecto, estas células “dormidas” son en gran medida las responsables del alto grado de letalidad de este cáncer.
Con este descubrimiento sobre la mesa, el equipo se centró en encontrar diferencias metabólicas entre las células madre leucémicas activas y aquellas que permanecían dormidas. Y encontraron lo que buscaban.
Un proceso metabólico diferente
Todas las células del organismo desencadenan distintas reacciones químicas para descomponer nutrientes y producir energía. Uno de ellos es la autofagia, que se activa cuando no se pueden obtener nutrientes externos y que consiste en el “reciclaje” de componentes celulares. Es decir, las células pueden descomponer partes de sí mismas para crear nuevos y producir energía.
Hasta aquí, nada nuevo. Lo que estos científicos han descubierto es que las células leucémicas latentes o “dormidas” dependen principalmente de la ferritinofagia, una forma de autofagia que tiene como objetivo la ferritina. Es decir, la principal molécula de almacenamiento de hierro.
Este proceso de ferritinofagia está mediado por una proteína llamada NCOA4, que controla la disponibilidad de hierra en las células. Así que la hipótesis era clara: si se bloqueaba este proceso usando esta proteína, ¿se debilitarían las células leucémicas dormidas?
Aplicando lo aprendido: ensayos clínicos
Con una hipótesis clara de cómo se podía utilizar esta información, era hora de pasar a la fase de ensayos clínicos. Usando ratones, pusieron en marcha el experimento. La idea consistía en inhibir o bloquear la proteína NCOA4, con la intención de observar la reacción de las células leucémicas latentes.
Los resultados son prometedores. Al bloquear la proteína, los expertos observaron como se reducía el crecimiento tumoral, la viabilidad y la autorrenovación de las células madre leucémicas latentes. Es decir, que la probabilidad de que murieran o se debilitaran aumentaba significativamente.
La búsqueda de un tratamiento eficaz continúa
Aunque los resultados de este estudio son muy prometedores, todavía queda mucho por hacer. Por ejemplo, elaborar un compuesto seguro que bloquee la proteína mencionada. Su desarrollo está en sus primeras fases en manos de Jun Zu, profesor de la Universidad de Sun Yat-Sen, China, que fue uno de los autores del estudio.
Por otro lado, queda estudiar más a fondo los mecanismos descubiertos y su relación con la mitofagia, otro mecanismo clave en la regulación de estas células leucémicas. Para ello, el equipo inicial contará con el apoyo de la Liga Suiza contra el Cáncer.