El sistema inmune que nos defiende de las infecciones de microorganismos es un sistema complejo que ni los propios expertos conocen en su totalidad. Sí se sabe que diferentes factores hacen que nuestras defensas se fortalecen o debilitan.
La edad es uno de los más evidentes. A medida que envejecemos también envejece el sistema inmune. El frío intenso también parece reducir la eficacia de nuestras defensas. Por eso la sabiduría popular ya recomendaba que nos abriguemos.
Otro de los factores en el punto de mira desde hace años es el estrés. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Cambridge ha explicado que el estrés afecta de diversas maneras a las defensas y no siempre es malo.
Los dos tipos de estrés
El estrés tiene mala fama y con razón. Los especialistas en longevidad son los primeros que apuntan al estrés permanente como uno de los elementos que más ayudan al envejecimiento celular.
Sus efectos negativos sobre el cuerpo son amplios. Puede hacer que aumente el riesgo de enfermedades cardiovasculares, fomentar el sobrepeso, problemas de piel, diabetes, entre otros. Pero no todo es igual. Hay dos tipos de estrés:
- El estrés agudo se produce cuando nos enfrentamos a una situación temporal, como puede ser un examen o una entrevista de trabajo.
- El estrés crónico es aquel persistente que nos mantiene todo el día alerta. Por ejemplo, cuando tenemos un trabajo que exige mucha responsabilidad y atención, o cuando no somos capaces de desconectar de las preocupaciones.
Qué provoca el estrés puntual
Los investigadores de Cambridge señalan que un estrés puntual no tiene por qué ser negativo. Todo lo contrario, puede ayudar a nuestras defensas.
Cuando nos enfrentamos a un estrés temporal el cuerpo libera un tipo de hormonas como la adrenalina y el cortisol en respuesta, que son las que nos hacen poner alerta. “Esto hace que aumente la circulación de células T y macrófagos mejorando la capacidad para responder a los patógenos”, ha explicado el doctor José Gómez Rial, inmunólogo del Hospital Clínico de Santiago de Compostela.
Las células T y los macrófagos son dos de las principales células de nuestro sistema inmune. Se encargan de localizar microbios invasores o comerse las células que ya han sido infectadas para evitar que los virus se repliquen.
“Durante el estrés agudo, el cortisol actúa como un modulador”, cuenta el doctor Gómez. Si hay una cantidad razonable de cortisol, puede facilitar que las células inmunitarias se movilicen hacia el sitio donde se ha producido una lesión o ha empezado la infección.
“Este proceso es esencial para la respuesta inmune inicial y la reparación del tejido”, apunta el inmunólogo.
Los problemas del estrés crónico
Si el estrés persiste, la situación cambia drásticamente.
El sistema inmune provoca inflamación en las células donde se ha producido la herida o la infección para dificultar el avance de los microorganismos.
Si se continúa produciendo cortisol que recorre de manera constante nuestro cuerpo a través de la sangre hace que las hormonas que se encargan de frenar la inflamación, los glucorticoides, no actúen.
“El resultado es una mayor inflamación y menos grado de respuesta inmune”, añade el doctor Gómez.
No es el único problema que causa el estrés crónico:
- Incita al aumento de las hormonas proinflamatorias, las citoquinas, que pueden contribuir a padecer enfermedades autoinmunitarias. “El sistema inmune se convierte en un ‘esclavo’ de la inflamación y reduce su capacidad de defenderse”, explica el doctor.
- Altera la respuesta de las células inmunitarias lo que hace que disminuya la actividad antiviral.
El riesgo para la salud mental
El hacer que aumenten los marcadores de inflamación también se asocia con mayor riesgo de trastornos psicológicos, como ansiedad y depresión.
“El estrés crónico no solo compromete el sistema inmune, sino también nuestra salud mental”, confirma el inmunólogo Gómez.
La recomendación de este experto, siguiendo los informes de Cambridge, es que resulta muy conveniente practicar técnicas de relajación.
“No solo te ayudará a sentirte mejor, sino que también fortalecerá tu sistema inmunológico”, concluye.
Otros consejos que nos pueden ser útiles para frenar el estrés crónico son:
- Hacer ejercicio de manera regular. Libera endorfinas que suben el ánimo y nos permiten “airear” la mente.
- Mantener una dieta equilibrada. La alimentación saludable impacta en el ánimo y los niveles de energía.
- Buscar apoyo. Los contactos con nuestro círculo más cercano nos pueden ayudar a tener confianza y manejar el estrés de manera efectiva.