Tras las catástrofes naturales, como son las inundaciones hasta el 75% de los afectados sufren problemas de salud mental. Lo asegura los informes del Observatorio Europeo de Clima y Salud, organismo dependiente de la UE. Los casos más habituales son ansiedad y estrés postraumático y depresión.
Las circunstancias varían según cómo haya afectado. En el caso de la Comunidad Valenciana, que tuvo una repercusión tan grande y a la que se ha sumado la desesperación del retraso en llegar la ayuda, los efectos exactos están por ver. Según los expertos, las secuelas mentales se desarrollan en varios periodos.
En este sentido, el hecho de que una parte importante de la sociedad española se haya volcado en recoger ayuda, en desplazarse para echar una mano tiene un gran valor terapéutico.
Las dos fases del estrés postraumático
Cuando se produce el cataclismo, hay dos fases en la evolución del impacto emocional:
- La primera es una fase de shock. De no creerte lo que ha pasado. “Hay algo fundamental que ayuda y es que la inundación es un fenómeno de la naturaleza, es externo. El ser humano no podía hacer nada en ese momento para evitarlo”, ha explicado la psiquiatra Marian Rojas Estapé.
Esa persona que se ha agarrado a un techo de un coche o una farola para salvar la vida ha hecho lo mejor que ha podido. No puede culparse de no haber hecho más. Es importante, porque aquellos que han visto pasar otras víctimas sin poder ayudar suelen ser estar entre los más afectados.
- En la segunda fase, se toma conciencia de la magnitud de lo vivido. Una gran mayoría tendrá pesadillas. Hay gente que padecerá estrés postraumático. Afectará sobre todo a los mantienen ese sentimiento de culpa y aquellos que ya estaban en tratamiento.
Para ayudar a que estas personas lo superen hay un enfoque clínico, el de los profesionales, pero también un enfoque comunitario, en el que puede participar todo el entorno. Allí estamos todos implicados.
Cómo se puede ayudar a los afectados
¿Qué podemos hacer los demás por todas estas personas que viven el desasosiego de haberlo perdido todo o la incertidumbre de no saber si un ser querido vive o no?
“Lo mejor es acompañar -explica la psiquiatra en declaraciones a la cadena Cope-. En esos momentos hasta las frases sobran, porque hay una parte de ti que sabe que la persona desaparecida puede no aparecer. Y quien tenga fe que rece, porque eso siempre es un alivio.”
Estos días son terribles para el corazón, para la mente y lo que más ayuda es la compañía de gente que viene de fuera o de vecinos que están en las mismas circunstancias. “Al final el dolor compartido es menos dolor”, añade la doctora Rojas Estapé.
Hay que ser muy persistentes en este ofrecimiento de ayuda y de apoyo que podemos darles entre todos. Es fundamental que no se sientan abandonados en estos primeros días. “Esa parte humana de aportar ayuda es la que hace que el estrés postraumático sea menos grave”, dice.
Dar un mensaje positivo de esperanza
Informar a las personas que no saben qué pasará con sus vidas o qué ocurre con los desaparecidos es fundamental. Un gran error es no haber mantenido puntualmente informadas a esas familias. Les es muy útil aunque sea solo para decir que sigue la búsqueda sin resultados.
Luego, pasado el tiempo y cuando se aclare todo, es fundamental seguir vigilantes y ayudando, “porque el cerebro es muy traicionero”, admite la psiquiatra. A los supervivientes hay que ayudarles a gestionar que lo han perdido todo, que las cosas no vuelven exactamente a como estaban antes.
En eso es muy importante la intervención de psiquiatras y psicólogos, que pueden dar un mensaje de esperanza. “El cerebro está diseñado para la supervivencia y para la resiliencia, que significa que el trauma no nos hunde para siempre”, asegura la doctora Rojas Estapé
La experiencia anterior lo confirma. El ser humano se puede recomponer e incluso salir reforzado de las peores catástrofes.
Atención especial a los casos infantiles
El tema de los niños ha de ser abordado aparte. Porque son un colectivo que requiere especial atención. Sus cerebro todavía no están desarrollados y la manera de afrontar los traumas son diferentes.
Una investigación de la Asociación Española de Pediatría sobre los efectos de la DANA que sufrió Murcia en 2019 constató que el 25% de los menores sufría secuelas psicológicas.
Además, las afectaciones mentales no aparecen inmediatamente, sino que serán más evidentes cuando el foco mediático se haya ido. Por eso hay que estar vigilantes. “En situaciones similares se ha visto que cuando más aumentan es a partir del segundo mes”, ha explicado la doctora Elena Codina, responsable de Salud Medioambiental del hospital pediátrico Sant Joan de Deu, de Barcelona.
“Los estudios previos señalan que hasta el 50% de los niños afectados por situaciones similares acaban teniendo problemas en la esfera de salud mental.”