Estamos rodeados de cosas que nos envejecen, pero podemos reducir su efecto

Probablemente seas consciente de que el tabaco y el alcohol son hábitos tóxicos y, entre otras cosas, envejecen nuestro organismo. Pero hay más: los cosméticos, la madera, los vasos de café para llevar... contienen sustancias nocivas. En realidad, conocer eso es una buena noticia ya que está en tus manos reducirlos y cuidarte.

Manel Esteller
Dr. Manel Esteller

Catedrático de genética

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Reducir la exposición a los tóxicos puede ayudar a que tengamos una vida más longeva.

Istock

Seguramente hayas oído hablar del formaldehído. Es una sustancia química presente en multitud de objetos que nos rodean y que pueden modificar nuestros genes, provocando que envejezcamos con más rapidez o que tengamos más tendencia a sufrir ciertas dolencias.

Esa sustancia, en concreto, está en productos de madera prensada y contrachapada, en cosméticos, en pegamentos y adhesivos, y en recubrimientos de productos de papel (como los vasos de café o las bandejas de comida para llevar). Y también puede generarlo nuestro cuerpo al consumir productos alimenticios a los que se les ha añadido el edulcorante aspartamo.

Y es muy bueno saberlo porque, de ese modo, podemos ir evitando algunos de esos objetos o alimentos. Es verdad que la exposición cero no existe, pero también que reducirla puede aportar un granito de arena para que tengamos una vida más longeva y suframos menos dolencias.

otros tóxicos que envejecen

Otros tóxicos de los que debemos alejarnos son el tabaco y el alcohol. Y si no podemos eliminarlos del todo, al menos sí reducirlos a la mínima expresión.

Todavía no están claros los detalles de cómo actúan sobre nuestros genes, pero seguramente sea con su metilación: poniendo marcas en genes que tienen una función protectora y convirtiéndolos en mudos.

Y no solo envejecen por dentro: un estudio publicado en The Journal of Clinical and Aesthetic Dermatology demostró que ambas cosas envejecen el rostro.

  • El tabaco provoca más arrugas en la frente, en el entrecejo, en los ojos (patas de gallo) y en la boca, y unos labios menos gruesos.
  • El exceso de alcohol causa hinchazón bajo los ojos y en las comisuras de la boca, así como pérdida de volumen en la parte media de la cara.

Tu edad no es la que consta en tu dni

Los genes y el ADN no son inamovibles. Cómo se expresen y lo que ocurra en el organismo por “las órdenes” que envíen puede cambiar, para bien o para mal.

Lo explicaré de una forma sencilla:  la información contenida en el ADN equivale a las letras de un libro; las modificaciones epigenéticas, en cambio, son los subtítulos, las letras mayúsculas y minúsculas, la puntuación y los acentos que añadimos. Son marcas que modifican los genes. Y nuestros hábitos pueden ser los que vayan generando esas marcas.

A través de ellas la Ciencia puede ya determinar la edad biológica (los años que tienen tus órganos y tejidos) y ver las diferencias con la edad cronológica (según el año en que naciste). Por ejemplo, una persona cuyo DNI nos dice que tiene 40 años puede ser que en realidad tenga células que hayan envejecido prematuramente y correspondan a una persona de 60 años. Es posible que un mal estilo de vida “haya marcado” sus genes y haya provocado que su cuerpo envejezca más deprisa. No ocurre solo con las personas que fuman, sino también con quienes tienen infecciones crónicas. Ambas circunstancias van deteriorando los genes de la juventud y propiciando arrugas internas que envejecen por dentro y por fuera.

LO QUE PUEDES HACER PARA CUIDAR TUS GENES

Pero podemos evitar esas marcas. Casi nada está predeterminado de forma fija en nuestro genoma y lo que hacemos importa para ir contrarrestando esos factores que envejecen o alteran nuestros genes. ¡Hay margen para la esperanza!

Lo vemos a diario con personas que reflejan el proceso contrario al que acabo de citar: nacieron hace 70 años pero tienen perfiles epigenéticos de 10 o 15 años menos. Por lo general, son individuos que se han cuidado al no consumir sustancias tóxicas, que no han seguido una alimentación excesiva y que han evitado permanecer muchas horas sentados.

De momento, no existe el medicamento capaz de frenar el envejecimiento. La única forma de hacerlo es seguir hábitos de vida saludables: evitar el sedentarismo, el alcohol, el tabaco, los alimentos poco saludables y las infecciones víricas, entre otros.

La alimentación que merecen tus células

¿Qué comer para vivir más? La decisión de qué incluimos en nuestros platos es, evidentemente, un factor que determina en gran medida un envejecimiento saludable, y da más vida a los años y no más años a la vida. Las bebidas muy azucaradas, la comida ultraprocesada y las dietas ricas en grasa acortan la vida y se asocian a enfermedades que molestan bastante en las últimas décadas de nuestra existencia, como la diabetes 2 o la enfermedad cardiovascular.

Cuando salen noticias de personas centenarias (más de 100 años) y supercentenarias (más de 110 años) nos preguntamos cuál es su secreto. Muchas de esas personas tan longevas se encuentran en Japón y uno de los aspectos que se repite con frecuencia es que hacen un mayor consumo de pescado, especialmente el azul. Dar prioridad a ese alimento no parece, por lo tanto, nada descabellado.

Comer un poco menos para vivir un poco más debería ser nuestra máxima. La restricción calórica es un aspecto importante y que está de rabiosa actualidad, aunque arrastra cierta polémica.

La idea sería quedarnos con un poquito de hambre en cada comida. Eso nos conferiría un tiempo extra de vida al reducirse el gasto energético de nuestras células. Funciona en varios modelos de animales de laboratorio, pero en los humanos no está tan claro. Aun así, podría explicar por qué personas que sufrieron grandes hambrunas –por ejemplo, durante las guerras– luego alcanzan edades muy avanzadas. Estos grandes longevos serían los supervivientes seleccionados por la falta de alimento, aquellos que pudieron adaptarse a sobrevivir con un mínima ingesta calórica. Debemos ser muy prudentes en este punto porque de consumir muy pocas calorías a la desnutrición solo hay un paso y es pequeño.

Muévete a diario

El ejercicio moderado nos proporciona una vejez más saludable y activa, y es uno de los mejores aliados para evitar enfermedades típicas de la vejez como el cáncer, la enfermedad cardiovascular y las neurodemencias como el alzhéimer.

Además, cuando no es excesivo se asocia a mantener nuestros relojes internos un poco retrasados; y eso proporciona una ventaja de supervivencia. Pero el ejercicio no debe ser extremo: los deportistas profesionales envejecen más pronto.

Habla, socializa, lee y sé resiliente

No podemos olvidar otro aspecto (en el que las mujeres llevan la delantera): mantener una vida familiar y social activa. Y también una vida laboral e intelectual dinámica. Hablar con otras personas, pasar tiempo de calidad con ellas (en especial si tienen un caracter positivo) sienta muy bien a nuestros genes, los rejuvenecen.

Finalmente quiero mencionar la resiliencia. Ser resiliente implica disponer de una ventaja enorme a la hora de tener un cuerpo y una mente más jóvenes.

La resiliciencia no es otra cosa que la capacidad de adaptarse, de aceptar los obstáculos que nos pone la vida y, al mismo tiempo, ver qué podemos hacer para salir fortalecidos de esa experiencia. Se cree que la gente que sobrevive a catástrofes desarrolla una ventaja adaptativa. Algo cambia en su interior que les hace vivir más.