Los riesgos de epidemia se extienden por las zonas inundadas de Valencia

Desgraciadamente el drama de las inundaciones de la DANA en la Comunidad Valenciana no se quedan en la búsqueda y recuento de fallecidos. Las aguas estancadas y la contaminación de aguas fecales plantean nuevos riesgos para la salud, a lo que hay que sumar las secuelas psicológicas.

Pablo Cubí
Pablo Cubí del Amo

Periodista

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Una semana después de que las lluvias torrenciales de la DANA asolaran parte del este de España, especialmente la Comunidad Valenciana, los expertos sanitarios avisan que otras emergencias de salud pueden empezar a aparecer.

Hay varios factores que se han de empezar a tener en cuenta. La magnitud de la catástrofe, el hecho de que las tareas de búsqueda de cadáveres y limpieza de aguas estancadas se hayan retrasado, la llegada de numerosos voluntarios no profesionales, el desconocimiento de la población que vive en la zona y la lluvia haya vuelto a aparecer en las zonas inundadas suponen retos de salubridad.

Por eso es especialmente importante que los voluntarios que participan en las operaciones de limpieza estén bien preparados. A todos los que fueron coordinados por la Generalitat valenciana se les dio una mascarilla. Es imprescindible. Pero no solo eso. Veamos qué les preocupa a las autoridades sanitarias ahora.

Los principales riesgos de epidemia

El hecho de que la población pueda estar conviviendo en zonas donde haya cadáveres aún no localizados puede ser lo que más impresione visto desde fuera. Sin embargo, por duro que suene, los muertos no son el problema. No plantean riesgo grande de infecciones. Hay otro factor más importante, de hecho, el más importante.

El riesgo principal es la interrupción del suministro de agua potable y la contaminación del agua por la ruptura o desbordamiento del sistema de alcantarillado, las aguas fecales”, ha explicado el doctor Antoni Trilla, epidemiólogo del Hospital Clínic de Barcelona.

Las aguas contaminadas hace que sean poco seguras para limpiarse y sobre todo para la preparación de alimentos. Esto puede hacer aparecer una oleada de infecciones gastrointestinales: náuseas, dolor de barriga, diarrea y fiebre.

Otras infecciones por consumir agua contaminada son la leptospirosis (una bacteria en la orina de animales infectados que puede dañar los riñones o el hígado) o la legionela. Con riesgo no descartable, aunque más bajo.

La humedad y las malas condiciones higiénicas pueden facilitar el aumento de casos de neumonías o hepatitis. Aunque “la buena situación del sistema de vacunación de la población española hace menos probable la aparición de infecciones como la hepatitis A”, tranquilizaba el doctor Trilla. Tampoco se espera que aparezca el cólera, que es muy habitual en zonas devastadas de países en desarrollo.

Los aspectos que hay que vigilar más

La población local ha de estar vigilante ante la presencia de mosquitos, ratas y cucarachas. En el sur de Francia, por ejemplo, en las inundaciones del 2014 hubo un brote de chikungunya, provocado por el mosquito tigre.

Hay que evitar el uso de agua que no se haya garantizado por parte de las autoridades. La administración valenciana había devuelto el suministro a casi todas las zonas para uso en lavabos, no para la cocina.

El doctor Martín Moreno, catedrático de Salud Pública en la Universidad de Valencia recordaba que a las 72 horas de la inundación los riesgos de infección se agravan. Por eso pedía mayor celeridad en las tareas de limpieza, aunque utilizando el material adecuado.

 “Hemos visto imágenes de chavales muy voluntariosos yendo con un calzado totalmente inadecuado. Tienen que ser botas totalmente impermeables de suela gruesa para evitar cortes y heridas en los pies”, explicaba el catedrático.

Ese material imprescindible son: mascarilla, guantes, pantalones largos y botas de agua.

La cara y la cruz de la salud mental

Según datos del Observatorio de Clima y Salud de la Unión Europea, tras unas inundaciones hasta el 75% de los afectados sufren problemas de salud mental. Los casos más habituales son ansiedad y estrés postraumático y depresión.

Una investigación de la Asociación Española de Pediatría sobre los efectos de la DANA que sufrió Murcia en 2019 constató que uno de cada cuatro menores sufría secuelas psicológicas. Los menores requieren una atención especial, pues sus reacciones no son iguales a las de los adultos y pueden no ser tan fácilmente detectables.

En Estados Unidos, tras los atentados del 11-S o el paso del huracán Katrina se hicieron muchos estudios que confirmaron que este tipo de catástrofes con tantos afectados pasan factura y hay que empezar a poner equipos especiales en movimiento desde ya. La Sanidad local no tiene organizado un equipo suficientemente grande para atender los casos que se prevén en este tipo de situaciones.

Por dejar una nota final positiva, en estos momentos de crisis, en los que las personas solidarias se hacen notar especialmente, también se forma una red social más estrecha que nos aúna y nos devuelve la confianza, la autoestima. Eso reconforta.