A veces, no le damos a la piel la importancia que se merece. Este órgano, el más extenso que tenemos, actúa como escudo protector entre nuestros órganos internos y el exterior, defendiéndonos de todo aquello que, sin ella, podría dañarnos y enfermarnos. Lo hace a través de tres capas: la epidermis es la más superficial y fina, y nos protege de la entrada de gérmenes y del daño solar. La dermis, justo debajo de la anterior y algo más gruesa, posee fibras de colágeno y elastina, responsables de la elasticidad y la resistencia cutánea. Por último la hipodermis, la más interna, se compone sobre todo de tejido adiposo o graso, que nos aísla térmicamente.
Por qué en invierno la notamos más seca
Cuando descienden las temperaturas, la piel trata de protegerse produciendo más colágeno. Pero lo hace de un modo tan acelerado que lo único que consigue es que disminuya el agua de su capa más superficial.
Al no retener la humedad, aparecen signos de sequedad, palidez, y las arrugas de expresión se hacen más evidentes, otorgando un aspecto más envejecido sobre todo a la cara y las manos, por ser las zonas más expuestas al exterior. El resultado es una piel más fina, débil y con menos grasa. Este efecto puede ser aún mayor tras la menopausia, cuando el descenso de estrógenos hace que produzcamos menos colágeno.
Pasar del calor al frío también la daña
Las variaciones bruscas de temperatura son otro claro enemigo para la piel. Los días con una temperatura media y las noches frías, o el contraste al salir a la calle después de haber estado un periodo de tiempo prolongado en un lugar cerrado y caliente, como puede ocurrir en invierno, suponen un riesgo añadido que altera la barrera cutánea y favorece su deshidratación.
- Protege las zonas más sensibles y expuestas, como la cara, las orejas y las manos, cuando salgas a la calle tras estar un buen rato en un ambiente cálido, con la calefacción alta. Gorros, bufandas, orejeras y guantes reducirán el impacto ambiental del contraste de temperatura en tu piel.
- En casa, mantén una temperatura de confort de entre 18 y 22 grados.
La humedad puede alterarla
Nuestra piel es el hogar de millones de bacterias que conviven con nosotros. Es lo que se conoce como dermobiota. Cuando las especies que la forman están en equilibrio, evitan que otras, más oportunistas, puedan instalarse en ella provocando sequedad, acné, dermatitis atópica... Su equilibrio depende, en buena parte, de condiciones ambientales como la humedad en los interiores.
- Si en tu casa hay entre un 40 y un 55% de humedad, estás en el rango que los expertos consideran saludable. Puedes averiguarlo utilizando un termohigrómetro, un aparato que mide tanto la temperatura como la humedad ambiental, y que hoy en día puede adquirirse fácilmente en grandes superficies o tiendas especializadas a precios muy económicos.
- Un ambiente demasiado seco sostenido en el tiempo provoca que la piel pierda agua y se agriete, facilitando la entrada de bacterias nocivas u otros microorganismos a través de esas grietas. No poner muy alta la calefacción y añadir elementos que hidraten el ambiente (por ejemplo, un jarrón con flores en agua, o cuencos con ella cerca de los radiadores en las estancias en las que pases más tiempo) ayuda a elevar estas cifras. También puedes hacer uso de humidificadores si es necesario, teniendo la precaución de limpiarlos adecuadamente, ya que pueden ser un buen caldo de cultivo para bacterias y hongos.
- En cambio, si es muy húmedo, puede provocar que el equilibrio natural entre las bacterias que forman la dermobiota se rompa y que ciertas bacterias y hongos crezcan desmesuradamente, aumentando el riesgo de infecciones. Usar un deshumidificador o distribuir cuencos con sal gorda por casa son dos sencillas maneras de rebajar la cifra de humedad.
Rutinas diarias que la cuidan y refuerzan
Proteger rostro, orejas y manos en el exterior es una medida imprescindible, pero no la única. Las siguientes pueden ayudarte, también, a mantenerla hidratada y sana pese al frío.
- Dúchate con el agua templada. La temperatura no debería ser mayor de 38º, pero tampoco conviene bajar de los 10º. Superando ambos extremos, la piel se seca aún más.
- Utiliza un jabón con un pH respetuoso con la piel, de aproximadamente 5,5 (busca esta información en el envase del producto). Si es muy alto, el equilibrio natural de la piel se altera, impidiendo que sus lípidos (su grasa) se sinteticen adecuadamente. Esto afecta a la barrera protectora, y la piel se vuelve más seca y sensible. De entre las diferentes opciones que existen, los jabones de avena son de los más recomendados por los especialistas. Además de sus propiedades de limpieza, exfoliación y antibacterianas, la avena actúa regulando el sebo, aliviando la piel irritada y protegiéndola de las condiciones adversas. Sé cuidadoso también con el jabón de manos.
- Hidrata la piel de todo el cuerpo. El aceite de germen de trigo es ideal para la rutina diaria: favorece la cicatrización, evita la inflamación, tiene propiedades antienvejecimiento, es uno de los antioxidantes más potentes y aporta hidratación extra. Protege especialmente cara y manos, las zonas que quedan más expuestas, utilizando fórmulas específicas para ellas. Y, si vas a estar al aire libre, no te olvides del factor de protección solar tampoco en invierno.
- Bebe líquidos para hidratarla. Toma entre 1,5 y 2 litros de agua al día, ya sea sola o en infusión, caldos caseros o licuados naturales.
- Nútrela también desde dentro con la dieta. Reforzar el consumo de ciertos alimentos en época de frío te ayudará a fortalecer la piel. No te olvides de incluir en tus menús ingredientes ricos en vitamina C (imprescindible para la formación de colágeno), omega 3 (que regenera la dermis), polifenoles (que combaten el envejecimiento prematuro de la piel) y vitamina E (con propiedades calmantes y antiinflamatorias).
- Mima tu labios. Protégelos con un bálsamo que contenga ingredientes naturales, como el aceite de coco, la vitamina E y la manteca de karité. Si los notas secos, evita mojarlos con saliva porque cuando dejen de estar humedecidos se resecarán e irritarán aún más. Y renueva el labial cada cierto tiempo: la cifra (6 M, 12 M...) que aparece junto a un símbolo que recuerda a un frasco abierto indica los meses recomendados de uso tras su apertura.
- Usa ropa transpirable. Lo ideal es optar por tejidos naturales como el algodón o la lana. Hoy en día se pueden encontrar camisetas térmicas 100% orgánicas, que mantienen el calor corporal sin hacernos sudar.
- Vístete por capas. Podrás ponerte o quitarte prendas en función de la temperatura y evitarás sudar por ir demasiado abrigado, lo que puede acabar irritando las pieles más sensibles.
Cómo aliviar los daños en la piel provocados por las bajas temperaturas
Los cambios muy bruscos o un frío extremo pueden generar la aparición de lesiones en la piel, que brotan muy rápidamente. Estas son las más comunes y lo que puedes hacer para tratarlas.
Sabañones
Surgen cuando exponemos la piel al frío de repente, y suelen afectar a las zonas más externas del cuerpo: pies, manos, nariz y orejas. Tienen forma de rojeces sobreelevadas, algo brillantes y frías al tacto, que se acompañan de picor y que a veces duelen.
- Mantener templadas las áreas afectadas ayuda a combatirlos. Pero no las acerques a la estufa o al radiador justo al entrar a casa porque exponerse de forma tan directa al calor puede agravar los sabañones. Las lesiones suelen desaparecer en 2-3 semanas.
Habones
Pueden formarse en personas que desarrollan una reacción alérgica al frío ambiental (conocida médicamente como urticaria a frigore). Normalmente, si se protege la zona afectada abrigándola bien, estas ronchas desaparecen pasados unos minutos.
- Pueden provocar picor y también hinchazón (a veces aparece, incluso, al comer o beber cosas frías). Es importante que los alérgicos no se expongan a las bajas temperaturas durante mucho tiempo para evitar un posible shock anafiláctico (una reacción alérgica grave).