Hepatitis: cómo prevenirla y detectarla a tiempo

La inflamación del hígado, o hepatitis, puede tener diversas causas, aunque lo más frecuente es que de deba a una infección vírica. Detectarla a tiempo es esencial para evitar consecuencias graves.

Dr. Francisco Marin
Dr. Francisco Marín

Médico de Atención Primaria

Pablo Cubí
Pablo Cubí del Amo

Periodista

Actualizado a

hepatitis

Muchas personas con hepatitis no están diagnosticadas, algo que perjudica el tratamiento. 

La hepatitis, una inflamación del hígado, puede estar causada por diversos factores, desde el consumo de alcohol, determinados medicamentos o toxinas en los alimentos (por ejemplo, setas) hasta infecciones víricas.

Las hepatitis víricas, de hecho, causan 1,3 millones de muertes al año en todo el mundo, e acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Un nuevo informe de esta organización presentado en la Cumbre Mundial sobre las Hepatitis alerta de que cada día mueren 3500 personas en todo el mundo debido a las hepatitis B y C.

Tipos de hepatitis

Las hepatitis víricas son las más habituales y hay cinco tipos principales: A, B, C, D, E, que difieren tanto en la forma de contagio como en el diagnóstico y el tratamiento. Las tres primeras, no obstante, son con diferencia las más comunes:

  • Hepatitis A: es la más frecuente a nivel mundial (aunque en Europa la incidencia es baja) y generalmente se transmite a través de alimentos o agua contaminados por el virus, que se encuentra en las heces de las personas infectadas. La enfermedad suele ser leve y la persona queda inmunizada ante futuras infecciones por este mismo virus. Existe una vacuna frente al virus de la hepatitis A que se recomienda en algunas zonas o situaciones donde hay riesgo de infección.
  • Hepatitis B: Se transmite a través de la sangre, fluidos corporales o de madre a hijo. Lo más habitual es que se contagie durante las relaciones sexuales o mediante el uso de jeringuillas contaminadas. En España, el calendario de vacunación infantil incluye una vacuna frente a la hepatitis B y también existe un tratamiento que evita el contagio al hijo de una madre con la infección.
  • Hepatitis C: Se transmite a través del contacto con sangre infectada, habitualmente por una jeringuilla infectada o una aguja mal esterilizada (por ejemplo, en un tatuaje) o al tratar una herida de una persona infectada. También puede contagiarse a través de las relaciones sexuales, aunque es algo mucho menos habitual. En la actualidad no existe una vacuna contra el virus de la hepatitis C, por lo que el más frecuente. Los tratamientos son, además, muy caros. No obstante, en el 70% de los casos la enfermedad acaba remitiendo.
  • Hepatitis D: Solo se presenta en personas ya infectadas con hepatitis B.
  • Hepatitis E: Se encuentra principalmente en zonas con malas condiciones sanitarias y se transmite a través del agua contaminada.

Riesgos y consecuencias de la hepatitis

La hepatitis E, qué es y cómo se trata

iStock by Getty Images

En algunos casos, el sistema inmunitario de la persona puede combatir la inflamación y el hígado se regenera completamente. Sin embargo, en otros la infección puede dañar el hígado y afectar gravemente la calidad de vida.

El hígado depura multitud de toxinas y medicamentos. Depura bilirrubina, un pigmento amarillo que elimina por la bilis al intestino y que da color a las heces. Almacena depósitos de glucosa para poder conseguir energía. Fabrica varias proteínas, entre las que se encuentran las que hacen posible la coagulación. En una hepatitis todas estas funciones se pueden ver más o menos alteradas según la gravedad de la inflamación”, explica el doctor José María Aparicio, ex asesor del Ministerio de Sanidad.

En algunos casos, las hepatitis B y C pueden cronificarse y favorecer la aparición de otras enfermedades, como el cáncer de hígado o la cirrosis. Para evitar que esto suceda, es clave la detección precoz de la hepatitis.

Prevención de la hepatitis

Pese a que es una enfermedad bastante frecuente, todavía son muchas las personas que no saben cómo se puede prevenir. De hecho, el informe Percepción Social de la Hepatitis C en España indicó que el 58% de los españoles ignoran cómo prevenir la infección.

Como ocurre con muchas otras enfermedades, la higiene es clave, en especial cuando no se está en un ambiente conocido o habitual:

  • Lavarse bien las manos con frecuencia.
  • Antes de cocinar, lavarse las manos y toda la comida (en especial la fruta y la verdura, pero también la carne).
  • Usar guantes desechables si vamos a curar o tratar una herida.
  • Nunca compartir el cepillo de dientes, las cuchillas u otros utensilios que entren en contacto con la sangre u otros fluidos de otras personas.
  • Al hacerse un tatuaje, corroborar la higiene del local y de los utensilios que se vayan a usar.

Claves para la detección precoz de la hepatitis

Como ocurre en muchas enfermedades, la detección precoz es clave para evitar que la enfermedad avance y tenga consecuencias graves e irreversibles. Sin embargo, y pese a las mejoras en la detección precoz de los últimos años, todavía son muchos los casos de hepatitis C (la más extendida) sin diagnosticar.

Y es que no se suelen hacer pruebas para detectar la enfermedad en los reconocimientos médicos rutinarios. Esto lleva a que algunas personas estén muchos años con la enfermedad hasta que notan algún síntoma. A menudo, se descubre a través de un análisis de sangre a causa de algún otro problema.

Hay algunos síntomas de la hepatitis, que pueden confundirse fácilmente con otras enfermedades, a los que hay que prestar atención:

  • Color amarillo en la piel o el blanco de los ojos (ictericia). Es, tal vez, el síntoma más conocido de la hepatitis, pero también puede deberse a otros problemas en el hígado.
  • Color oscuro en la orina, por la acumulación de bilirrubina.
  • Heces de color blanquecino.
  • Fiebre de baja intensidad, pero persistente y sin causa aparente.
  • Dolor muscular y articular debido a la inflamación de los tejidos. También puede doler la zona de debajo de las costillas en el lado derecho.
  • Molestias digestivas: diarrea, náuseas, falta de apetito…
  • Picor, debido a que la bilirrubina se acumula en la piel e irrita las terminaciones nerviosas.
  • Más infecciones: cuando el hígado está sano, destruye las bacterias y los virus que llegan por la sangre desde el abdomen, pero cuando no es así pueden pasar a la circulación general.