Las imágenes estremecedoras de destrucción por las inundaciones provocadas por la DANA que hemos visto todos sobrecogen. Si eso nos pasa a los que no estábamos allí, es difícil hacerse a la idea de cómo lo pueden gestionar las víctimas que lo han vivido en primera persona. Aquellos que han perdido un familiar, que han visto pasar cadáveres o que se han quedado sin casa.
“Para esas personas ya ha pasado lo peor desde el punto de vista emocional agudo, pero ahora viene todo un largo periodo de trabajo mental, de gestión emocional”, nos dice el doctor Jorge Tizón, psiquiatra y profesor de la Universidad Ramón Llull (Barcelona).
Un periodo necesario en términos de salud mental para poder asimilar lo que se ha vivido. Veamos cómo podemos actuar solidariamente para ayudar a esa gestión emocional.
Qué le pasa al cerebro tras una tragedia
¿Qué le ocurre al cerebro en este tipo de tragedias? “Se produce un choque emocional brutal, todas las emociones se ponen en marcha”, explica el doctor. Esto significa que durante semanas se producen cambios bioquímicos que se traducen en importantes cambios cerebrales. Y estos a su vez interactúan con cambios endocrinos, físicos, psicológicos…
Es una tempestad emocional por las que va pasando la persona. Por momentos se siente miedo, miedo a que pasó a que se repita, también irá y deseos de indagar, de buscar explicaciones. En otros momentos se intenta desconectar, reír o refugiarse en el sexo. Y en otros se está dolido por las pérdidas. Es un vaivén emocional que se va alternando a lo largo de los días y los meses.
El periodo de readaptación de las personas afectadas es variable porque depende de cada caso. Para las personas que han perdido un familiar, conocido, un vecino estimado, estamos hablando de meses como mínimo. También va a ser largo para aquellos que han perdido su casa. “Nosotros nos constituimos gracias a los objetos que nos rodean, perder eso, perder el hogar y los objetos que lo constituyen es un golpe, un conjunto de pérdidas, igualmente muy fuerte”, aclara el doctor Tizón.
Para las personas que han perdido a un familiar cercano (especialmente si además han vivido el momento en que se los llevaba la corriente) va a ser mucho más largo, “hablamos de años”, puntualiza.
Qué podemos hacer para ayudar
Para dar esperanza a estas personas, el psiquiatra nos apunta que esta etapa de gestión mental es también un periodo creativo. “De todos los duelos y todas las pérdidas pueden salir enseñanzas positivas para cada persona y para la humanidad”.
Depende de cómo elaboramos la pérdida y de cómo participemos con los que nos rodean lograremos sacar estos aspectos positivos de la desgracia.
¿Cómo podemos ayudar el resto de personas a afrontar este periodo? “Lo primero es ser prudente, no meterse por que sí a querer dar consejos”, advierte el doctor Tizón. Hay tres formas de ayudar.
- Acompañar. Basta con estar allí. No es necesario hablar. Puede ser suficiente con traer un caldo caliente o una manta, porque son elementos que pueden ayudar a que la persona se reconforte y recupere calor no solo físico sino también emocional.
- Asesorar. En niños, personas aisladas (que no tienen familiares cercanos) o que estén en residencia hay que dar un paso más y las personas que les cuidan en bueno que se asesoren con especialistas. “Por ejemplo, para los niños es fundamental que vuelvan al colegio cuanto antes, con sus rutinas y compañías y que trabajen esta situación que acaban de vivir”, explica el doctor.
- Intervenir. Cuando la persona está muy hundida, desbordada, incapaz seguir su vida de relación tras semanas o meses, o incluso que se ancla en su papel de víctima, allí se requiere a un profesional. En algunos casos pueden ser personas que ya tenían algún trastorno psiquiátrico previo.
El reto que nos plantea el cambio climático
La ola de generosidad y solidaridad que se ha visto durante estos días ha sido muy valiosa. En redes sociales se ha reflejado esa gratitud por parte de los que han sufrido la gota fría. Pero las administraciones no pueden limitarse a confiar en estas movilizaciones de la ciudadanía.
Hemos de ser plenamente conscientes de la crisis climática que vivimos y de que este tipo de situaciones van a ser cada vez más habituales. Ya no afecta solo a una pequeña isla del Pacífico. “Hemos tenido una pandemia, dos DANAs y esto va a pasar más”, advierte el doctor.
Por eso hemos de plantearnos cambios en toda la orientación del sistema sanitario. “La medicina de emergencias debe de reorganizarse ante estos nuevas situaciones: habrá tal vez DANAS, otros fenómenos meteorológicos o infecciosos extremos y probablemente volveremos a temer un verano de calor extremo que va a suponer más muertes de gente mayor y gente vulnerable”, añade.
"No podemos seguir cerrando los ojos a la realidad de la crisis climática ni apoyando a los que la niegan, a los negacionistas: son los peores cuidadores u organizadores", concluye.