Seguramente te ha pasado alguna vez que, tras una excursión más larga o difícil de lo que pensabas, has notado dolor por todo el cuerpo. Un esfuerzo físico importante provoca que las articulaciones se inflamen y nuestros músculos se agoten, hasta el punto de que palparlos puede resultar molesto durante unos días. Pero no es, ni mucho menos, la única causa de dolor generalizado.
Conocer el origen es fundamental para tomar medidas frente a él, sobre todo si perdura en el tiempo o se nota a menudo.
Lo sufre hasta un 10 % de los adultos, en especial las personas de entre 30 y 50 años, y mucho más las mujeres que los hombres. Los médicos nos referimos a ello como dolor osteomuscular crónico generalizado. Y aunque la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica quizá sean los cuadros más conocidos y estudiados, puede haber otros desencadenantes.
Cuidar a alguien aumenta el riesgo
Encargarse del cuidado de niños pequeños, padres, parejas... puede generar un malestar emocional y físico que acaba pasando factura en forma de dolor generalizado. Es uno de los síntomas del síndrome del cuidador.
Las mujeres de entre 50 y 60 años, que pueden pasar de cuidar a los hijos a cuidar a los padres en muy poco tiempo, son especialmente vulnerables a padecerlo. En ellas, el dolor suele acompañarse también de una sensación de agarrotamiento.
Prestar atención a sus propias necesidades, reservando algo de tiempo cada día para uno mismo, y permitirse expresar el posible malestar de estar a cargo de una persona dependiente contribuye a reducir el riesgo de que aparezca el síndrome del cuidador.
No hay que olvidar que el desánimo y el estrés mantenido en el tiempo pueden hacer que nos bloqueemos físicamente como una forma instintiva de protección.
Un síntoma más de trastornos reumáticos
La artritis, la artrosis, la osteoporosis, el lupus... son otras posibles causas de que aparezcan episodios de dolor, a veces generalizado.
La inflamación articular es otro de los síntomas que suele acompañar a estos cuadros. Y, ante la duda, una analítica de sangre puede ayudarnos a identificar y evaluar diversos marcadores reumatológicos.
La glándula tiroides puede estar detrás
Cuando el ritmo de la tiroides se altera –ya sea porque produce hormonas de forma más lenta o más rápida de lo habitual–, pueden notarse también molestias musculares, aunque el mecanismo es distinto.
- El hipotiroidismo provoca atrofia muscular. Cuando la tiroides va más lenta, al tejido muscular le cuesta más regenerarse y recuperarse. Y esto favorece la aparición del dolor.
- Con hipertiroidismo los notamos más cansados. Una tiroides acelerada provoca síntomas similares a los de los picos de estrés, y uno de ellos es la debilidad muscular.
Una vez más, un análisis de sangre puede sacarnos de dudas si se sospecha de un trastorno tiroideo.
Las infecciones, otra posible causa del dolor
En estos casos el dolor suele aparecer semanas o, incluso, meses después del cuadro infeccioso. Suele acompañarse, también, de una sensación de cansancio importante, que puede convertirse incluso en crónica.
Ciertos virus, como el de la COVID o el de la mononucleosis infecciosa (conocida también como la enfermedad del beso), se han relacionado especialmente con la aparición de este dolor generalizado. De momento se desconoce el motivo de esta relación, aunque hay varias líneas de estudio al respecto que apuntan a alteraciones tanto del sistema inmune como de la microbiota.
Fármacos que favorecen su aparición
El abanico es muy amplio, y precisamente por eso debemos tener en cuenta la toma de medicamentos como posible origen de un dolor corporal generalizado. Algunos de los más frecuentes son:
- Las estatinas, que se usan para reducir el colesterol. Esta familia de fármacos actúa inhibiendo una enzima que es fundamental para que nuestro hígado produzca colesterol, pero que también contribuye a una buena salud muscular. Si las tomas y notas molestias o calambres musculares, informa a tu médico de ello porque existen otras opciones de tratamiento que tal vez son adecuadas para tu caso.
- Los que bloquean la acetilcolina, un neurotransmisor encargado de enviar mensajes, entre otras, a las células de los músculos. Este tipo de fármacos (anticolinérgicos) se utilizan en el tratamiento de trastornos muy variados: incontinencia urinaria, vértigos, asma, depresión, párkinson...
- Los corticoides, sobre todo si se toman de forma crónica, pueden acabar también deteriorando la musculatura, lo que genera dolor y debilidad. Se suelen prescribir para tratar numerosos trastornos por sus propiedades inmunosupresoras (útiles en caso de trastornos autoinmunes o tras un trasplante, por ejemplo) y antiinflamatorias.