Los alimentos ultraprocesados abarcan una amplia gama de productos de todo tipo listos para comer. Van desde los aperitivos envasados, las comidas preparadas, los fideos instantáneos, la repostería industrial y un largo etcétera.
A grandes rasgos son los alimentos que al ver los ingredientes hay más nombres desconocidos que conocidos. Incorporan todo tipo de aditivos para mejorar el sabor, la textura y la duración. Como capricho de vez en cuando no son un problema de salud.
El problema es que en países como Estados Unidos o Australia suponen más del 50% de los aportes de calorías (energía en el cuerpo). En el área mediterránea, como Italia o España, estamos entre el 10% y el 25%, pero cada vez se consumen más. Un nuevo estudio explica los riesgos de seguir en esta línea ascendente.
Más riesgo para el corazón y cerebro
En la última década había varias investigaciones que han apuntado que cuanto más alimentos consume una persona más posibilidades tiene de que tengan ansiedad o depresión. Otros estudios apuntaban a mayor riesgo de obesidad, diabetes, problemas en el hígado y cardiovasculares.
Para intentar aclarar algo más la situación, un grupo de investigadores de diferentes países se han dedicado a comparar y unir todos estos trabajos en un nuevo estudio, que ha publicado el prestigioso British Medical Journal.
“Nuestra conclusión es que un mayor consumo de alimentos ultraprocesados aumenta el riesgo de trastornos metabólicos que afectan al corazón y trastornos mentales”, ha explicado el psiquiatra Wolfgang Marx, profesor de la Universidad Deakin (Australia) y director del estudio.
Las evidencias más fuertes han estado en la correlación de alimentos ultraprocesados y diabetes tipo 2 (que supone a su vez un mayor riesgo de ictus o infarto). Le siguen en importancia los trastornos del sueño y la ansiedad.
¿Cómo nos dañan estos alimentos?
En los países desarrollados, con una administración de salud vigilante, no hay ingredientes dañinos en sí. Es su consumo continuo y en grandes cantidades lo que acaba dañando. ¿De qué manera?
Hay elementos evidentes que conocemos todos: “Mucho aporte calórico, sal, azúcar y grasas saturadas, mientras que hay niveles bajos de fibra dietética, micronutrientes y vitaminas”, recuerda el doctor Marx.
Todos son factores que influyen en la salud cardiovascular y en mayores picos de azúcar, que aumentan el riesgo de diabetes. Sin embargo, “aún no comprendemos del todo el papel del procesamiento de los alimentos en la salud mental”, admiten los autores. La pista más importantes está en la mala salud intestinal. Sabemos que en nuestro sistema digestivo hay muchas neuronas. Tantas que se habla incluso de un “cerebro intestinal”.
Los alimentos ultraprocesados son pobres en fibra. La fibra ayuda a alimentar las bacterias del intestino. “Las fibras también ayuda a producir ácidos grasos de cadena corta, sustancias que desempeñan un papel importante en la función cerebral”, asegura el doctor Marx.
Qué evidencia científica existe
No existen pruebas concluyentes de estas relaciones. Todos son observaciones a través de animales de laboratorio o deducciones a partir del estudio de grupos de población y sus hábitos alimenticios. De todas formas, hay una serie de pistas muy significativas que apoyan sus conclusiones:
- “Las personas con depresión tienen una composición bacteriana menos diversa y menos ácidos grasos de cadena corta”, indica este experto.
- Los aditivos químicos que añaden a los productos ultraprocesados, como edulcorantes y emulsionantes, afectan a las bacterias intestinales. Fíjate que entre los efectos del exceso de edulcorantes están los trastornos gástricos.
- El exceso de azúcar y una menor variedad bacteriana contribuyen a mayor riesgo de inflamación. “Se cree que las interacciones entre el cerebro y el aumento de inflamación impulsan trastornos mentales”, dicen los autores del estudio.
Otros científicos plantean objeciones. No niegan estas evidencias. Solo recuerdan que cuando estás deprimido, ansioso o duermes mal tienes tendencia a comer más y optas por estos alimentos poco saludables y con ingredientes que los hacen más adictivos.
Por tanto, la dieta puede influir en el estado de ánimo. Y también ocurre lo contrario. Puede que sea un círculo vicioso y sea muy difícil dilucidar qué llevó a qué.
En todo caso, las recomendaciones de todos los expertos nutricionistas es que reduzcamos en lo posible la tentación, limitando al máximo estos productos en nuestra despensa. Ya se encargarán las empresas de que nos entren ganas de seguir consumiéndolos.