A nadie le amarga un dulce aunque hay personas que no tienen especial predilección por tomarlos. Es más, pasan directamente del segundo plato al café saltándose el postre. Para los golosos eso es un anatema. ¿Y por qué pasa?
Que seas más de dulce o de salado tiene más enjundia de lo que parece. Lo ha explicado la nutricionista María Ángeles García, conocida popularmente como Boticaria García. En la decisión que nos decanta por una u otra opción influyen tres tipos de factores: genéticos, neuroquímicos y psicológicos.
Podemos tener genes más golosos
La experta ha dado la explicación en el programa Saber Vivir de TVE y también lo ha compartido en sus redes sociales. En primer lugar, desde un aspecto genético, se ha de decir que efectivamente tenemos genes golosos.
“El estudio del genoma humano completo ha identificado varias regiones del genoma relacionadas con la preferencia del dulce y la ingesta de azúcar”, ha dicho la Boticaria García. Eso hace que algunas personas sean más sensibles al dulce.
De todas maneras, aclara que el que esté escrito en nuestros genes no es el único determinante para que nos volvamos locos por el azúcar. Puede que a los dos progenitores les guste el dulce y esa afición no la compartan todos los hijos. No todos los genes se expresan (se activan). Puedes tener un hermano pelirrojo y ni tú ni tus hijos lo serán, pese a que tienes el gen. Con el dulce pasa lo mismo.
Hay personas más sensibles AL DULCE
En segundo lugar la nutricionista García apunta a que “podemos crear hipersensibilidad al receptor opiáceo”. Eso significa que, si durante mucho tiempo consumimos en cantidad alimentos dulces, muy sabrosos y que expresan mucho su sabor, se pueden liberar en el cerebro opioides endógenos.
“Lo opioides endógenos son unos compuestos que nos producen placer”, explica. Endógeno significa que los creamos nosotros mismos. Estos opioides los captamos en unos receptores que son como pequeñas antenas situadas especialmente en el cerebro, la medula espinal y el tubo digestivo.
Los receptores puede acostumbrarse a ese placer que dan los opioides y pedir más y más cada vez. Es una especie de pez que se muerde la cola. En algunas personas hace que tenga más antojos y más intensos por lo dulce.
Los motivos psicológicos
Los factores psicológicos y emocionales también tienen mucho que decir en este gusto por el dulce. “Las experiencias pasadas, el estado de ánimo, el estrés pueden afectar también a la percepción que tenemos del sabor dulce y al hambre emocional”, dice la experta.
Algunas personas recurren a los alimentos dulces para manejar su estrés o porque consideran que es la manera de animarse. A veces es simplemente para salir del aburrimiento.
Del mismo modo, también los aperitivos salados, unos choricitos, una patatas fritas y otros snacks pueden ser antojos que en nada se relacionan con necesidades reales.
La recomendación de la nutricionista García es que nos autoanalicemos para saber qué tipo de hambre tenemos. Si cuando sientes necesidad de un dulce no te tomarías una manzana o un plátano, quizá esa necesidad de nutrientes no sea tan real. “Seas de azúcar o de pan, vigila el hambre muy de cerca”, acaba recomendando la experta.
Quién tiene más riesgo de engordar
El que seas más de dulce o de salado también tiene cierta relación con el riesgo de que sufras obesidad. La preferencia por el sabor dulce se ha asociado en diversos estudios al riesgo de sobrepeso. El consumir alimentos ricos en azúcar puede contribuir al aumento de peso.
Además, se ha observado que el consumo excesivo de azúcar, como hemos visto, puede alterar no solo las señales de placer, sino también las señales de saciedad en el cerebro, lo que lleva a comer en exceso.
Aunque los enfoques suelen estar en el azúcar, también hay estudios que apuntan al riesgo en las personas que prefieren el gusto salado. No hay que olvidar que los alimentos ricos en sal suelen relacionarse también con alto contenido calórico. Los snacks son un ejemplo evidente.
Un estudio llevado a cabo por la Universidad Mayor, en Chile, con 319 voluntarios, no pudo discernir si el sabor dulce favorece el desarrollo de la obesidad por encima del salado. Sin embargo, en otros estudios no específicos sobre el tema, la relación entre la preferencia por lo salado y la obesidad parece ser menos directa que con el dulce.