Probablemente has oído en alguna ocasión que masticar 20 o 30 veces cada bocado que te llevas a la boca ayudar a mejorar la digestión y a comer menos. Por tanto, es una buena costumbre para prevenir la obesidad que se conoce desde hace muchísimo tiempo.
Investigadores de la Universidad de Waseda en Japón han descubierto el mecanismo mediante el cual la masticación aumenta el gasto calórico y, en consecuencia, favorece la pérdida de peso.
termogénesis inducida por la dieta
El proceso de masticación mejora el gasto de energía asociado con el metabolismo de los alimentos y aumenta la motilidad intestinal, señalan los autores del estudio.
Y todo ello se resume en una mayor generación de calor en el cuerpo después de comer: es lo que se conoce como termogénesis inducida por la dieta (DIT). Sin embargo, hasta ahora no estaba claro cómo la masticación prolongada favorece esa termogénesis.
Y eso es justamente lo que han descubierto este equipo de investigadores japoneses a raíz de un estudio publicado en la revista Scientific Reports.
Analizar la masticación prolongAda
La termogénesis, o efecto térmico provocado por el consumo de alimentos, aumenta el gasto de energía por encima del nivel basal en ayunas, y es un factor conocido para prevenir el aumento de peso.
En un estudio anterior, los investigadores ya descubrieron que comer despacio y masticar bien no solo aumentaba la termogénesis, sino que también mejoraba la circulación sanguínea en el abdomen.
Pero, ¿por qué? "No estábamos seguros de si el tamaño del bolo de comida que entra en tracto digestivo contribuye al aumento de la termogénesis tras comer lentamente. O si los estímulos generados durante la masticación prolongada también aumentan la temperatura corporal", señala el profesor Naoyuki Hayashi. Había que investigarlo.
Detalles del estudio
Para encontrar la respuesta, los investigadores realizaron un nuevo estudio, pero esta vez con alimentos líquidos para valorar realmente si el tamaño del bolo alimenticio influye.
El estudio completo incluyó tres ensayos realizados en días diferentes.
- En la prueba de control, pidieron a los voluntarios que tragaran 20 ml de comida líquida cada 30 segundos.
- En la segunda prueba, los voluntarios mantuvieron el mismo alimento líquido en la boca durante 30 segundos sin masticar, lo que les permitió saborearlo durante más tiempo antes de tragarlo.
- Por último, en el tercer ensayo estudiaron el efecto tanto de la masticación como del gusto; los voluntarios masticaron el alimento líquido de 20 ml durante 30 segundos a una frecuencia de una vez por segundo y luego lo tragaron.
Las variables como el hambre, la saciedad, la termogénesis y la circulación sanguínea en el abdomen fueron medidas antes y después del consumo de la bebida de prueba.
efectos de masticar bien
Los resultados del estudio fueron bastante esclarecedores:
- Aunque las puntuaciones de hambre y saciedad no cambiaron de un ensayo a otro, observaron que se producía un mayor aumento de la termogénesis cuando la masticación era más larga o cuanto más se saboreaba el alimento aunque fuera líquido.
- El intercambio de gases y la oxidación de proteínas también aumentaron con la duración de la estimulación del gusto y la masticación, lo que facilita la digestión.
- También aumentó el flujo sanguíneo en la arteria celíaca esplácnica (se encarga de abastecer el estómago de sangre). Como esta arteria suministra sangre a los órganos digestivos, la motilidad del tracto gastrointestinal también aumentó como respuesta a la masticación.
Peso a raya
Con los resultados en la mano, los autores del estudio no dudan en afirmar que masticar bien aumenta el gasto de energía, lo que puede ayudar a prevenir la obesidad y el síndrome metabólico.
"Es cierto que la diferencia entre masticar bien o hacerlo poco se traduce en un pequeño incremento de energía en cada comida", señala el profesor Hayashi.
"Pero el efecto acumulativo de tres comidas al día durante los 365 días del año es sustancial", concluye.