¿Alguna vez has contado el número de veces que inhalas y exhalas a lo largo de un minuto? En general, en una situación de reposo podemos respirar cerca de 20 de veces por minuto, lo que significaría que al cabo de una hora podríamos llegar a 1.200 veces, en un día casi 30 mil. Ahora bien, la mayor parte de estas respiraciones, por no decir todas, las hacemos de forma inconsciente. Es nuestro organismo el que de forma autónoma toma y expulsa aire sin que nosotros intervengamos en ningún momento.
Partiendo de esta idea, la cuestión es que si estuviéramos atentos a cómo respiramos, nos daríamos cuenta de que muchas veces acabamos expulsando el aire sin que haya bajado del pecho. Pero con estos ejercicios puedes mejorarlo.
1. Expande tus pulmones
Para este ejercicio necesitarás una fitball, una de esas pelotas que generalmente se usan en las clases de Pilates.
- Siéntate sobre ella con las plantas de los pies apoyadas en el suelo. Asegúrate de que las piernas forman un ángulo de 90º.
- Apoya ambas manos a los lados de la pelota y, poco a poco, avanza dando pequeños pasitos hacia delante.
- Apoya la espalda sobre la pelota con las manos en la nuca e inspira por la nariz mientras llevas los codos hacia atrás.
- Inspira, siente cómo el aire entra en tus pulmones y bájalo todo lo que puedas.
- Aguanta unos segundos y expúlsalo poco a poco por la boca, con los labios fruncidos.
2. CON LOS BRAZOS ALZADOS
- Ponte de pie, con las piernas separadas a la anchura de los hombros.
- Sé consciente de tu postura, los brazos estirados a ambos lados del cuerpo y los hombros relajados. Pon atención en tu respiración, fíjate en cómo entra el aire por la nariz y sale por la boca muy poco a poco.
- Entrelaza los dedos de las manos y sube los brazos hacia el techo dejando las palmas de las manos mirando al techo. Procura no subir los hombros, mantenlos relajados. La mirada al frente. No mires arriba; si lo haces, tensionarás las cervicales, lo cual podría provocar molestias musculares a medio y largo plazo.
- Una vez los brazos están estirados y hacia arriba, respira lenta y conscientemente. Inspira por la nariz despacio notando cómo entra el aire poco a poco y va llenando los pulmones ensanchando la caja torácica. Aguanta unos segundos y a continuación suelta el aire despacio como si trataras de apagar una vela con cuidado.
3. CÉNTRATE EN EXPULSARLO
Completamos esta breve rutina con este ejercicio centrado en la expulsión del aire. La forma en la que exhalamos también es importante, ya que los efectos serán unos u otros en función de ello.
- Colócate de pie, con las piernas separadas a la anchura de los hombros, como en el ejercicio anterior.
- Junta y entrelaza las manos. Eleva los brazos hasta la altura de los hombros. Las palmas de las manos miran hacia afuera.
- Procura que las cervicales estén alineadas y la mirada al frente.
- Esta postura facilita una correcta expulsión del aire para renovarlo mejor. La respiración ha de ser lenta, profunda y controlada. Para ello, inspira lentamente por la nariz y expulsa el aire por la boca, solándolo poco a poco, sin prisa.
Beneficios de lograrlo
- Ayuda a bajar la presión arterial. La practica regular de una respiración profunda (o diafragmática) reduce el esfuerzo que debe hacer el corazón para bombear la sangre, remarcan desde la Universidad de Harvard (EE. UU.).
- Combate los nervios y el estrés. Centrarse cada día unos minutos en la respiración es un ejercicio sencillo y eficaz para relajarse.