Hablar es más fácil que actuar. ¿Cuántas veces hemos repetido esta frase sin realmente reflexionar sobre su significado? Muchos se lanzan a proponer ideas sin medir el esfuerzo que implican, y cuando llega el momento de ejecutarlas, surgen los obstáculos.
En lugar de rechazar tareas irracionales a veces nos es más fácil ponernos a hacer cosas por no saber decir "no". Aceptamos compromisos absurdos, proyectos inviables o peticiones abusivas, ya sea por evitar discusiones, por complacer o por simple inseguridad.
Es algo más común de lo que parece, y los psicólogos advierten de sus consecuencias. La buena noticia (y ya que hablamos de refranes) es que no hay mal que por bien no venga. La solución está en una herramienta poderosa: un simple "no". Cuando aprendemos a usarla, la vida se vuelve más liviana.
Quién ha de practicar la negativa
“Decir no parece fácil a priori; sin embargo, es una de las máximas dificultades que nos encontramos en consulta”, explicaba la psicóloga Natalia Franco, del centro clínico Área Humana. Y es que parece mentira que, siendo una de las palabras más cortas que tenemos en castellano, a veces cueste tanta decir ‘no’.
Hay veces que es importante no aceptar todo lo que nos piden, y rechazarlo no es sinónimo de ser poco social o egoísta.
Ahora bien, ¿a qué personas les cuesta más decir no? Hay algunos perfiles que, por diferentes razones, tienen más dificultades para negarse:
- Personas con miedo a no ser aceptadas. Son aquellas que temen decepcionar a los demás, que las vean como egoístas o poco participativas. Detrás de esto, en ocasiones hay experiencias previas negativas que han hecho ver que decir no es un error.
- Personalidad más complaciente. Aquellos a quienes les gusta agradar a los demás sin poner límites y que priorizan las necesidades de otros antes que las suyas. Hay incluso una patología relacionada: el síndrome de la chica buena (en femenino porque es mucho más habitual en las mujeres).
- Personas que evitan la confrontación. A veces por no tener peleas o iniciar discusiones acceden sin ganas, pensando que ceder en todo es el mal menor.
- Personas con baja autoestima. Les falta fuerza de voluntad para establecer límites o expresar sus propias necesidades.
- Personas con falta de asertividad. La capacidad de cada uno de saber comunicar para defender las ideas o derechos es lo que se conoce como asertividad. Lo que se dice “tener buena labia”. Pero hay personas que no tienen asertividad, no saben comunicar bien, unas acaban siendo muy agresivas y otras muy pasivas. En este segundo grupo están las que no saben decir que no.
- Personas con dependencia emocional. Quienes están en una relación difícil o directamente con una persona tóxica, pueden estar manipulados o bajo el chantaje emocional para que no puedan decir que no.
¿Cómo sé si me cuesta decir no?
Todos estos casos que hemos visto son situaciones de inferioridad. No siempre es fácil reconocerse a uno mismo en alguno de estos grupos de personas, pero hay algunas pistas que nos pueden indicar que nos cuesta decir no:
- Si nos justificamos en exceso. Nos decimos “me da un poco igual”, “no es tan importante”. Pese a que nos suponga un malestar obligarnos a hacer algo, lo vemos como un mal menor.
- Si nos hace sentirnos enfadados, decepcionados o culpables. Es decir, si te estás cuestionando a ti mismo que lo que querías hacer era decir ese no y no lo has hecho.
El efecto de decir siempre sí
Acceder a todo tiene como consecuencia la pérdida de control sobre nuestra vida, no ser nosotros mismos. “No decir no tiene consecuencias y nos afecta de alguna manera”, advierte la psicóloga.
Esto conlleva también una sensación de baja autoestima, sentimientos de indefensión y de que son los demás los que manejan nuestra vida y nuestras respuestas, que llevan a mucha gente a la consulta del psicólogo.
También puede generar dolor de cabeza, ansiedad o estrés crónico, por ejemplo. Son somatizaciones por esa falta de control y auto obligación de agradar a los otros constantemente.
En el aspecto personal, la relación de pareja también se puede ver deteriorada. Puedes sentir que no compartís objetivos y deseos, que te falta realización personal. No siempre es porque la otra persona sea manipuladora o tóxica, como apuntábamos. Puede simplemente tratarse de una pareja que malinterpreta tu actitud porque no te has expresado sinceramente.
Cómo aprender a decir no
“Debemos entender que decir no es un acto legítimo; es decir, que hace que expresemos nuestra autonomía e independencia”, explica Franco. Las personas que aprenden a decir no se sorprenden de que, en lugar de provocar rechazo, se encuentran con respeto y admiración por el hecho de ser asertivos en esas situaciones sociales.
Algunas estrategias para que sea más fácil decir no son:
- No pienses que eres así. Decir no es una habilidad. Se practica y se aprende a decir no. Empieza autoconvenciéndote de que cada vez lo podrás decir más y mejor.
- Maneja las emociones. Es fácil que nos sintamos culpables o avergonzados al decir no. Por eso es importante que entendamos que esas emociones pueden jugar en nuestra contra. Analizarlas y superarlas.
- Usa la técnica del sándwich. Es importante cómo decimos no para no molestar. Puede servirte esta técnica. “Consiste en expresar un mensaje negativa, pero empezando con un mensaje positivo y empatizando con el otro”, explica Franco. Un ejemplo seria decir “comprendo que no puedes hacerlo sola; me encantaría echarte una mano, como he hecho otras veces, pero…”
- Practica el arte de la demora. Si no sabes decir no al momento, responde que te lo vas a pensar o a consultar tu agenda. Te ayudará a recapacitar.
- Recuerda tus derechos. A veces olvidamos que también tenemos derecho a dar nuestra opinión, a no hacer algo que no nos guste o que nos sobrecargue con trabajos y obligaciones más allá de nuestros límites. La clave es hacerlo de forma respetuosa, pero firme.