Poco importa si lo llamamos bienestar o felicidad, lo importante es que detrás de ambos conceptos se halla la búsqueda del equilibrio emocional. Un estado que no es fácil de alcanzar, y que sin embargo, no impide que dediquemos gran parte de nuestro tiempo a buscarlo.
La sociedad ha compartido, generación tras generación, este anhelo vital que nos impulsa a intentar identificar las claves que dan respuesta a preguntas como qué nos hace felices y cómo podemos conseguirlo. En concreto, investigadores procedentes de disciplinas de toda índole estudian y analizan cómo funcionan las emociones y su manejo.
Una de esas líneas de investigación está enmarcada en la neurociencia y relaciona la felicidad con el cerebro. Un área de conocimiento que conoce muy bien la psicóloga y doctora en neurociencia por la Universidad Complutense de Madrid, Ana Asensio. La experta ha publicado recientemente el libro Neurofelicidad (Roca Editorial) donde ofrece las herramientas necesarias para desarrollar una vida plena y una actitud positiva.
La vida es energía
Ya en las primeras páginas del libro, la neurocientífica arranca con afirmaciones reveladoras y contundentes: "la vida es química y física; es decir, la vida es energía. Somos moléculas que se relacionan a través de intercambios químicos e impulsos eléctricos: somo agua, somos materia y somos energía". Y continúa: "Nuestras emociones y nuestros deseos son pura química".
Partiendo de esta idea, la propia psicóloga lanza preguntas al aire que se responde a sí misma y al que la lee, a lo largo de las siguientes páginas. Y es que, si estar triste, feliz, apático u optimista dependen, entre otras cosas, de la cantidad de hormonas que produce nuestro organismo, ¿cómo podemos (si podemos) manejar nuestro estado anímico?
Química y actitud
Tal y como Asensio explica en su libro, "nuestras neuronas transmiten la información a lo largo de todo el cuerpo y desarrollan múltiples conexiones para que podamos realizar las operaciones mentales y reacciones físicas y emocionales que nos ayudan a vivir. Se comunican entre ellas a través de impulsos de actividad eléctrica, y en esas descargas intercambian sustancias. Esas sustancias químicas son los neurotransmisores, los neuroquímicos".
Este es uno de los puntos clave que explican nuestro comportamiento, así como nuestras emociones. Entender cómo funcionan, qué es lo que genera estas sustancias y cómo podemos controlar su producción nos acercará o alejará de la felicidad. Así, las endorfinas, la serotonina, la oxitocina y la dopamina, o las "cuatro magníficas", que es como las llama la psicóloga Ana Asensio, son, en gran parte, las responsables de que tengamos una buena vida.
Fabricando endorfinas
Dado que la presencia de los neurotransmisores mencionados modula nuestro ánimo, parecería conveniente señalar qué es lo que podemos hacer para generar estas sustancias y qué consecuencias tiene el hecho de hacerlo.
Las endorfinas actúan como moduladores del dolor y de la forma en que lo percibimos. Afectan a la temperatura corporal, la función reproductiva, el estado de ánimo y las respuestas a estímulos estresantes.
Para prevenir la deficiencia de endorfinas puedes hacer ejercicio, tener relaciones sexuales o consumir alimentos ricos en omega 3. Las endorfinas también pueden liberarse ante la presencia de estímulos agradables y de ciertos alimentos, como el chocolate; y también haciendo ejercicio físico.
El ejercicio físico produce endorfinas.
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estrés y placer controlados
La serotonina regula la ansiedad y el estrés, la temperatura corporal y los ciclos del sueño; controla el apetito y la digestión; e incrementa o reduce el deseo sexual.
Para potenciar su producción puedes comer alimentos con triptófano (plátano, lácteos...), exponerse a la luz solar, recibir masajes, hacer ejercicio, tomar café por la mañana, dormir lo suficiente, practicar técnicas de relajación y meditación, entre otras cosas.
El insomnio reduce la producción de dopamina.
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Por otro lado, la dopamina es la responsable de las sensaciones placenteras. Suele describirse como la responsable del amor y la lujuria, pero también de las adicciones. El estrés, la falta de sueño, el exceso de grasas saturadas y la obesidad podrían conducir a un descenso de esta hormona del placer, y un déficit de dopamina puede producirnos sensación de debilidad, falta de ilusión, desinterés e incluso depresión.
La mejor forma de elevar la dopamina es establecer objetivos a corto plazo o dividir en pequeñas metas los objetivos a más largo plazo y celebrar cuando uno los cumple. También ayuda a generar dopamina no abusar del azúcar, escuchar tu canción favorita, cooperar en lugar de competir, ser agradecido, disfrutar de los pequeños placeres de la vida, evitar situaciones estresantes, practicar yoga o cultivar la curiosidad.
Más abrazos, por favor
La cuarta "magnífica", la oxitocina, se la conoce también como la hormona del amor. Se produce de forma natural cuando hablamos con amigos o personas que nos quieren y ante expresiones de afecto.
Para facilitar su producción hay muchas cosas que, según la neurocientífica, se pueden hacer: el contacto físico (abrazos, las relaciones sexuales...), dar o recibir un regalo, tener una mascota, recibir un masaje, escuchar a los demás, evitar la multitarea, la meditación, practicar el ejercicio físico, llorar (es un gran liberador de emociones), ser generoso, entre otras cosas.