No todos tenemos la misma fuerza de voluntad para realizar cambios en nuestra vida. Incluso cuando creemos tener control sobre nuestras acciones, en nuestra mente hay numerosos mecanismos que nos envían señales contradictorias. Saber que algo es bueno para ti no siempre es suficiente para cambiar.
Por ejemplo, un fumador puede tener la vaga idea de que su hábito no es sano, que puede perjudicarle. Pero en su cerebro hay fuerzas en forma de neurotransmisores que le indican el placer que le proporciona el tabaco y le obligan a seguir consumiendo.
En esa lucha interior, para poder ganarla, tenemos que jugar con mejores bazas que esas sustancias placenteras que nos llevan a querer seguir con malos hábitos.
La psiquiatra Marian Rojas Estapé destaca la importancia de comprender las razones detrás de esos hábitos: “Es mucho más fácil cambiar patrones negativo o hábitos negativos entendiendo la razón de por qué suceden”, explica en un reciente vídeo.
La importancia del trasfondo
“Tú necesitas que tu paciente haga deporte, seas cardiólogo, endocrino, reumatólogo, traumatólogo, psiquiatra -ejemplifica la doctora-. Pero si tú le dices, muévete, él en el fondo dirá ¿para qué?”
Los médicos a veces olvidan que las personas, sus pacientes, no están tan imbuidos en toda la información que tienen ellos, aunque sea una información de salud sencilla. No tienen tan claros los beneficios de la vida activa.
“Si tú le explicas a tu paciente que, cuando se hace deporte, se fabrica una sustancia en el cerebro que se denomina BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro, nombre terrible), pero que es una sustancia que previene el envejecimiento, que baja la inflamación, baja la depresión, te hace sentir bien en el momento, y que dura varias horas de bienestar… Tu paciente te va a decir: eso lo quiero yo.”
La doctora Rojas aporta otro ejemplo: explicar la inflamación con sus consecuencias. “Si le dices a una persona que la inflamación le produce un estado de apatía mental y le explicas cómo se relaciona comer mal con sentirte apático, te dirá: un momento, esto a mí me ha pasado.”
Identificarse con el problema y la solución
Esa es la clave. Hay que hacer que la gente se identifique y entienda la situación. La psiquiatra Rojas afirmaba en una entrevista a la cadena Cope que el cerebro recuerda lo que le proporciona placer, y le calma o le excita. Eso es lo que convierte estos comportamientos en hábitos difíciles de cambiar.
Si no tenemos muy claro por qué debemos hacerlo y estar convencidos de la necesidad del cambio, no lo conseguiremos. Esta comprensión facilita la transición hacia rutinas más saludables y positivas.
En este sentido, la doctora también ofrece estrategias para desintoxicar el cerebro. Eso puede ayudar a enfocar el pensamiento hacia una actitud más positiva y más predispuesta al cambio de hábitos tóxicos:
- Deja de pensar en exceso. Si le damos muchas vueltas a las cosas puede afectarnos, generando estrés y dificultad para concentrarnos.
- Duerme suficiente. Difícilmente podrás tomar decisiones inteligentes si te falta sueño. El riesgo además es caer en una círculo vicioso: tomas malas decisiones que te hacen dormir peor y eso a su vez repercute en seguir haciendo una vida poco sana.
- Se agradecido. No te fustigues por tener hábitos negativos. Aprende de la experiencia para cambiar. Cultiva la gratitud por todo lo que te rodea y mira el aspecto positivo de las cosas. Eliminando la autocrítica no facilitas que sigas con los malos hábitos. Lo que hace es que te llena el cerebro de pensamiento positivo y lo desintoxica. Te ayudará a largo plazo a ser constante en esos hábitos saludables.
Introduce obstáculos y recompensas
Otros especialistas también aportan sus propias estrategias para abandonar los malos hábitos. Una propuesta especialmente interesante es la de la psicóloga Wendy Wood. Wood sostiene que es más difícil dejar un hábito si tenemos la recompensa muy a mano.
Pone el ejemplo típico del tabaco o las pantallas. Si los cigarrillos están muy cerca nuestro o el teléfono siempre a mano para consultar las redes sociales, no nos desengancharemos.
Su propuesta es poner obstáculos: dificultar al menos un poco las cosas. Dejar el teléfono en otra habitación mientras estamos haciendo una tarea. Nos obligará a levantarnos y hacer un esfuerzo si queremos consultar el móvil. Nos lo pensaremos dos veces antes de hacerlo.
Otra propuesta de esta experta en cambios de comportamiento es que nos ofrezcamos recompensas. Si seguimos un hábito poco saludable por la recompensa que nos aporta, sustituyámosla.
Por ejemplo, démonos un premio (ver una serie, o un dinero que apartamos para un capricho futuro) cada vez que rompo un cigarro. De esta manera, el cerebro asocia el nuevo premio al hábito más saludable.