No importa dónde hayas nacido, ni en qué momento de la historia lo hayas hecho. Tampoco influye si lo hiciste dentro de una familia adinerada o en un hogar sin recursos, ya que en algún momento de tu vida habrás pensado en la felicidad y en cómo alcanzarla. Ejemplos de ello, los tenemos en cualquier lugar, especialmente, en el cine.
Una de las películas que mejor transmiten esta idea es En busca de la Felicidad (2006), la historia de la vida de Chris Gardner, un hombre que se enfrentó a retos extremos para lograr una vida mejor para él y su hijo. Gardner (encarnado por el actor Will Smith) pasó por momentos de gran desesperación que le llevaron incluso a tener que dormir en baños públicos a merced de lo que pudiera pasar, pero nunca perdió la esperanza ni dejó de trabajar para conseguir una vida mejor.
Su historia sirve como claro ejemplo de cómo alcanzar aquello que muchas personas buscan constantemente: la felicidad.
Este concepto, tan simple y esquivo a la vez, es el que ha estudiado en profundidad por Laurie Santos, profesora de psicología en la Universidad de Yale. Sobre él nos habla en su curso The Science of Well-Being y en su podcast The Happiness Lab, ayudándolos a entender qué nos hace realmente felices y cómo podemos alcanzarlo.
Pequeñas victorias diarias
La profesora Santos distingue entre dos dimensiones fundamentales de la felicidad. En sus clases explica que podemos ser feliz "en tu vida" y ser feliz "con tu vida". En una entrevista con Andrew Huberman para el Huberman Lab Podcast, indica que la primera opción se centra en las emociones diarias, como sentirse bien o disfrutar el presente, mientras que la segunda, tiene más que ver con cómo evaluamos nuestra vida a nivel de logros, sentido y propósito.
Esta distinción es básica porque permite comprender que la felicidad no es un estado único, sino que se basa en el equilibrio entre disfrutar de lo inmediato y construir un plan de vida. Sin embargo, según Santos, muchas personas tienden a centrarse excesivamente en la segunda dimensión, preocupándose más por alcanzar metas o cumplir expectativas a largo plazo, mientras descuidan las pequeñas alegrías del día a día.
En uno de los episodios de su podcast The Happiness Lab, Santos advierte que este desequilibrio en la balanza tiene consecuencias preocupantes. Según la doctora, "es difícil ser conscientes de nuestras emociones", una desconexión que, según sus estudios, cada vez va a peor y se puede llegar a provocar una insatisfacción crónica.
La dificultad para reconocer y valorar nuestras sensaciones diarias -aunque sean pequeñas-, nos aleja de la felicidad plena, pues nos atrapa en la búsqueda constante de la validación externa o de metas futuras.
Conversar cara a cara
Un aspecto esencial para mejorar nuestro bienestar pasa por fortalecer las relaciones sociales. Compartir tiempo de calidad con personas cercanas, como amigos y familiares, es una de las formas más efectivas de incrementar la felicidad. Santos lo cuenta en su curso de Yale: "La cantidad de tiempo que pasas con amigos y familiares, y la cercanía física con otras personas, predice en gran medida tu nivel de felicidad".
El principal problema es que, hoy en día, casi siempre hay un móvil de por medio. Así, estas interacciones suelen verse sustituidas por mensajes o publicaciones, que no ofrecen los mismos beneficios emocionales que una conversación en persona. Por eso, Santos sugiere algo muy simple: "Coger el teléfono y llamar a un amigo". Este pequeño gesto puede mejorar nuestro estado de ánimo y, de paso, enriquecer nuestras relaciones.
Para las personas introvertidas, que a menudo evitan situaciones sociales porque anticipan que serán incómodas, Santos les propone un enfoque interesante: que piensen que la realidad suele ser más positiva de lo que imaginan.
Según investigaciones que menciona en The Happiness Lab, los introvertidos tienden a sentirse más felices tras haber compartido tiempo con alguien en una conversación cara a cara. La experta propone pequeños pasos para superar ese miedo inicial, como una llamada breve o una reunión en un entorno tranquilo. Estos gestos pueden romper ciclos de aislamiento y aportar mayor bienestar.
¿El dinero da la felicidad?
Santos también desmiente un mito bastante común, el que asegura que el dinero compra la felicidad, al menos de forma ilimitada. En su charla en el Huberman Lab Podcast, habla del impacto positivo que supone el disponer de suficiente dinero para cubrir necesidades básicas, como vivienda, comida y salud. Sin embargo, una vez que estas necesidades están cubiertas, el efecto del dinero empieza a disminuir.
Esto se debe a que solemos compararnos con quienes tienen más recursos, lo que genera insatisfacción y frustración. La clave, según la experta, está en centrarnos en actividades que reflejen los valores y talentos personales. En sus clases en Yale, Santos recomienda integrar estas fortalezas tanto en lo laboral como en el tiempo libre, ya que esto puede ayudarnos a sentir que nuestra vida tenga un propósito más profundo.
felicidad a corto, medio y largo plazo
La felicidad, como explica Santos en su curso The Science of Well-Being, no es un estado que se alcanza y se mantiene para siempre. Es un proceso que se desarrolla en tres niveles: el inmediato, y que está relacionado con disfrutar el momento presente; el intermedio, cuando reflexionamos sobre nuestras experiencias; y el largo plazo, que conecta todo con un propósito mayor que siempre tenemos en el horizonte.
Para trabajar en estos niveles, recomienda actividades que impliquen ayudar a otros, pero al mismo tiempo pedir ayuda cuando la necesitemos. "Hacer algo por los demás no solo mejora su día, también puede hacernos más felices", asegura.
Según las enseñanzas de esta gurú, la felicidad no es un destino fijo ni una meta imposible. Es el resultado de elecciones diarias, de las relaciones que se crean y de la forma en que se interpreta la vida.
Laurie Santos y la ciencia muestran que, al igual que Chris Gardner en En busca de la felicidad, todos podemos construir nuestra propia versión de una vida plena, incluso si el camino está lleno de dificultades.