Evitar la resistencia a los antibióticos

El aumento de bacterias resistentes, en parte por el sobreuso de los antibióticos, puede poner en jaque nuestra salud. Por eso, se buscan nuevas estrategias que logren acabar con esos microorganismos fortalecidos sin dañar nuestro cuerpo.

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Mujer en el laboratorio

Las bacterias fortalecidas son capaces de transferir sus genes a otras y crear colonias superresistentes. 

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Los antibióticos están diseñados para bloquear o destruir los procesos que usan las bacterias para reproducirse o sobrevivir. Decimos que ellas –y otros microorganismos– se vuelven resistentes a los antibióticoscuando estos fármacos ya no pueden combatirlas: las bacterias sensibles mueren, pero las resistentes no, incluso se reproducen.

La situación global aún no es crítica, pero hay que reconocer que el aumento progresivo de bacterias resistentes es alarmante. 

Para explicarlo de forma divulgativa podríamos decir que, de tanto usar antibióticos (en humanos, y de forma indiscriminada en animales), las bacterias “se han acostumbrado” a ellos y nos llegan, resistentes a estos antibióticos, a través de la cadena alimentaria. Además, pueden transferir sus genes de resistencia (a eso lo llamamos resistoma) a bacterias que, hasta ese momento, seguían siendo sensibles a los antibióticos.

En los hospitales ya se han detectado bacterias que no responden a ningún antibiótico disponible, por lo que se las denomina panresistentes. No hay que alarmarse porque en España contamos con un sólido plan para impedir que se expandan, basado en medidas de barrera que limitan la propagación dentro de las instalaciones sanitarias.

El primer paso, generar nuevos fármacos

Desarrollarlos es una posible solución, aunque los generados hasta ahora tienen una efectividad limitada.

Algunas empresas pequeñas de biotecnología e institutos de investigación, y pese al desafío económico que eso les supone, continúan apostando por descubrir nuevos antibióticos, como por ejemplo la cresomicina.

Sin embargo, un enfoque basado solo en el desarrollo de nuevos medicamentos no resolverá el problema de la resistencia, ya que usualmente tienen una efectividad corta y hacer ensayos clínicos resulta muy costoso. 

Por eso, los ensayos también se aprovechan para diseñar moléculas que actúan como “ayudantes”. Su función es reactivar la eficacia de los antibióticos al bloquear los mecanismos de resistencia de las bacterias.

Un ejemplo de esas nuevas moléculas es el ácido clavulánico. Si se combina con otra sustancia (la ampicilina), neutraliza la resistencia bacteriana y permite que el tratamiento sea más efectivo. Así, los nuevos test microbiológicos permiten ensayar con antibióticos antes que dar uno de amplio espectro, que pueden generar aún más resistencia bacteriana.

El segundo paso, debilitar las bacterias 

Para hacer frente a esa resistencia, también es esencial diseñar estrategias capaces de frenar y eliminar bacterias, incluso las que tienen un comportamiento especialmente activo.

  • Una opción es el uso de bacteriófagos, virus que atacan directamente a las bacterias. Han mostrado resultados prometedores en infecciones de piel y respiratorias. Sin embargo, su aplicación en infecciones más complejas (de la sangre o de órganos internos) requiere más estudios. 
  • Otra estrategia es utilizar pequeñas proteínas con actividad antibacteriana distinta a los mecanismos tradicionales, llamadas péptidos. Son fáciles de sintetizar y de modificar y, por eso, pueden ser valiosos para crear futuras terapias. 
  • También se ha observado que las bacterias resistentes son menos eficientes para colonizar los tejidos que infectan. Además, debido a un fenómeno de compensación evolutiva, al desarrollar resistencia a antibiótico se vuelven más sensibles a algunos, pero no a todos (sensibilidad colateral). Este hallazgo abre nuevas posibilidades para diseñar tratamientos personalizados que debiliten las bacterias y la infección sea menos agresiva.

Otras líneas de defensa

La inteligencia artificial está ayudando a identificar medicamentos ya existentes, utilizados para otras patologías, como nuevos antibacterianos. Esto permitirá incluir nuevos medicamentos contra bacterias que son resistentes a los antibióticos actuales. Grupos de investigación en Estados Unidos ya han obtenido resultados prometedores en este campo.

Cuidar nuestra microbiotay tener una comunidad variada de microorganismos intestinales beneficiosos, y que sea sensible a los antibióticos, nos asegura una barrera inicial contra las infecciones, incluso si están provocadas por bacterias resistentes. Por eso, en personas con defensas muy bajas (inmunodeprimidas) les funciona bien un trasplante fecal, donde un donante entrega, tras pasar los procesos de limpieza oportunos, su propia microbiota intestinal. 

Otra línea prometedora es la biotecnología CRISPR, que permite alterar genéticamente los mecanismos de resistencia dentro de las bacterias, haciéndolas nuevamente vulnerables a los antibióticos. Ya se ha probado en el laboratorio y podría combinarse con moléculas y antibióticos para eliminar las bacterias.

Lo que podemos hacer si enfermamos

  • Lavarnos las manos con frecuencia, tanto si somos pacientes como cuidadores de uno. Además, en el día a día, como prevención, conviene hacerlo al realizar actividades en casa y cuando lleguemos de la calle.
  • Usar antibióticos solo bajo prescripción médica y respetando siempre la dosis y la duración indicadas, incluso si los síntomas han remitido. Esto evita dejar bacterias resistentes con vida que puedan multiplicarse.
  • Impedir que las bacterias se diseminen cubriendo boca y nariz al toser o al estornudar pero con el brazo o un pañuelo, no con las manos. Si estas se ensucian, usar gel antibacterial.