El dolor es una experiencia subjetiva. Solo podemos deducir equivalencias a partir de las explicaciones que nos damos unos a otros sobre cómo lo percibimos o a partir de otras reacciones físicas que pueden acompañarlo, desde sudor, escalofríos a un desmayo.
La causa del dolor suele ser un daño físico. Cuando no conseguimos reparar el daño, por ejemplo, problemas óseos o de ligamentos, el dolor se hace crónico. Se considera crónico cuando dura más de tres meses.
Una de las falsas creencias más habituales es atribuir siempre el dolor a una causa física. Por eso cuesta creer un dolor sin origen aparente. “Como los factores psicológicos desempeñan un papel importante en la percepción del dolor, son frecuentes las creencias de que el dolor crónico en sí mismo (la fibromialgia, por ejemplo) no es real”, explica la psicóloga Mayte Serrat, profesora de la UOC.
En qué consiste el dolor
Según explica el Instituto de Medicina de Toronto, en Canadá, conocer los mecanismos del dolor son un primer paso para asimilarlo y reducir su incidencia.
Hay repartidos por el cuerpo unos receptores del dolor, como hay receptores de la temperatura. Hay zonas más sensibles, donde se acumulan más estos receptores y otras donde hay menos. Seguro que alguna vez te has hecho una pequeña herida que ni has notado.
Estos receptores cuando detectan que algo va mal mandan una señal química a través de los nervios (neurotransmisores) al cerebro. El cerebro la interpreta y si considera que debe protegerse manda otro mensaje para que se active la sensación de dolor.
Los especialistas de Toronto explican que puede haber casos en los que el cerebro no interprete bien la señales e ignore el dolor (hay incluso una patología genética en la que la persona no siente dolor nunca) o que active el dolor de modo innecesario.
Qué factores hacen aumentar el dolor
Al ser una sensación subjetiva, el dolor depende también de cómo somos y nos sentimos. “La ansiedad y el miedo suben el volumen del dolor en el cerebro”, explica a la agencia al SMC España la catedrática Amanda C de C Williams, especialista en dolor crónico del University College de Londres.
Ese subjetivismo ha creado no pocas leyendas urbanas. Es habitual oír decir a los mayores que los jóvenes aguantan mucho menos el dolor que antes. Algo sobre lo que no hay pruebas.
También “está muy extendida la creencia (sin evidencia alguna) de que las mujeres y las personas de muchas poblaciones que no son blancas tienden a dramatizar y exagerar su respuesta”, explica la profesora Williams
Estas falsas creencias han ayudado a tergiversar el problema, y que los pacientes con dolor crónico sean unos incomprendidos. “Para muchos, es fácil poner la etiqueta de ‘dolor psicológico’ o ‘emocional’ cuando no pueden justificar el motivo, algo que, como es natural, no ayuda y resulta invalidante para muchos pacientes”, razona la profesora Williams.
Cómo se trata el dolor crónico
El dolor crónico afecta al 17% de los españoles, según la Sociedad Española de Neurología. Problemas lumbares, diabetes, el herpes zoster o pasar un cáncer pueden dar origen a un dolor crónico. Es un problema complejo y las unidades especializadas en dolor son multidisciplinares, ya que intervienen médicos, psicólogos y fisioterapeutas, entre otros.
En el dolor crónico si hay brecha de género. Las mujeres lo sufren más a menudo (60% frente a 40%). Se sabe que hormonas como los estrógenos y la progesterona pueden alterar la percepción del dolor.
El dolor crónico no tiene cura, según los expertos de Toronto. Lo que hay son estrategias para paliarlo, aprender a convivir y mejorar la calidad de vida. El apoyo de los familiares, una vez entiendan el problema, es muy útil.
Los medicamentos no pueden ser la solución constante, porque también tienen contraindicaciones. “Durante décadas se han prescrito opioides para el tratamiento del dolor crónico. Ahora, esos pacientes encuentran que son adictos o dependen de los opioides”, reprocha la psicóloga Williams. Asegura que los opioides son una mala estrategia y pueden acabar haciendo que, a largo plazo, el dolor empeore.
¿Es necesario sentir dolor?
El dolor es un compañero difícil con el que convivimos en una relación de amor y odio. Si no es por el dolor, no sabríamos que algo va mal con nuestro cuerpo. Pero una vez nos hemos dado por enterados, ¿es necesario que siga doliendo?
Algunos especialistas creen que sí, porque si no, por ejemplo en un esguince de pie, podríamos volver a andar con naturalidad y la herida no sanaría nunca. Hay quienes creen que el dolor participa en el proceso de curación.
Para otros, una vez nos ha avisado, lo mejor es acallarlo para que no suframos más ni el estrés que provoca altere al resto del cuerpo. Para eso se crearon los medicamentos analgésicos.
Por otro lado, el dolor no siempre está cuando lo necesitamos. Ya nos gustaría que a la mínima aparición de un tumor, el cuerpo nos avisase. En muchos tipos de cáncer, cuando el dolor aparece ya es demasiado tarde.