El psiquiatra Carlos Cenalmor publica el libro El síndrome del burnout. Tu guía para no quemarte: sal del estrés laboral y reconecta con tu vida (Ed.Vergara), en el que abunda sobre cómo prevenir y abordar el estrés crónico, una de las enfermedades más extendidas y dañinas de estos tiempos, una pandemia silenciosa y silenciada.
El estrés agudo es una respuesta fisiológica sana y natural de nuestro cuerpo a los retos gracias a la cual obtenemos más energía física y mental durante un tiempo corto. El problema es cuando el estrés agudo se prolonga en el tiempo, aparece el estrés crónico, que es dañino para la salud física y mental. De hecho, como expone el Dr. Cenalmor en su libro que, ya se habla del síndrome del estrés crónico (en medicina, un síndrome es un conjunto de síntomas que aparecen juntos y que tienen la misma causa).
Cuando el estrés se prolonga excesivamente en el tiempo, semanas, meses o años, es entonces cuando surge el gran problema y la toxicidad del estrés empieza a pasar factura y el cuerpo y la miente pierden el control. Es cuando el cuerpo intenta mantener esa activación por más tiempo de lo que puede sostenerla, que empiezan a aparecer los problemas. Vamos a verlos.
Pérdida de fuerza, de resistencia y de masa muscular
Un nivel de cortisol elevado y constante tiende a destruir las proteínas musculares para reaprovecharlas en cosas más urgentes como generar energía –recuerda, el cuerpo está en estado de supervivencia–. Esto provoca una debilidad que favorece que haya más lesiones y, además, como se producen menos proteínas nuevas, todos los mecanismos de reparación del cuerpo se enlentecen y cualquier daño es mucho más difícil de reparar.
Pérdida de concentración, de velocidad mental y de memoria
El enorme gasto de energía que supone el estrés para el cerebro no se puede mantener. Como no le hemos dado tiempo ni espacio suficiente para recuperarse, este empieza a cansarse y a fallar. Aparecen entonces los lapsus de memoria, la dificultad para mantener la atención en tareas rutinarias, los despistes... El propio hipocampo, una parte del cerebro muy relacionada con la memoria, deja de generar nuevas neuronas y circuitos correctamente, hasta el punto de que puede disminuir su tamaño.
El estado de ánimo baja
En la línea con lo anterior, llega un momento en el que el cerebro no puede mantener nuestro estado de ánimo alto. Los neurotransmisores están asociados a la actividad emocional (serotonina, dopamina) empiezan a mostrarse en niveles más bajos de lo normal. Nuestra mente se agota y surgen la tristeza, la apatía, la dificultad para conectar con lo que vivimos.
Baja las defensas
El sistema inmunológico, que vivía una época dorada en la fase de estrés agudo, entra en crisis y podemos observar cómo células importantes, como las NK (natural killer), que nos defienden de bacterias, virus y células cancerosas, empiezan a disminuir su actividad.
También se reduce la producción de glóbulos blancos y de células especializadas. ¿Te has preguntado por qué en momentos de estrés enfermas más? Aquí tienes la respuesta. Por otro lado, la alteración del sistema inmune por estrés facilita que nos acabemos atacando a nosotros mismos, y por eso, las afecciones autoinmunes como la psoriasis, los trastornos tiroideos o las enfermedades inflamatorias intestinales están estrechamente relacionadas con el estrés crónico.
Afecta al metabolismo, al sistema cardiorrespiratorio y te cuesta perder peso
Todo el sistema de generación de energía de nuestro cuerpo comienza a sufrir importantes daños por estar sobreexigido durante demasiado tiempo. Hemos pisado el acelerador más de lo que el motor está diseñado para soportar.
El aumento de la tensión arterial se vuelve crónico y, por tanto, empieza a dañar el corazón y las arterias, lo que con el tiempo puede causar infartos de corazón o cerebrales (ictus).
Por su parte, la producción de la glucosa excesiva provoca intolerancia y, más adelante, diabetes. La tiroides puede fallar también y desarrollamos hipotiroidismo, algo que se ha visto con frecuencia en personas con burnout. La sensación de fatiga es constante, pues cuesta obtener la energía necesaria para afrontar el día a día. Y si te interesa perder peso, te costará más.
Afecta a la microbiota y al sistema digestivo
Son muy frecuentes los problemas digestivos asociados al estrés crónico. Cuando nuestro estómago e intestinos funcionan demasiado tiempo en modo reserva, acaban apareciendo úlceras, se altera la microbiota o se desarrollan enfermedades autoinmunes.
Igualmente, todo lo que tiene que ver con la sexualidad se anula, perdemos la libido a marchas forzadas. De hecho, el estrés es uno de los peores enemigos del deseo y el disfrute sexual, incluso a dosis bajas. El cuerpo está obsesionado con sobrevivir y no hay espacio para más.
Si eres observador, imagino que ya te habrás dado cuenta de una cosa: las consecuencias del estrés crónico se parecen sospechosamente a los síntomas de burnout laboral. Recuerda que, según la OMS, el burnout “es el resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”.