Suerte tenemos de que haya doctoras como Carme Valls. Lo digo desde la vergüenza que produce escribir los datos demoledores de este artículo siendo un hombre. Coincidiendo con el 8-M, el Día Internacional de la Mujer, miramos hacia una brecha de género específica, la de la medicina.
Es más que un problema social. Esta diferencia de género cuesta miles de vidas cada año. Ni que decir tiene que todas son vidas de mujeres.
La doctora Valls, endocrinóloga, y presidenta del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), es una de las máximas autoridades en España en el estudio de la diferencia de género en la medicina, lleva décadas denunciando esta situación: “Estamos absolutamente olvidadas. La ciencia médica ha tenido muchos prejuicios de género. Toda la ciencia ha sido androcéntrica.”
El gran error del infarto femenino
La doctora Valls pone uno de los ejemplos más significativos: que investigaran infartos de 15.000 hombres y no pusieras ninguna mujer en el estudio. “Los mismos alumnos hoy se sorprenden de que esto pudiera pasar hace poco, en el siglo XX y en el siglo XXI todavía”, explicaba.
Como solo habían estudiados hombres solo le salía un tipo de síntoma, el famoso dolor del brazo izquierdo. Las mujeres también pueden tenerlo. Lo que han descubierto los nuevos estudios que sí las han incluido es que ellas también pueden mostrar molestias que se extienden desde la parte alta del estómago y sube hacia la mandíbula. “Es un dolor más centrado”, añadía la doctora en declaraciones a RNE.
Es solo un síntoma. Las diferencias son mucho más complejas desde que se ha podido empezar a estudiar. Otro ejemplo son las arterias coronarias. “En las mujeres las alteraciones es más en la parte más íntima de las coronarias y en los hombres más en el exterior”.
Un resultado palpable de esto es que la mortalidad es el doble en las mujeres que en los hombres durante el primer mes después de un infarto. “Porque las mujeres acuden más tarde al hospital ya que no identifican que están teniendo un infarto.” No solo ellas. Tampoco el médico que las atiende.
Si van con un dolor en la boca del estómago, el médico les pide que tomen un antiácido y esperen. Y ese tiempo es vital para la supervivencia.
desinterés por las enfermedades de la mujer
Afortunadamente eso está cambiando. Se dan avances pero cuesta mucho dar cada paso. La doctora Valls se lamentaba de que en toda la carrera de seis años, el ciclo menstrual se lo explicaban en una hora, cuando quería convertirlo en su especialidad.
Es más, pidió en su día una beca para estudiar el síndrome premenstrual y se lo negaron por no considerarlo importante. “Lo que tardamos en que se asumiera que la menstruación no tiene que doler y si duele es que pasa algo”, criticaba.
También faltan estudios sobre enfermedades autoinmunes que son específicas de mujeres. Parecen que van ligadas a uno de los cromosomas X.
La tiroiditis autoinmune es un ejemplo, hay 50 mujeres que la tienen por cada hombre. Hay muchas otras, el lupus, por ejemplo. Estas enfermedades son poco estudiadas todavía.
Más doctoras no es la única solución
Ni siquiera el hecho de que las mujeres han entrado con fuerza en las facultades de medicina ha supuesto un gran cambio. Hoy buena parte de la atención primaria que reciben las mujeres se la dan doctoras. Es bueno porque pueden entender mejor su situación. Hay más empatía.
Doctora Carme Valls, experta en endocrinología.
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¿Cuál es el problema? Que estas doctoras han aprendido una medicina que durante años se ha centrado en la investigación y el interés de hombres.
El sangrado menstrual es inocuo, no pasa nada, les decían. “Sí pasa, si pierdes más de 80 centímetros cúbicos de sangre ya tienes asegurada una anemia al cabo de dos meses”, advierte la doctora Valls.
Por eso desde organizaciones científicas como CAPS trabajan para que los doctores y doctoras tengan cursos específicos para conocer mejor este tipo de patologías específicas de mujeres.
Otro ejemplo. La diabetes tipo 2 es más femenina que masculina. Hasta hace poco no se analizaba las diferencias.
También la medicación es errónea
El 85% de los medicamentos para la salud mental se venden a mujeres. Este dato no significa que las mujeres siempre han tenido más trastornos psiquiátricos. Esa es la respuesta fácil sin entrar en el fondo.
Cuando las mujeres llegan cansadas a la consulta del médico o superadas por el estrés lo que pueden estar diciéndonos es que asumen muchas más cargas de las que una persona media puede aguantar. Cargas del trabajo de cuidadora, educadora y vida laboral.
También puede estar diciendo que a esta mujer le falta hierro, precisamente por los problemas menstruales que comentábamos. “Eso le va a dar problemas de cansancio, de insomnio y de memoria, que lo puedes confundir con un problema mental”, apunta la doctora.
Si a eso sumas que los médicos de primaria tienen poco tiempo para atender a cada paciente, la solución ha sido empezar a dar ansiolíticos y antidepresivos.
Para empeorar las cosas, estos medicamentos están pensados y estudiados para ellos, incluso en animales se han investigado con ratas macho. “La investigación básica también ha de cambiar”, zanja la doctora Valls. “Por cada hombre que ha de ingresar en el hospital por los efectos secundarios de la medicación, hay diez mujeres que han tenido el mismo problema”.