Las llamamos personas tóxicas pero en realidad deberíamos referirnos a ellas como las personas que activan la liberación de cortisol en nuestro organismo.
Por muy buenas y satisfactorias que sean nuestras relaciones sociales, laborales y familiares, todos tenemos a alguien que –cuando está cerca y por la circunstancia que sea– nos intoxica de cortisol. Es más… solo con pensar en esa persona ya se nos dispara la hormona del estrés (ese cortisol), aunque en ese momento no esté delante de nosotros.
Cómo nos puede afectar una persona tóxica
Ese torrente de cortisol, si se repite con cierta frecuencia, puede acabar dañando nuestra salud física y también la psicológica.
Cuando el contacto es puntual y esa persona solo nos dedica un comentario negativo o una mala mirada en un momento concreto, el cuerpo se pone tenso en cuestión de segundos porque detecta la situación como algo amenazante.
Imaginemos las siguientes escenas: un vecino con el que hemos tenido un encontronazo previo nos adelanta con su coche de una manera irresponsable; o una examiga no respeta la cola en el supermercado y se cuela ante nuestros incrédulos ojos. En unos segundos nuestro cuerpo responderá con una aceleración de latidos cardiacos y una especie de taquicardia con una repentina sudoración con falta de aire o con un pellizco en el estómago.
Si es alguien con quien tenemos un contacto continuo, la intoxicación de cortisol puede ser permanente y las manifestaciones físicas y psicológicas serán mayores y duraderas:
- Aparecerán problemas para dormir o despertares con sobresalto a las 3 o a las 4 de la madrugada y ya no podremos volver a conciliar el sueño.
- Se nos puede caer el cabello.
- Nos pueden salir ronchas e irritaciones en la piel.
- Se va a modificar nuestra microbiota intestinal y eso provocará malas digestiones, dolores de cabeza, irritabilidad, dificultad para concentrarnos o para memorizar incluso tareas sencillas... y luego llega la inflamación.
- El cuerpo empezará a tener todo tipo de dolencias recurrentes acabadas en “itis”: amigdalitis, gastroenteritis, dermatitis, porque habrá una inflamación interna derivada de ese exceso de hormona del estrés.
- Entrar en una espiral de tristeza puede ser otra de las consecuencias negativas de tener cerca de nosotros a esa persona tóxica.
Evalúa tu flecha emocional
Esta herramienta, que uso mucho con mis pacientes, te ayudará a saber cuál es tu nivel de tolerancia en días concretos. Si tienes que ver a una persona que te resulta tóxica, antes pregúntate en qué punto de la flecha emocional te encuentras.
Si en un baremo de entre 0 y 10 reconoces que tu nivel de ansiedad ese día (por no haber dormido, por otros problemas…) es de 7 o superior, es preferible dejar el encuentro para más adelante. Porque ese día su comportamiento te alterará demasiado.
Formas de protegerte de una persona tóxica
El primer paso, y quizá uno de los más importantes, es identificar a esa persona y las conductas que tiene y que te ponen en modo alerta: a veces puede ser un mensaje o una llamada; otras, un recuerdo o encontrártela y mantener una conversación.
Parece obvio, pero en muchas ocasiones no sabemos indentificar lo que está ocurriendo y acabamos asumiendo como normal –y tolerando– el malestar que nos causa, sin saber lo que realmente está sucediendo y, por lo tanto, sin hacer nada por aliviarlo o solucionarlo.
El segundo paso para intentar protegerte es saber cómo somatizas la influencia que tiene en ti, es decir, identificar esas molestias que aparecen cuando vas a ver a la otra persona. De esa forma, puedes estar más preparado, e incluso podrás sortear alguno de los síntomas que se activan al encontrarte con ella.
Lo tercero que debemos preguntarnos es si se trata de lo que yo denomino un tóxico universal o es un tóxico individual. Saberlo es fundamental porque determinará la estrategia que hay que seguir en las semanas siguientes.
Estrategias ante un tóxico universal
Cuando me refiero a un tóxico universal me estoy refiriendo a aquellas personas que han sufrido mucho, que traen una mochila de dolor y de heridas que transmiten a los demás.
Suelo recomendar –porque ayuda– intentar entender qué le sucede a esa persona que nos hace vivir en modo alerta, porque quizá sufrió algo en un momento de su vida que le transformó en una persona negativa, crítica y envidiosa para el entorno. O quizá nunca le enseñaron habilidades sociales; o nunca le dijeron cómo gestionar sus emociones y sus frustraciones, y han ido arrastrando sus comportamientos toda su vida.
Si damos el paso de conocer algo más de su historia, de su biografía, de sus problemas, podremos comprender qué le ocurre. Y comprender es aliviar.
Es muy posible que en el momento en que comprendamos qué puede haber detrás, disminuya la carga emocional y dejemos de sentirnos amenazados, criticados o en alerta. Porque comprendiéndolo dejaremos de juzgarle con tanta dureza. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las veces –y puesto que seguramente habremos pasado por experiencias negativas con él– tenderemos a marcar distancia. Nuestra mente se habrá preparado para recibir algún ataque por su parte, incluso antes de que ocurra. O sin que ocurra.
Un corazón resentido no puede ser feliz. El perdón es un acto de amor, por eso, aunque a veces cueste, es bueno dar el paso de intentar entender y perdonar.
Si se trata de un tóxico individual
El segundo perfil es el del tóxico que solo nos afecta a nosotros o a algunas personas de forma puntual. Los demás lo pueden ver, tratar y considerar una bellísima persona, lo cual nos desconcierta aún más.
Yo recomiendo ser discretos con esa persona. Si aún no estamos preparados para superar el impacto negativo que tiene en nosotros, es preferible no contarle temas muy íntimos. Porque si en algún momento se le escapa esa confidencia que le hemos hecho, nos dolerá doblemente y no seremos capaces de perdonarle gestos o actitudes que a otros sí les disculparíamos. Es más, su presencia aún nos resultará más insoportable.
También conviene preguntarnos por qué esa persona es tóxicapara nosotros. Probablemente en algún momento nos falló, nos humilló, no cumplió las expectativas que teníamos o nos juzgó duramente. Ser capaces de analizarlo y desmenuzar lo que subyace en nuestra historia con ella hará que entendamos qué sucedió y quizá podamos gestionarlo.
Luego hay que ver por qué su actitud nos afecta tanto. Poniendo el foco en nosotros debemos preguntarnos si existe una causa o una herida antigua –aún no identificada–que hace que tenga tantísimo poder sobre nosotros. ¿Y si en realidad no nos critica tanto como pensamos y lo que ocurre es que nos gustaría que nos tratara y nos cuidara más que a los demás porque su opinión es importante para nosotros?
Ponte el impermeable psicológico
Reconozco que todo lo anterior resulta más fácil cuando la persona tóxica no forma parte del entorno más próximo. Pero ¿qué ocurre si es un amigo íntimo o nuestra pareja, la pareja de una gran amiga o un familiar?
Cuando no logramos gestionarlo, cuando no llegamos a ninguna conclusión ni avanzamos en una posible solución, debemos colocarnos lo que en nuestra familia llamamos “el impermeable psicológico”. Es decir, dar por hecho que esa persona va a intentar desestabilizarnos y procurar que esa influencia nos afecte lo menos posible. Hay que aprender a vivir y convivir con la manera de ser del otro. En algunos casos, al no darle tanta importancia y verlo desde la lejanía, la tensión se rebaja.
Por cada persona tóxica, una persona vitamina. Si logras rodearte de gente positiva que te anima, que te cuida y que te valora, lo que haga y diga la persona tóxica no te resultará tan importante ni te afectará tanto. Y ya sabes que, en algunas ocasiones, la distancia es la mejor solución.