Burrata, mascarpone, ricotta, requesón, queso de Burgos, quark, mozzarella... opciones de quesos frescos hay muchas.
De sabor ligero, textura jugosa y color blanco, estos quesos no se someten a ningún proceso de curación.
Suelen elaborarse con leche pasteurizada (de vaca, oveja, cabra, búfala...), a la que se le añade cuajo. Esta sustancia actúa coagulando las proteínas de la leche y, gracias a ella, se logran compactar y separar de su suero.
Este proceso dura menos de 24 horas, y el queso se obtiene tras prensar la masa.
más ligeros que otros quesos
Aunque el contenido calórico de los quesos frescos puede variar bastante, sobre todo si se añade nata en su elaboración (como ocurre, por ejemplo, con la burrata), lo cierto es que, generalmente, son más ligeros que los curados o los semicurados.
Ten en cuenta que, cuanto más agua pierde el queso durante su proceso de curación, más se concentran sus nutrientes, entre ellos, las grasas. Por eso los quesos frescos (que contienen más agua), suelen ser más ligeros.
Además, son buena fuente de minerales como el calcio y el fósforo, y también de proteínas.
Para beneficiarte de sus cualidades saludables, prueba a incorporarlos en tus menús con recetas como las que te mostramos a continuación.