El ayuno intermitente se ha convertido en la fórmula de moda para los nutricionistas por los supuestos beneficios que comporta. Unos beneficios que van desde el menor riesgo de enfermedades, reducción del envejecimiento celular y mejor control de peso.
La investigación científica parece estar ratificando estos beneficios a través de diversas pruebas de laboratorio y estudios con animales. Aunque no todas las pruebas están siendo igualmente consistentes. Como los estudios clínicos con personas llevan poco tiempo, tampoco se sabe con certeza si estos beneficios se confirmarán.
Se ha comprobado que en comunidades longevas es habitual que se sigan hábitos de alimentación parecidos a los del ayuno intermitente. Pero eso tampoco asegura que el hecho de que vivan tantos años se deba específicamente al ayuno. En medio de tanta duda, un equipo de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, ha analizado qué se ha confirmado hasta ahora.
El ayuno intermitente sirve para perder peso
El informe que ha publicado la universidad establece que la dieta con ayuno intermitente es más efectiva que simplemente hacer dieta, sin preocuparse de las horas en las que se come.
La dieta con ayuno intermitente “probablemente ayuda a perder más de un kilo de peso extra en comparación con el hecho de hacer una dieta de adelgazamiento tradicional en el mismo periodo: hasta un año”, señalan.
Algunos de los estudios que se han analizado han ofrecido datos significativos sobre las posibilidades de adelgazamiento. Varían según el estudio pero señalan reducciones de entre el 3% y el 8% del peso corporal en un periodo de 24 semanas (medio año).
Además han observado que con el ayuno intermitente se consigue una especial reducción de la grasa situada alrededor de la cintura. Lo que indica que es especialmente útil para la pérdida de grasa visceral que se relaciona más con problemas de salud.
Es más beneficioso si se come temprano
Hay varias modalidades de ayuno intermitente. Desde la Universidad señalan que todas parecen tener beneficios respecto a la dieta sin ayuno. Sin embargo, también aquí hay matices. Las fórmulas de ayunos más habituales son:
- Dieta por días: se come con normalidad cinco días y en los otros dos se reduce drásticamente el consumo de alimentos.
- Comer en ocho horas: se come en un periodo solo de ocho horas, entre las 12 del mediodía y las 20 horas, saltándose el desayuno y cenando temprano. Por lo que se deja un plazo de 16 horas entre la última comida y la primera.
- Dieta temprana: es similar al anterior solo que se prefiere adelantar las horas de las comidas. Por ejemplo, se desayuna a las 7 y se come a las 15 horas, y ya no se toma nada más.
- Otros ayunos: hay también la opción OMAD (una comida al día, por sus siglas en inglés) y el ayuno menor, en que se deja pasar solo 12 horas de ayuno entre la última comida y la primera.
El estudio de la Pompeu establece que el ayuno más efectivo es la dieta temprana. Con ella se pierde de media 1,84 kilos de más respecto a la dieta tradicional. Con el ayuno después de las ocho de la tarde (ya sea de 12 horas o 16 horas) se adelgaza de media ligeramente menos, 1,64 kilos.
¿Tiene otros beneficios el ayuno intermitente?
Respecto a los otros posibles beneficios del ayuno intermitente, el artículo solo entra a analizar las mejoras cardiovasculares, con menor riesgo de ictus o infarto. Escriben que no se puede establecer una relación clara.
“La falta de pruebas científicas sólidas no es la prueba de que el ayuno intermitente no tenga dichos efectos”, aclaran. Sin embargo, con los datos de que se disponen no se puede asegurar nada.
Hay otros estudios que han sugerido algunas mejoras también en la salud metabólica. La Universidad John Hopkins, de Estados Unidos, señaló que hay indicios de que ayuda a mejorar la regulación de la glucosa en sangre, aumenta la resistencia al estrés oxidativo, que envejece las células, y disminuye la inflamación.
Otros estudios señalan que el ayuno incentiva un proceso celular llamado autofagia, que ayuda a la regeneración de las células, en especial las neuronas. Esto podría reducir el riesgo de enfermedades como el alzhéimer o el párkinson.
Todos estos estudios de laboratorio tienen una evidencia científica limitada. Además, como destacan desde la Universidad Pompeu Fabra, la genética individual puede influir. Lo que funcione a una persona de nuestro entorno no significa que nos vaya a funcionar a nosotros.
Faltan más estudios que confirmen todo esto, concluyen.