La cuestión de este artículo es biológica: ¿estamos predestinados a tener determinadas enfermedades o podemos tomar las riendas de nuestra salud? La respuesta no es sencilla y es que hay caracteres físicos de los que parece difícil zafarse. Por ejemplo, el color de los ojos, que viene determinado por la combinación de variantes genéticas (denominadas alelos) proporcionadas por los padres. Solo usando lentillas pigmentadas podremos cambiar su tonalidad. ¿Y respecto a la salud? Algunas enfermedades vienen heredadas y es difícil eludirlas. Esas personas tienen lo que llamamos una gran “penetrancia”.
El peso de la herencia recibida
Imaginemos que nuestros progenitores nos han pasado una copia muy destrozada de un gen que es imprescindible para un determinado proceso celular. Muchas veces eso ocurre ya en la más tierna infancia y luego se arrastra toda la vida.
Otras mutaciones dan la cara más tarde, por ejemplo, en la postadolescencia o hacia los 30-40 años. Sería este último el caso de algunos tumores con predisposición familiar. Pero aquí sí que podemos cambiar el curso de la enfermedad.
Los diagnósticos genéticos precoces permiten hacer un diagnóstico temprano del cáncer y, de esa forma, se puede eliminar con cirugía cuando aún es pequeño.
Abordaje de las mutaciones genéticas
Hoy en día podemos romper la cadena de transmisión. Conociendo el gen “defectuoso” que se está transmitiendo, podemos evitar que esa mutación tan dañina pase a los futuros hijos seleccionando (en la fecundación artificial) las células que no tienen esa alteración.
En otros casos, saber si llevamos una mutación potencialmente nociva nos permite frenar aquellas manifestaciones que solo dan la cara cuando la persona se expone a un agente químico concreto: evitando exponerse a él es posible eliminar las consecuencias clínicas.
Finalmente, si conocemos esa herencia, podemos poner más empeño en el autocuidado y retrasar, e incluso evitar, enfermedades graves con componente hereditario.
Debemos pensar en la siguiente generación
Cuando uno da importancia a los genes, aparece la preocupación por los descendientes: ¿cuánto de lo que hacemos o qué rasgo adquirido puede pasar a nuestros hijos y nietos? Es este un campo del saber aún más joven y disputado.
Sabemos que la probabilidad es alta si ha afectado la línea germinal, es decir, las células de la reproducción (espermatozoides y óvulos). Podría tratarse tanto de una modificación química que cambie la expresión de los genes como de una lesión genética. Lo que está claro es que debemos cuidarnos por nosotros y por aquellos que nos seguirán.