Practicar la medicina del humor te ayuda a entender y mejorar tu vida

Creo firmemente en el poder curativo de las palabras y más aún si el diálogo (o el soliloquio si hablamos con nosotros mismos) tiene cierto tono jovial. El humor y la risa nos vuelven a llenar de fuerza y energía.

Actualizado a

amigas riendo
ISTOCK

Quiero comenzar este artículo compartiendo una conversación con mi madre que ilustra muy bien la importancia del humor en mi vida, en nuestras vidas. Esa mujer fue una persona excepcional que me supo llevar muy bien, sobre todo teniendo en cuenta que fui un niño bastante movidito y difícil, como muchos lectores y lectoras ya sabrán.

Un día, ya de adulto y sabiendo que estaba enferma y que yo, por encima de todo, quería respetar su voluntad, me atreví a preguntarle que si cuando muriese preferiría que la enterráramos o la incineráramos. Ella esbozó rápidamente una sonrisa pícara y me respondió: “Luis, dame una sorpresa”. Los dos acabamos riendo durante un buen rato. El tema era espinoso –a nadie le gusta hablar de la muerte, y menos si es la propia–, pero ella tuvo la generosidad para conmigo y la astucia consigo misma para no dejarse impresionar por lo directo de la pregunta.

Perspectiva optimista

Ya saben que yo siempre he valorado la perspectiva optimista (como ven, tuve buena maestra) y eso es algo que he recalcado en la mayoría de mis libros. Considero que el optimismo es una de las mejores herramientas que tenemos para vencer las adversidades que se cruzan en nuestro camino. Años atrás, cuando volvía a España y decía que yo era optimista, muchos me miraban como si fuera un ingenuo.

De hecho no ocurría solo aquí, esa mirada de recelo me la dedicaban en cualquier país de Europa. Alguien optimista solía tener mala fama. Para mí era algo muy raro porque en Estados Unidos ya entonces lo habitual era presumir ante los demás de tener experiencias felices.

Y es que se pensaba, y se piensa –con gran acierto, debo decir– que con optimismo se puede vencer cualquier adversidad y que las personas felices tienen más éxito. Por suerte, aquí hemos ido aceptando que no por sufrir más uno “se gana el cielo” ni le saldrán mejor las cosas. La cultura afecta a la percepción de todo; y nuestra percepción es, desde hace unos años, bastante más positiva en general. Ha cambiado esa tendencia del pasado de pensar que los disgustos te hacen más fuerte.

El poder de la resiliencia

Querer mantener la felicidad a largo plazo es, por otro lado, algo bastante irreal. Todos nos hemos dado cuenta de eso, sobre todo a raíz de la pandemia de COVID vivida a nivel mundial. Ese revés nos llevó a pensar que lo que tienes y sientes hoy puede cambiar en pocos días y hacer que el futuro inmediato sea muy distinto al que habías planeado. Pero eso no debe llevarnos al desánimo.

En nuestro interior habita una impresionante fuerza natural para sobreponernos a las malas experiencias. Todos disponemos de ella. Es lo que ahora se denomina resiliencia. En realidad esta palabra la hemos “robado” de la física. Es la capacidad elástica de un material: absorbe energía cuando se deforma porque se genera una tensión. Y la suelta, porque ya no la necesita, cuando la tensión desaparece. ¡Igual que nos ocurre a nosotros!

La resiliencia es elasticidad, resistencia y superación. Cualquiera de nosotros nos habremos asombrado de que, ante una circunstancia difícil, actuáramos con una entereza y una seguridad inusitadas: pese a la presión, fuimos capaces de generar y aplicar la energía suficiente como para salir más o menos airosos o para evitar que la situación dejara huella.

Hacer una rápida revisión de momentos como esos nos llevará seguramente a desplegar una visión más optimista del mundo, a confiar más en nuestras posibilidades y a autopercibirnos como individuos más capaces de lo que pensábamos.

Echar mano del humor

Y cuando esa fuerza interior no se pone en marcha, podemos darle un empujoncito echando mano del humor y el optimismo. Es el mejor resorte para desestresar a un cerebro preocupado o asediado por los miedos. Yo siempre digo que cualquier botiquín de urgencias debe llevar una dosis de sentido del humor.

El humor no ayuda de inmediato si, por ejemplo, estamos pasando por una crisis importante. En ese momento –cuando el barco se está hundiendo, por decirlo de una forma popular– no nos pondremos a contar chistes. Pero sí podemos hacerlo más tarde. Y nos regalará una perspectiva distinta, distanciada y liberadora. Si logramos ese distanciamiento, podremos rebajar el agobio y llenarnos de energía suficiente para buscar una salida. O para digerir lo que nos ha pasado y, una vez aceptado, recuperar el bienestar.

Les cuento otra anécdota personal: recién llegado a Nueva York con 24 años, y conociendo poco el idioma, oí que en el hospital donde trabajaba decían mi nombre por megafonía y la frase –la que yo entendí– “I see you”, que significa “Te veo”. Me quedé asombrado y sin poder reaccionar. ¡Yo no estaba haciendo nada raro! Por allí apareció un médico ecuatoriano que “me salvó” de la vergonzosa situación. Me explicó que lo que estaban diciéndome por megafonía era que acudiera a la Unidad de Cuidados Intensivos, la ICU, sigla que, al decirla en inglés, suena casi igual que la frase que yo entendí. Una vez superado el sonrojo inicial, aquello me sirvió para reírme un poco de mí mismo, relativizar mis limitaciones y ponerme manos a la obra con el inglés.

Hablarse bien a uno mismo y reírse más

Yo insisto mucho en que debemos hablarnos a nosotros mismos con cariño y benevolencia. Si en nuestras conversaciones internas, en esos soliloquios que sin duda aumentan con la edad y que tan bien nos sientan cuando algo nos parece irremediable, nos dedicamos buenas y animosas palabras, no solo aprenderemos a tratarnos mejor, sino que ganaremos autoestima.

  • Reír puede cambiarnos el día. No se trata de hacer un chiste de todo, pero sí de –cuando la situación lo permita– idear un chascarrillo ingenioso sobre una situación que estamos viviendo (sin agraviar ni despreciar a nada ni a nadie). Una risa a tiempo puede cambiar radicalmente ese día.
  • Nuestro cerebro está deseando que soltemos la carcajada. Somos positivos por naturaleza. La especie humana ha superado tantos y tantos obstáculos evolutivos que, una vez llegados a la era de la posmodernidad, nuestros genes están bien entrenados para superar desafíos. Y el cerebro nos lo recuerda continuamente: cuando nos piden que evoquemos 8 o 10 recuerdos, tendemos de inmediato a seleccionar las cosas buenas que nos han pasado. Lo que está haciendo nuestra mente en ese momento es minimizar el impacto de los fracasos, dejar en segundo plano los reveses, para dar prioridad a los momentos dichosos de superación. Nuestra memoria autobiográfica es predominantemente positiva.
  • El humor ayuda a relativizar las incongruencias de la vida que, por mucho que lo intentemos, no suelen tener una respuesta convincente ni clara. Pero es que, además, esa tabla de salvación que son el humor y la sonrisa pueden ayudarnos a sacar algo positivo de lo vivido: cuando recurrimos a ellos, tendemos a pensar que los contratiempos son transitorios y no tienen por qué afectar a otras esferas de la vida. La persona pesimista, por el contrario, tiende a desconfiar de sus capacidades y a pensar que los efectos de las calamidades son permanentes, lo que muy seguramente limita la eficacia de las herramientas de superación.

Explica tus vivencias en tono divertido

La alegría, el buen humor y el sentido del humor se entrenan. Los buenos momentos debemos contarlos y recordarlos, pero conviene hacer lo mismo con los que no son tan buenos. Analizarlos con cierto salero ayuda a pensar que las luchas pasadas no fueron en balde, sino que sirvieron para superar retos futuros. Desde esa perspectiva entrenamos a nuestra mente a no olvidar la esperanza y pensar que lo que deseamos sucederá.

Hablarlo con personas de nuestro entorno es un remedio esencial de lo que llamamos “Medicina de calidad de vida”. Y hacerlo en un tono risueño no solo es beneficioso para nosotros mismos, también lo es para no contagiar el desánimo –innecesariamente– a quienes nos escuchan. El humor es constructivo y hasta curativo, y nos facilita poder compartimentar nuestros sentimientos y vivencias. Cuando explicamos algo divertido creamos microespacios de bienestar.