La tristeza no es una señal de debilidad. Todos experimentamos esta emoción a lo largo de la vida, porque sin ella, la felicidad no se entendería. Es completamente normal sentirnos tristes cuando perdemos a alguien de nuestro entorno, finalizamos una relación importante, fracasamos en algún proyecto o nos vemos incapaces de llegar a nuestros objetivos marcados. A veces, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo y las autoexigencias hacen que nos sintamos incompetentes y desmotivados.
Cada vez está más normalizado no ser la persona más feliz del mundo cada día de nuestra vida. Es más, compartir con otros los momentos difíciles y externalizar cómo nos sentimos tiene sus ventajas a la hora de hacerle frente. Para empezar, disminuyen las especulaciones por parte de aquellos que se han percatado de tu cambio de humor. Y, si se trata de personas cercanas, al informar de nuestro malestar no solo nos desahogamos, también organizamos nuestros pensamientos y nos abrimos al reconfortante apoyo colectivo. Esto mismo trata de explicar la psiquiatra Marian Rojas que nos anima a entender la tristeza como proceso de mejora y reflexión de nuestra vida.
POR QUÉ ES NECESARIA LA TRISTEZA
La tristeza es un sentimiento y los sentimientos son necesarios. "La tristeza nos ayuda a darnos cuenta de muchas cosas. Nos ayuda a conectar con los sentimientos de otras personas. Nos ayuda a buscar sentido a la vida", declara la psiquiatra. Según Marian Rojas, muchas veces este sentimiento se acerca al sufrimiento, pero es en este momento cuando somos capaces de hacernos las grandes preguntas de la vida.
Si la tristeza está bien gestionada, este sentimiento es bueno. Y es que el 90% de las cosas que nos preocupan nunca jamás suceden. "Los pensamientos tienen un impacto directo en nuestro organismo. Son imágenes, sonidos y energía", define Marian Rojas. Nuestro organismo reacciona a nuestros pensamientos. Según como nos hablamos a nosotros mismos, nuestro cuerpo reacciona de una forma u otra. "Mi organismo me está escuchando las 24 horas del día y está escuchando esa voz interior", concluye la experta.
DIFERENCIAS ENTRE TRISTEZA Y DEPRESIÓN
La tristeza puede ser un primer síntoma de depresión, pero no todas las tristezas son sinónimo de ella. Ahora bien, estar triste es temporal, no afecta tanto a nuestro día a día como la depresión y no se generan los mismos cambios bioquímicos y estructurales en el cerebro.
"La depresión es cuando el sentimiento de tristeza ha hecho un golpe de estado, se nubla la visión de la vida y no somos capaces de disfrutar,
no somos capaces de ilusionarnos. Vivimos anclados en una herida,
en un fantasma, en algo del futuro que nos bloquea, en una herida
que no somos capaces de sanar", declara Marian Rojas. En cambio, la tristeza es un sentimiento en el que nos damos cuenta de que hay cosas que no funcionan, pero sabemos que se solucionaran o podremos salir adelante.
Los factores que aumentan el riesgo de depresión son: predisposición genética, elevados niveles de estrés y de ansiedad, soledad y poco apoyo social. Se sabe que esta patología afecta más a las mujeres que a los hombres porque tienen más predisposición natural por causas hormonales, a lo que no ayuda una mayor presión y exigencia social. Según los expertos, las personas que tienen más riesgo de sufrir depresión es aquella que destina el 100% para la casa y el trabajo, sin dedicarse tiempo a uno mismo.
Los factores externos como un despido, una ruptura sentimental o la muerte de un ser querido son posibles desencadenantes de un episodio de depresión, pero los estudios han demostrado también que la fisiología del cerebro se altera.