Detectives de ADN: Todos los datos que da nuestro material biológico

Los modernísimos sistemas para analizar el ADN son una herramienta extraordinaria para la Medicina forense: permiten identificar a una persona muchos años después de que haya cometido un delito.

Manel Esteller
Dr. Manel Esteller

Catedrático de genética

Actualizado a

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Una muestra biológica minúscula ofrece muchísima información.

Sherlock Holmes sigue siendo el detective más reconocido y más certero de la historia, pese a que nunca existió. Acertaba siempre. ¡Imagínense lo que podría haber hecho si hubiera conocido la actual tecnología del ADN! 

Gracias a esa tecnología avanzada, en los últimos 20 años ha habido una transformación increíble de la Medicina forense. Esta especialidad ayuda a las distintas policías y cuerpos de seguridad de todo el mundo a resolver actos delictivos y a encontrar personas desaparecidas. 

Solo necesita una pequeña muestra

Durante mucho tiempo su capacidad era limitada porque se necesitaba mucha cantidad de material genético para realizar el análisis, pero con la tecnología que analiza la reacción en cadena de la polimerasa es posible usar cantidades minúsculas de ADN.

Las pocas células del brazo que quedan del culpable bajo las uñas de la víctima, células de la cara dejadas por el delincuente en la máscara… Es interesante saber que criminales que se creían impunes ahora son identificados y condenados más de treinta años después con solo tener una minúscula porción de material biológico suyo en la escena del acto. Una de las claves es tener una inmensa base de datos de ADN de la población.

Ese ADN no siempre se recoge con nuestro consentimiento explícito: personas que se hicieron análisis comerciales de ADN para conocer por simple curiosidad de dónde vienen (su genealogía) están comprobando que ciertas agencias de inteligencia acceden a esos datos para solucionar casos graves en los que ya no quedan pistas. 

Los datos permiten “reproducir” una cara

El material genético recopilado empieza a hablarnos. Debido al desarrollo de herramientas bioinformáticas y a los numerosos estudios genómicos hechos en la última década, el ADN nos dice claramente a quién pertenece: estudiando su secuencia genética podemos decir que esa muestra recogida en el lugar del crimen pertenece a un hombre o a una mujer, además de su procedencia geográfica. 

Con el ADN podemos conocer su edad… ¡y su rostro! Se puede saber, incluso, los años que tenía esa persona cuando se cometieron los hechos. Ese dato se obtiene usando unos relojes moleculares basados en la epigenética (marcas químicas que se van acumulando en el genoma con el paso del tiempo).

Y la última revolución de la Medicina forense es la lectura de la información encriptada en la doble cadena de ADN que nos permite por primera vez dibujar la cara que tiene el individuo que dejó esa muestra misteriosa. Porque los genes contienen instrucciones que determinan la estructura ósea, nuestra pigmentación, cómo retenemos líquido y la grasa que se acumula en la cara.