Con la bajada de las temperaturas de los meses más fríos del año, entramos en la época más propensa a los estornudos, la congestión nasal, la sensación de malestar generalizado, la tos y la fiebre. Durante el otoño y el invierno solemos prestar más atención a nuestro sistema inmunitario, pues percibimos una disminución en nuestras defensas y somos más susceptibles a contraer virus gripales y resfriados comunes.
Cuando nuestro sistema de defensa se encuentra debilitado, aumenta la probabilidad de caer enfermos. Para mantener un buen estado de salud es fundamental el correcto funcionamiento de nuestro sistema inmunitario. Y es que las defensas juegan un papel vital en la lucha contra las enfermedades y los agentes patógenos, y protegen nuestro organismo de una amplia gama de amenazas, incluyendo virus, bacterias, hongos, parásitos y células anómalas.
Entre estas amenazas se encuentran, por supuesto, los resfriados que, aunque generalmente no son algo grave, pueden causar muchas molestias.
¿Cómo funcionan las defensas?
Nuestro sistema inmunitario está compuesto por diversas células especializadas, cada una con un papel específico y vital para la protección de nuestro organismo:
- Los neutrófilos son los primeros en responder, combatiendo rápidamente a los invasores microbianos.
- Los macrófagos actúan como "aspiradoras" biológicas, engullendo virus y bacterias dañinas.
- Los linfocitos B producen anticuerpos que neutralizan a los patógenos.
- Los linfocitos T colaboran en la producción de anticuerpos y apoyan a los macrófagos.
- Los linfocitos T citotóxicos se especializan en destruir células que han sido invadidas por virus.
- Las células dendríticas reconocen a los invasores y orquestan la respuesta inmune adecuada.
La eficacia del sistema inmunitario para prevenir enfermedades y acelerar la recuperación depende directamente del estado y la actividad de estas células.
Las defensas tienen memoria
Es importante destacar que nuestro sistema inmunitario tiene dos componentes: uno innato y otro adquirido. La parte adquirida se desarrolla con el tiempo: los linfocitos "aprenden" de cada encuentro con patógenos y crean una memoria inmunológica que permite una respuesta más rápida y efectiva ante futuras exposiciones al mismo microorganismo.
Este proceso de memoria inmunológica explica por qué, después de haber padecido ciertas enfermedades virales como la varicela, o haber estado expuestos a cepas específicas de otros virus, desarrollamos inmunidad y nos volvemos resistentes a esos patógenos.
Señales de un sistema inmunitario debilitado
Un sistema inmunitario debilitado puede manifestarse a través de diversos signos y síntomas. Cuando nuestro cuerpo no logra protegerse adecuadamente, podemos experimentar las siguientes señales:
- Infecciones frecuentes y persistentes: resfriados recurrentes y dificultad para recuperarse de enfermedades comunes.
- Sensación de cansancio sin razón aparente.
- Pérdida de cabello más notoria de lo habitual.
- Infecciones oportunistas: episodios repetidos de amigdalitis o reactivación de virus latentes, como el del herpes.
- Cicatrización más lenta.
- Episodios de mareo, náuseas o diarrea recurrentes.
- Sangrado nasal.
- Alteraciones del sueño y del estado de ánimo: aumento de los niveles de estrés y dificultades para conciliar el sueño o mantenerlo.
¿Es posible determinar si nuestro sistema inmunitario está debilitado?
Como hemos visto antes, el sistema inmunitario es una estructura intrincada compuesta por diversas células y moléculas, lo que dificulta la existencia de pruebas específicas que puedan confirmar su debilidad o fortaleza.
Es habitual escuchar frases como "debo tener las defensas bajas", pero es importante entender que no existe un parámetro concreto en nuestro organismo que disminuya cuando el sistema inmunitario no funciona a pleno rendimiento. Los análisis de sangre convencionales no pueden determinar si las defensas están "bajas".
Aunque los glóbulos blancos están estrechamente vinculados con el sistema inmunitario, tener una cantidad reducida de estos no necesariamente implica un fallo en las defensas. De hecho, en algunas enfermedades autoinmunes, un recuento bajo de glóbulos blancos puede indicar una activación excesiva del sistema inmunitario.
Es importante destacar que enfermedades comunes como la gripe no se detectan mediante análisis de sangre rutinarios y la mayoría de las personas que padecen estas afecciones no mostrarían alteraciones significativas en sus análisis sanguíneos. Esto se debe a que los glóbulos blancos son solo un componente del complejo sistema inmunitario.
Claves para fortalecer nuestras defensas
En contra de lo que muchos buscan, no existe un remedio o medicamento único que fortalezca las defensas. En su lugar, existen una gran variedad de alimentos y hábitos que pueden ayudar a optimizar la inmunidad natural de nuestro cuerpo.
Actualmente, el enfoque se centra más en la "buena adaptación al medio" que en tener unas defensas fuertes. Esto implica la capacidad de mantenernos sanos y saludables frente a diversas enfermedades.
Un estudio del Instituto Whitehead para la Investigación Biomédica de Cambridge (EE. UU.) reveló que el 75% de la fortaleza de nuestras defensas depende de nuestros hábitos. Aquí te presentamos algunas de las claves más importantes para mantener un sistema inmunitario activo y fuerte:
- Nutrición equilibrada: adopta una dieta variada rica en verduras, frutas, legumbres, granos integrales, proteínas magras y grasas saludables.
- Ejercicio regular: mantén una rutina de actividad física constante.
- Descanso adecuado: diversos estudios han demostrado que la privación del sueño puede disminuir significativamente los linfocitos A y T, componentes esenciales de nuestro sistema inmunitario.
- Risa y buen humor: la risa no solo reduce el estrés, también mejora la inmunidad. Aumenta temporalmente el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, y favorece la relajación muscular y la liberación de endorfinas. Además, eleva los niveles de inmunoglobulina A, un anticuerpo importante en nuestras defensas.
- Gestión del estrés y actitud positiva: la angustia y la depresión pueden debilitar nuestro sistema inmunitario. Por otro lado, el optimismo ayuda a que nuestras defensas actúen más eficazmente contra posibles enfermedades. Aunque una actitud positiva no cura por sí sola, sí contribuye cuando el organismo necesita energía extra para combatir las enfermedades.