Probablemente más de una vez te habrás encontrado con este letrero: “Por favor, deje el lavabo como le hubiera gustado encontrarlo”. A nadie le gusta tener que usar un lavabo sucio, ya no solo por higiene. Así que, por educación y de buena fe, es normal que miremos la taza al tirar de la cadena para asegurarnos de que efectivamente queda tan limpio como nos gustaría verlo al llegar.
Por desgracia, resulta que esa es una costumbre que tienes que cambiar. Unos científicos de la Universidad de Colorado han comprobado con la más moderna tecnología que estamos poniéndonos en riesgo. Después de leer sus conclusiones seguro que no te olvidas de bajar siempre la tapa, por higiene y por salud.
La importancia de los aerosoles
Los investigadores de Colorado son expertos en física y especialistas en aerosoles, esas microgotas de agua que pueden salir despedidas por el aire y recorrer distancias considerables. Como recordarás, se habló y discutió muchos sobre ellas durante la pandemia, puesto que las personas al hablar expulsan estos aerosoles que pueden estar contaminados con virus.
Precisamente por las intensas investigaciones que se hicieron con la pandemia, se cambiaron protocolos al comprobar que esos aerosoles quedaban más tiempo en suspensión del que se pensaba. Se dio más prioridad a ventilar las habitaciones del enfermo.
Un grupo de estos especialistas se plantearon entonces qué pasaba con los aerosoles en otros ámbitos. Por ejemplo, el lavabo. Hasta qué punto el chorro de agua que cae al tirar la cadena expulsa aerosoles. Y quisieron hacer la prueba.
Rodearon un váter con todo un equipo de luz láser diseñado para iluminar las micropartículas de agua que pudieran salir disparadas, para comprobar si subían más allá de la taza del váter y hasta dónde llegaban.
Qué ocurre al tirar de la cadena
“Es algo que no puedes ver y que, por eso mismo es fácil hacer creer que no existe. Pero cuando ves el vídeo no vuelves a pensar en el agua del váter de la misma manera”, señala el profesor John Crimaldi, director del estudio.
El estudio ha sorprendido especialmente porque los inodoros han evolucionado con la sociedad. Pese a que puedan parecer el mismo asiento que había a principios del siglo XX, lo cierto es que han cambiado mucho estos años. Se ha perfeccionado su diseño para que el agua caiga y arrastre mejor las deposiciones.
Por eso los investigadores no se esperaban hasta qué punto los aerosoles salen despedidos del váter. Y eso es lo que han comprobado. Con vídeos de alta velocidad y los láseres han medido la cantidad de aerosol que salía despedida y la velocidad a la que se propagaba.
“Hemos comprobado que estos aerosoles son mucho más enérgicos y de más rápida propagación de lo que se pensaba”, ha asegurado el profesor Crimaldi. El agua rebota contra el agua del fondo de la taza y…
- Los aerosoles salen despedidos a 2 metros por segundo tanto hacia arriba como hacia la pared de atrás.
- Las gotitas pueden alcanzar una altura de metro y medio. Las más grandes caen en pocos segundos.
- Las microgotas más pequeñas, de menos de 5 micras, siguen flotando y desplazándose por el cuarto de baño durante algunos minutos.
Por qué supone un riesgo de salud
La investigación se hizo solo con agua, así que lo que salieron despedidas fueron gotas limpias. Si el agua choca con las heces y el agua del fondo también contaminada con las heces, estamos ante una situación diferente.
“Esto podría hacer que el aerosol saliera despedido más lejos y en mayor cantidad”, explica el experto. Además, estos aerosoles pueden haberse contagiado de microorganismos.
Las heces no están libres de microbios. La persona puede estar infectada sin saberlo aún de patógenos intestinales habituales, como son la salmonela o la bacteria E. coli y algunos virus.
En un lavabo público, si entramos inmediatamente después de una persona infectada, tenemos un riesgo evidente de contagio.
Los investigadores, como no son médicos ni virólogos, no han querido entrar a valorar este aspecto. No obstante, todos los estudios previos indican que ese riesgo existe. Los patógenos no mueren por el hecho de haber pasado por el sistema digestivo. Al contrario, las heces son una de las principales vías de contagio de muchas enfermedades.
Qué pasa si bajamos la tapa
Si tiramos la cadena con la tapa abierta, no solo se difunde el aerosol, sino que queda en suspensión el tiempo suficiente como para que se desplace con la corriente por el lavabo y nos pueda caer una microlluvia nada agradable.
O incluso peor: que nos caigan las microgotas de la persona que ha usado previamente el lavabo, y que pueden estar contaminadas.
Por eso, no es mala idea, esperar un momento antes de entrar un lavabo público que acaban de utilizar. Y bajar la tapa del váter antes de tirar de la cadena.
Según explican los investigadores, la tapa actúa de una manera parecida a como lo hacen las mascarillas en la boca. Sirve de muro y evita que el aerosol salga disparado. Puede escaparse algo por la rendija que queda entre el asiento y la taza, pero sería muy poco, porque gran parte del aerosol salpica hacia arriba.
Las conclusiones del estudio
Esta investigación ha servido para que el equipo de ingeniería del profesor Crimaldi estudie posibles nuevos diseños que minimicen la salida de aerosoles.
En países asiáticos, en especial Japón, tiene unos lavabos muy automatizados y de autolimpieza que, no obstante, no han tenido en cuenta la importancia de mantener la tapa bajada.
El reto ahora está para expertos sanitarios e ingenieros. Analizar formas de ventilación y nuevos diseños que reduzcan los riesgos en lavabos públicos.
Nosotros haremos bien en bajar la tapa antes de tirar de la cadena. Pero luego, una vez evitado el aerosol, levantemos la tapa y comprobemos que, efectivamente, estamos dejando el lavabo tal y como nos gustaría encontrarlo.