Las causas por las que envejecemos son múltiples, pero en los últimos años los científicos hemos consensuado las que tienen más influjo. Una de esas causas es la falta de “limpieza” celular, lo que denominamos autofagia.
- La autofagia es la capacidad que poseen las células de limpiar componentes que tienen en su interior y que son inservibles. Es un proceso que ocurre todos los días pero que, con la edad, se vuelve menos eficaz. La consecuencia es que se acumulan productos tóxicos y proteínas dañadas que envejecen la célula y hacen que ese órgano sea menos funcional.
- Por suerte, nuestro estilo de vida puede echarnos una mano y recuperar un buen ritmo de limpieza celular. Uno de los hábitos más favorecedores es el sueño, porque mientras dormimos es cuando tiene lugar la limpieza más profunda. Sobre el ejercicio moderado y sus beneficios para conseguir una vida más larga y saludable a través de la limpieza celular también hay muchos estudios.
No necesitamos comer continuamente
Separar las comidas ayuda de una manera especialmente determinante a la limpieza celular porque ese proceso está sincronizado con la presencia de nutrientes.
Si el organismo dispone continuamente de nutrientes,la célula los usa como energía pero frena otros procesos necesarios para repararse. En cambio, en los periodos en que no le damos alimento, las células buscan otras maneras de seguir obteniendo energía, y la encuentran en aquellos materiales que están dañados dentro de la célula: descomponen, transforman y eliminan ese material celular dañado al activar la autofagia y eso puede ayudar a que haya un envejecimiento más lento.
Por lo tanto, para que la célula destruya esa basura celular es conveniente generar periodos sin comer. Y lo conseguimos dejando pasar varias horas entre comida y comida, evitando el picoteo continuo. Pueden ser 5, 6 u 8, pero todo depende de la vida y las condiciones de cada uno. En algunos casos –y siempre habiéndolo hablado antes con su médico– puede ser recomendable hacer solo dos comidas diarias: un desayuno a las 8 de la manaña y una comida a las 4 de la tarde. Pero cada individuo es diferente y tiene sus particularidades (niveles de glucosa, presión arterial, etc.); por eso, debe hablarlo antes con un médico de familia.
- Se limitan las ingestas, pero no el número de calorías. Hacer dos o tres comidas al día (espaciadas entre sí) no significa comer menos ni tener ansiedad por comer. En realidad, se trata de repartir lo que ya se comía en dos momentos concretos del día.
- Lo más recomendable es organizar esas comidas según la Dieta Mediterránea –y huir de los ultraprocesados– porque sus componentes (el tipo de lípidos o grasas, de azúcares naturales y de aceite de oliva) influyen de manera muy positiva en lograr mayor longevidad. De hecho, ahora estamos investigando –junto a la gran científica Dolores Corella– cómo esos componentes influyen específicamente en la limpieza celular.
A qué hora comes también influye
La Universidad de Columbia, en Nueva York (EE. UU.), ha estudiado cómo influyen las horas en que comemos y ha demostrado que no solo importa cuánto ingerimos y cuánto hemos logrado separar las comidas, sino también en qué momento nos hemos sentado a la mesa.
- Si distribuimos las ingestas en la etapa diurna, por la mañana, mejora el proceso que facilita que las células se deshagan de material que ya no les es útil. En cambio, si hacemos una comida abundante poco antes de ir a dormir, frenamos los intentos que en ese momento está haciendo la célula para limpiarse.
De todos modos, estas son recomendaciones generales y cada uno debe adaptarlas a su situación personal, laboral y familiar. Haciendo, eso sí, lo posible por no comer con frecuencia y no hacerlo tarde.
Más energía mental
Distribuyendo las calorías que uno necesita en unas ingestas concretas y separadas entre sí, aumenta la sensación de saciedad y la energía. Científicamente se ha comprobado que espaciar esos momentos activa los mecanismos que favorecen que no sintamos apetito y aumentan lo que denominamos cuerpos cetónicos en la circulación de la sangre. Estas sustancias son el mejor y más nutritivo alimento para nuestras neuronas, que pasan a funcionar mejor. Hay quien siente que aprende más rápido y que se nota intelectualmente más activo.
Los relojes del envejecimiento
En nuestra sangre hay proteínas, ARNs, metabolitos o células T que han estado con nosotros prácticamente desde el nacimiento. Ese material genético guarda la información de cómo está siendo nuestro proceso de envejecimiento.
Estudiando esos datos es posible establecerlo que llamamos los relojes del envejecimiento (Aging Clocks). No es una medida científica pero sí orientativa para saber quiénes están envejeciendo bien y quiénes no, y puede ayudar a modificar hábitos.