En nuestro organismo hay un continuo relevo celular: las células de más edad o las que están dañadas mueren y el organismo las desecha, las elimina. Ocupan su lugar –y su función– células jóvenes llenas de energía y vitalidad.
El ejemplo más claro lo encontramos en la piel. Cuando sufrimos una herida, las nuevas células se apresuran a ocupar el lugar de las que se han dañado y, así, se forma la costra, el primer paso para la curación.
Eso mismo ocurre en nuestro interior pero, a medida que sumamos años, la renovación celular (incluso cuando no hay herida) es más lenta.
las células dañadas no desaparecen
Cualquier célula dañada o inservible (quizá por haberse dividido ya muchas veces) sabe que tiene que autodestruirse. Es lo que conocemos como apoptosis o muerte celular programada.
Cuando ocurre, el contenido de esa célula se agrupa en pequeños paquetes junto con restos de la membrana celular o plasmática (una especie de capa protectora que tenía) para que otras células, las del sistema inmunitario, recojan sus restos y dejen al organismo libre de desperdicios.
Pero algunas de esas células no dan ese paso: ni viven (han dejado de dividirse o de replicarse) ni mueren (no permiten la apoptosis). Se les denomina zombis o células senescentes y quedan deambulando por el organismo. El término senescencia significa literalmente condición de envejecimiento o, dicho con algo más de dureza, proceso de descomposición debido al paso del tiempo.
qué ocurre cuando se acumulan células zombi
Cuando se acumulan muchas células senescentes en los tejidos, el cuerpo envejece más rápido y, con ello, aumentan las enfermedades relacionadas con la edad. Eso se debe a que, pese a que son células que no trabajan, sí generan factores proinflamatorios.
Si tenemos un sistema inmunológico en buena forma, es probable que acabemos con la mayoría de células zombi; pero si no es así, pueden no ser reconocidas y dar lugar a un estado de inflamación y daño tisular (en los tejidos) que favorezca la aparición de enfermedades crónicas e, incluso, de un cáncer.
los tratamientos que están en estudio
Puesto que influyen en nuestra salud pero también en la rapidez con que envejecemos, hay mucho interés por encontrar terapéuticas que ayuden a acabar con las células zombi.
Actualmente se estudian fármacos senolíticos (hay más de 20 ensayos con cócteles a base de moléculas de la longevidad extraídas de flavonoides como la quercetina o la fisetina), células inmunes modificadas para que detecten mejor las errantes y terapia genética. Sin embargo, son tratamientos que deben personalizarse para que puedan dar los mejores resultados.
En un futuro no lejano quizá dispongamos de otra herramienta más eficaz que modifique o fortalezca el gen p16, que ayuda a revertir la senescencia porque regula el ciclo celular. Este gen es, además, supresor de tumores (detecta que está comenzando a formarse uno y provoca la muerte de esas células alteradas).
Qué podemos hacer para eliminarlas
Aparte de lo que nos depare la Ciencia, los hábitos de vida ayudan a que la renovación celular sea un proceso más perfecto, con menos errores. Hacer ejercicio regularmente, dormir bien y una dieta suficiente en proteínas y baja en azúcar y grasas se relaciona con una menor cantidad de células senescentes.
¿Hay alimentos capaces de acabar con esas células? Es lógico pensar que, si los antioxidantes son la base de los fármacos senolíticos, aumentarlos en la dieta también ayuda. No es mala idea porque, aunque no esté en las mismas concentraciones, seguir una alimentación antioxidante siempre aporta salud.
Algunos senolíticos naturales que podemos incluircon más frecuencia en la alimentación son las cebollas (la parte más rica en el antioxidante quercetina está en las capas más duras, que podemos añadir a los caldos); los arándanos; la col rizada; el brócoli; los tomates cherry y las manzanas (es preferible comprarlas ecológicas).
El otro antioxidante estrella, la fisetina, se encuentra sobre todo en las fresas (100 g contienen 16 mg de este saludable flavonoide). También está en el caqui o palonsanto y en las uvas, en especial si se comen con piel.
Un arma contra el cáncer
La relación entre células zombi y cáncer es estrecha y bidireccional: quienes tienen más cantidad de estas células errantes pueden desarrollar tumores con más facilidad (aunque influirán otros muchos factores).
Pero es que, además, quienes han superado un cáncer tras someterse a quimioterapia pueden tener mayor número de células senescentes, con lo que les conviene adoptar un estilo de vida lo más saludable posible.
La Ciencia puede dar la vuelta a esta situación. Actualmente se estudia cómo sacar provecho de las células zombi porque, en realidad, segregan sustancias proinflamatorias para llamar la atención de las células del sistema inmunitario para que acaben con ellas. De momento se está probando con el cáncer de páncreas y quizá pronto se tengan buenas noticias.