Con el paso de los años, tendemos a ganar peso aunque comamos lo mismo. Esto se debe a los cambios hormonales, que provocan una ralentización del metabolismo, y la pérdida de masa muscular (el músculo es el tejido que consume más energía y conforme se va perdiendo el cuerpo quema menos calorías). De hecho, el gasto energético en reposo se reduce de forma gradual con el paso de los años y alrededor de los 50 años ya es un 10% menor.
Comer menos y moverse más han sido siempre las claves para solucionar este cambio que sufre el cuerpo alrededor de los 50, sobre todo en las mujeres por la menopausia, pero también en los hombres.
Y aunque la dieta y el ejercicio son, sin duda, los dos pilares que mejor funcionan, hay otra estrategia que podría resultar efectiva, o al menos complementaria, para evitar el aumento de peso relacionado con la edad: estimular la producción de la llamada grasa beige.
¿Cómo se logra? Exponiéndose de forma moderada al frío, ya sea con duchas frías en verano, bajando la calefacción en invierno, no abrigándose en exceso...
Tipos de grasa
Los mamíferos, incluidos los humanos, tenemos dos tipos principales de grasa: la blanca y la marrón o parda.
La grasa blanca tiene la capacidad de almacenar energía del consumo excesivo de calorías. Es una reserva del cuerpo y supone el 20-25% de la grasa corporal. En los hombres se acumula sobre todo en la zona abdominal, y en las mujeres en las caderas y los glúteos. Tiene mala fama porque en exceso provoca obesidad pero es necesaria. "Sin grasa blanca, por ejemplo, la función reproductora de la mujer se vería seriamente afectada", explica a Saber Vivir Jonatan Ruiz, profesor del departamento de Educación Física y Deportiva de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada.
La grasa parda o marrón tiene la capacidad de oxidar glucosa y lípidos para convertirlos en calor. Su objetivo es quemar calorías para mantener la temperatura del cuerpo y protegernos del frío. Se sitúa sobre todo en la zona del cuello, la parte superior de la espalda y las arterias renales. Al consumir glucosa y lípidos, estudios apuntan que podría ser un buen aliado para combatir la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
El poder adelgazante de la grasa beige
Investigadores de la Universidad de Cornell han descubierto una forma de evitar que se acumule demasiada grasa blanca: lograr que se convierta en grasa beige. Los resultados del estudio se han publicado en Nature Communications.
Se trata de un subtipo de grasa que tiene los mismos precursores celulares que la grasa blanca y las mismas propiedades termogénicas que la grasa marrón, lo que significa que ayuda a reducir el azúcar en la sangre y los ácidos grasos que causan el endurecimiento de las arterias, las enfermedades del corazón o la diabetes.
Los investigadores aseguran que "cuando una persona experimenta una exposición sostenida a temperaturas frías, las células madre conocidas como células progenitoras adiposas forman células de grasa beige termogénicas dentro de la grasa blanca. Sin embargo, a media que las personas envejecen, la respuesta a ese estímulo se debilita, inclinando la balanza hacia la producción de grasa blanca", explican.
Por eso la gente joven quema calorías más fácilmente. Con los años se pierde esa capacidad de crear grasa beige, que acelera el metabolismo y consume más energía. Una forma de aumentar la producción de este tipo de grasa es exponerse al frío de forma habitual aunque moderada. Las duchas frías son una opción, si no la soportas en todo el cuerpo puedes hacerlas de la cintura para abajo. El ejercicio es otra forma de estimular la creación de grasa beige.