Hoy las crisis en la pareja son momentos tan complejos como naturales. En esos periodos en que las estamos intentando superar, es normal sentir que lo construido hasta ese momento se cae. Eso da lugar a dos alternativas:
- Los dos miembros de la pareja se reencuentran y la relación se reconstruye de nuevo según lo que ambos necesitan ahora, que puede ser diferente a lo que deseaban al inicio de la relación (y ese cambio es comprensible y normal).
- Se despiden y continúan sus caminos por separado. Es otra posible y aceptable situación… si realmente los dos optan por esta otra salida y están seguros realmente de que es la única posible. Si uno está a favor pero el otro desea seguir luchando, este último seguramente sufrirá más.
Esos alejamientos en la pareja pueden iniciarse a partir de un momento o circunstancia, o quizá comiencen como un pequeño malestar o insatisfacción sobre algún aspecto de la relación. Como al principio es algo no demasiado llamativo y sostenible, no le hacemos mucho caso. Pero permanecer ahí va creando poso, de manera que cada situación en que surge el malestar (ya sea en relación con el asunto que lo originó o no) produce más disgusto y tensión.
Si el proceso sigue, suele haber un momento en que todo explota. La insatisfacción sale a la superficie y la pareja entra en la etapa más complicada de la crisis. Y es que, llegados a ese punto, ya no hay que resolver el malestar inicial, sino todo lo que ha venido después, más el enfriamiento que se ha producido entre los miembros que conforman el vínculo.
Primer paso: aplicar la regla 80-20
Sea cuál sea el resultado final, es importante tener autoconsciencia, revisar lo que sentimos, compartir cómo estamos en la relación y abordar los problemas cuando surgen y generan malestar, en vez de estallar cuando ya la cosa ha llegado a ser insoportable.
Para favorecer esa reflexión, puedes aplicar la regla 80-20. Es un recurso muy sencillo que consiste en valorar tu grado de satisfacción con tu compañero o compañera: si es del 80 %, estás en un nivel óptimo. ¿Y por qué no un 100 %? Porque, tras varios años de relación, seguramente haya un 20 % que no encajará con tus preferencias.
Y es que, aunque a veces pretendamos que la pareja se parezca lo más posible a nosotros, a nuestros hábitos y pensamientos, y que tenga nuestras mismas prioridades y gustos, es una persona distinta.
Que el grado de satisfacción general sea inferior al 80 % no significa que el vínculo no pueda funcionar, solo que es más probable que os enfrentéis a más conflictos con el paso del tiempo y que la situación requiera algo más de esfuerzo para solventarlos. Pero cuando hay intención de cultivar buenos amores, sanos, bonitos y enriquecedores, se encuentran soluciones.
Ten en cuenta que la valoración que hagas de la relación es subjetiva y que tú puedes estar dando importancia a algo que para la otra persona es irrelevante. Pero de lo que se trata es de poner en una balanza lo que aprecias y, al mismo tiempo, calibrar el impacto de los asuntos o comportamientos que te causan malestar. Es una valoración personal cualitativa que vale la pena hacer con calma.
Qué hacer cuando la pareja se desalinea
Imaginemos una pareja que se conocieron en su veintena y acaban de entrar en los cuarenta. ¿Crees que piensan, sienten y funcionan igual que veinte años atrás?
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Las personas estamos en constante cambio porque las vivencias, las tomas de conciencia y las reflexiones nos mueven del lugar en el que estábamos. Y así constantemente, porque el cambio no es otra cosa que crecimiento y forma parte de la experiencia vital.
Al emparejarnos tejemos nuestras vidas y construimos un espacio concreto para la relación. Somos tú, yo y la relación; y todos nos movemos y crecemos a la vez. Pero también hay que abrazar la idea de que nos desalinearemos de vez en cuando porque tanto las personas como las relaciones cambian con el paso del tiempo.
- Toma conciencia de lo que os está separando. Es otro paso fundamental para ayudar a acercar posiciones y resolver la crisis. Negarlo o mirar hacia otro lado probablemente os lleve a que todo explote y ya sea demasiado tarde para apagar esa fogata.
- No dejes que se desate tu ego. Los momentos de desacuerdos son delicados. Por eso, si permites que tu ego entre en juego y reaccionas desde el orgullo, solo se empeora la situación y no habrá ni vencedores ni vencidos. Ambos perdéis. En ocasiones tendrás que recordarte a ti misma que tu pareja no desea hacerte daño. Primero, escúchala y luego encuentra las palabras para expresar lo que sientes para que no dé lugar a equívocos ni haya malas interpretaciones.
- Valorad, por separado o juntos, en qué punto estáis. Algunos aspectos que pueden ayudaros a evaluar vuestro momento son: si el respeto y la confianza siguen siendo de calidad o se han descuidado; si sigue habiendo complicidad; si os seguís comunicando o habéis dejado de hacerlo; si la relación se mantiene gracias al trabajo de ambos o solo uno de los miembros se esfuerza en ello; si sigue habiendo espacios frecuentes para la diversión compartida; si los conflictos han aumentado de un tiempo a esta parte y, si cuando ocurren, se evitan o se encaran y se resuelven; y si sigue habiendo proyectos de futuro, si os seguís eligiendo para recorrer juntos el camino.
Hablar es necesario, aunque sea incómodo
Responder a estas cuestiones puede ser difícil pero también necesario para tomar decisiones. Si no sabes en qué punto del camino estás, será mucho más complicado que te orientes y valores qué dirección tomar.
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- No permitáis que la relación funcione en piloto automático. Esas respuestas pueden servir de brújula si alguna vez os sentís perdidos. Al mismo tiempo, y puesto que ya habréis identificado una serie de problemas que incluso no habíais detectado antes, podréis encontrarles solución.
- Comunicaos porque es uno de los pilares de las relaciones sanas y duraderas. Además, cuando la comunicación falla, afecta a todas las áreas de la relación. Y no solo importa cuánto habláis, sino cómo lo hacéis. La comunicación debe trabajarse para que acabe siendo un buen hábito capaz de fortalecer el vínculo y poder crecer como pareja.
No tener ganas de hablar con el compañero o compañera es un indicador de insatisfacción relacional y te está privando de una herramienta fundamental para que se dé acercamiento emocional.
Guía para los días difíciles
Si cuando atravesamos una crisis tenemos la oportunidad de reconstruir juntos lo que se ha roto, conviene otorgarle el valor que tiene y saber que requiere implicación.
- Identificad el problema. Analizad cómo ha empezado, en qué ha derivado y cuál es la situación actual. Aplicar el “divide y vencerás” a ese proceso es una magnífica estrategia.
- Escuchaos con plena atención. Repite mentalmente lo que dice para entenderlo, y elige cuidadosamente tu respuesta.
- Respetad lo que quiere el otro y el vínculo en común. Dejad a un lado el ego y evitad poneros a la defensiva.
- Buscad soluciones de equipo: lo que estáis dispuestos a ofrecer y lo que necesitáis recibir.
¿Y si, pese a todo, no veis salida?
Si percibís que lo que ha funcionado hasta ahora ya no resulta útil pero queréis encontraros de nuevo, haceros esta pregunta el uno al otro: ¿qué necesitas de mí?
La empatía es fundamental, y conocer qué necesita la otra persona, un elemento imprescindible para reconectar y prevenir que una futura pequeña crisis se transforme en algo insalvable.
Conviene reconocer que los procesos, también en pareja, suelen ser cíclicos. Tras una época de calma puede venir una tormenta. Lógicamente si el mismo conflicto se repite una y otra vez, si todo estalla por el mismo motivo, habrá que evaluar si el trabajo que estáis haciendo está funcionando (se necesitan soluciones para avanzar). Esa valoración servirá para que no os encalléis en una dinámica cómoda pero insatisfactoria. Porque si los ciclos se repiten con mucha frecuencia y la causa del estallido es siempre la misma, os llevará al agotamiento.
Las nuevas oportunidades en pareja no son ni deben ser infinitas. Y justamente por eso hay que honrarlas sabiendo lo que suponen. Si alguna vez tienes que decidir si brindas una oportunidad de reparación a otra persona, medita y toma la decisión conscientemente.
Y si es la otra persona la que te está dando la oportunidad, apréciala y trata de aprovecharla como si no fuese a haber otra. Porque quizá no la haya.