El catedrático de genética Manel Esteller da las claves para llegar a los 120 años con buena salud

Aferrarse a la vida es un impulso visceral, nos nace de dentro. Por eso, es legítimo querer vivir más años. La cuestión es si biológicamente estamos preparados para ello y cómo lograrlo con buena salud.

Manel Esteller
Dr. Manel Esteller

Catedrático de genética

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Unos hábitos de vida saludables aumentan la esperanza de vida.

ISTOCK

Maria Branyas, la persona más longeva del mundo (tiene 117 años y un estado de salud y mental envidiables para esa edad), me confesó no hace mucho que dos de las cosas que la han hecho vivir tanto han sido no discutir con nadie y saber adaptarse a cualquier circunstancia (la resiliencia). No me cabe duda de que ambos factores han sido determinantes en su longevidad pero, por si acaso sus genes guardaran alguna otra “ventaja”, los estamos estudiando. Quizá así descubramos cómo ser tan perdurables –y sanos– como ella.

Supercentenarios

Cada vez será más frecuente encontrar a personas que tengan 110 o 120 años. De hecho, las niñas que nazcan en 2030 ya vivirán una media de 91; los niños, 84. No hace tanto tiempo –sobre 1960– la cosa era muy diferente y nuestras abuelas podían darse por satisfechas si llegaban a los 70 años. De hecho, la media estaba en 71 para la población femenina... ¡Y solo en 66 para la masculina! ¿Qué hemos hecho para aumentar tanto la esperanza de vida en tan poco tiempo?

Hay hábitos que suponen un masaje o una caricia para nuestros genes;
y otros que los insultan y los dañan

Alimentarnos mejor (más variado) y los avances médicos han ayudado, sin duda, a darnos más vida y más salud... Pese a que la contaminación y los tóxicos de las ciudades, junto con el cambio climático, nos lo pongan bien difícil (algunos científicos auguran que esos factores tendrán cada vez más impacto y llegarán a acortarnos la vida una media de 6 meses).

¿Estamos diseñados para vivir tanto?

Hay tiburones centenarios, tortugas que rozan los 200 años y medusas que nunca mueren. Si eso está pasando ya en la Naturaleza, ¿por qué no podría el ser humano ralentizar su reloj molecular y superar los 120 o 130 años? No parece una meta descabellada.

Las células humanas pueden dividirse unas 50 veces antes de autodestruirse, por desgaste. Eso supone una esperanza de vida máxima de 120 años. Se llama límite de Hayflick. Pero ese límite no es fijo; se puede alargar si mejoran las condiciones ambientales y se reduce la exposición a tóxicos: polución, mala alimentación, microplásticos, estrés excesivo y todo aquello que provoque que “nos oxidemos”. 

La mayoría de las personas centenarias son mujeres; y una de las explicaciones es que tienen telómeros más largos

Cada vez que una célula se divide se acortan los telómeros, y eso se relaciona con una vida más corta (aunque tenerlos muy largos tampoco conviene porque pueden aumentar el riesgo de cáncer). Son una especie de capuchones protectores que hay en los extremos de los cromosomas (cadenas de ADN). Evitando los factores que acabo de mencionar impedimos que esos capuchones se acorten. Y aquí debo dar otro dato importante: generalmente, las mujeres suelen tener telómeros más largos que los hombres. Eso, y tener un segundo cromosoma X (los hombres tienen XY), les ayuda a ser más longevas.

Una larga y, sobre todo, saludable vida

Por muy atractiva que sea la idea de llegar a los 130 años, lo verdaderamente importante es sumar vida a los años (y no años a la vida). Sobre esto hay una estupenda noticia, y es que la mitad del envejecimiento (o más) y del estado en que envejecemos depende de nuestros hábitos diarios.

Una de las personas que más ha vivido siendo activa, la francesa Jeanne Calment, seguía yendo en bicicleta a los 100. ¡Y vivió 122 años y 164 días! La primera pista, pues, es mover el cuerpo se tenga la edad que se tenga.

Mantenernos activos alarga la vida: la mujer que más ha vivido iba en bicicleta a los 100 años

Llevar una alimentación variada, equilibrada y rica en vegetales nos regala 10 años de vida (10,8 a las mujeres y 10,4 a los hombres para ser más precisos). Lo ha demostrado un estudio de Reino Unido. ¿Y qué define a la alimentación asociada a la longevidad? Incluye buenas cantidades de frutas y verduras; grasas saludables (no saturadas ni trans); proteínas magras; cereales integrales y no refinados; variar la alimentación durante la semana y limitar los alimentos procesados y los azúcares. ¿Les suena? ¡Es la Dieta Mediterránea! Y se relaciona con telómeros más largos, además de que puede evitar la inflamación interna y protegernos de dolencias crónicas que roban años.

Con esta dieta también cuidamos la microbiota intestinal. Cada vez se tiene más claro que las bacterias que viven en nuestro intestino influyen en la salud y muy seguramente en el envejecimiento porque las personas centenarias tienen una colonia de bacterias intestinales más parecida a los jóvenes que a los ancianos.

Quizá el cerebro se quede atrás

Con las herramientas adecuadas podemos mantener un cuerpo joven. En unos pocos años todas nuestras capacidades se han desarrollado de una manera sorprendente: no hace tanto que permanecíamos subidos a los árboles para huir de los animales depredadores, y hoy en día debatimos sobre cómo llegar a los 130 años.

¿Puede ser el alzhéimer una falta de adaptación? Quizá nuestro cerebro aún no se ha adaptado a esos cambios y a la posibilidad de vivir joven y sano más tiempo. Y quizá eso tenga que ver con la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. De momento, la única y mejor protección es llevar un estilo de vida sano del que se beneficien igualmente las neuronas, y mantenerlas activas leyendo, haciendo crucigramas, socializando y debatiendo con otros...