Todos los seres vivos nos movemos por unos ciclos que vienen marcados por los movimientos de la tierra alrededor del sol. Estos ciclos es lo que conocemos como ritmo circadiano o reloj biológico. Si no actuamos sincronizados con nuestro reloj biológico, lo forzamos, y eso afecta a nuestro cuerpo de diversas maneras.
Hablamos de un reloj biológico pero la realidad es que tenemos varios relojes. Hay uno central, en el cerebro, y luego diversos órganos tienen el suyo propio que se sincronizan a partir del central. Uno de estos relojes está en la musculatura. Unos científicos españoles han descubierto cómo actúa y cómo podemos ajustarlo para que nuestros músculos duren más y no se atrofien con la edad.
Cómo funciona el reloj de los músculos
La investigación internacional, que ha dirigido la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, ha servido para confirmar que efectivamente el tejido muscular tiene su propio reloj. Lo han hecho a partir de ratones, que tienen el mismo mecanismo de ritmo circadiano que nosotros.
En estos ratones de laboratorio el reloj biológico central estaba atrofiado. Pese a ello, si se les daba de comer y se exponía sus músculos a la luz del sol, volvían a ajustar sus horarios. Eso demuestra que los relojes periféricos, en este caso el del tejido muscular, puede servir para ajustarse.
Este descubrimiento es especialmente interesante para las personas mayores. Como sabes, a medida que envejecemos los relojes biológicos también se degradan y cuesta más que estén ajustado. Nos cuesta más dormir, nos despertamos de noche y nos quedamos dormidos de día.
Estos problemas también surgen con el reloj biológico de los músculos. Las mitocondrias, que son los elementos encargados de producir energía en las células de los músculos funcionan peor. De resultas, la musculatura pierde fuerza. Es lo que se conoce como sarcopenia.
Cuando se experimentó con ratones, si se les desajustaba el reloj biológico muscular, su musculatura se deterioraba muy rápido: lo que sería el equivalente a los 40 años en una persona.
Cómo podemos ajustar este reloj
A medida que nos hacemos mayores es más importante que cuidemos todos los estímulos que pueden ayudarnos a mantener los relojes biológicos ajustados, también los periféricos, como es el de los músculos.
El principal elemento que nos regula el ritmo circadiano es el sol. La luz entra a través de los párpados y llega al nervio óptico, que está muy ligado a la parte del cerebro donde tenemos el reloj central. Sin embargo, los ciegos conservan el ritmo circadiano ajustado. Eso es porque los relojes periféricos funcionan.
Los demás también tenemos esos mecanismos para hacer que estos relojes periféricos se ajusten y refuercen el reloj central. Hay varias formas de ayudar a ese ajuste:
- Exponernos a la luz del sol. Y evitar engañar al cerebro recibiendo luces de onda corta, como las que emiten las pantallas, durante la noche.
- Comer siempre a las mismas horas. Los investigadores confirmaron con los ratones que el descontrol horario en las comidas perjudica a los músculos. “Si comemos de noche, las células interpretan que aún es de día y funcionan peor”, ha explicado Salvador Aznar-Benitah, especialista en cronobiología y codirector del estudio. “Yo como cada día a la una y ceno a las ocho, no más tarde”, añadía en declaraciones a La Vanguardia.
Qué otros relojes tenemos
La investigación que han emprendido estos científicos es mucho más ambiciosa, porque intenta comprobar el funcionamiento de los diferentes relojes periféricos y cómo interactúan. Por ejemplo, también las células de la piel tienen su propio ritmo circadiano y se activan más de día y menos por la noche.
Otros órganos internos tienen también sus propios ritmos biológicos. Están interconectados y coordinados a través del reloj central. Por eso funcionan mejor de día. Por eso, comer a deshoras también les obliga a forzar sus ritmos. No hacemos tan bien la digestión si tenemos al estómago trabajando mientras dormimos.
Además, las células de los músculos segregan una proteínas que afectan a otros órganos. Si cuidamos el reloj de los músculos, seguramente afectará positivamente a esos otros órganos.
Todo ello no hace más que confirmar la necesidad de ser respetuosos con los horarios de las comidas. Intentar cenar cuando aún es de día. Lógicamente, en horario de pleno invierno esto se hace más difícil. Pero si cenamos en invierno y en verano a la misma hora, el cuerpo se adapta mejor a los cambios de luz. Y, en todo caso, lo importante es que cenemos al menos dos horas antes de irnos a dormir.