Andrea Sorinas, nutricionista: "No existe en la faz de la tierra ninguna galleta saludable"

Son las reinas del desayuno, lo mejor para mojar en el café con leche o para la merienda de los niños. Sin embargo, ¿son realmente un alimento saludable? La nutricionista Andrea Sorinas lo tiene claro.

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Eva Carnero

Periodista especializada en bienestar y nutrición

Actualizado a

Mujer comiendo galletas

Las galletas del supermercado no son un alimento saludable, en ningún caso.

iStock by Getty Images

Es uno de los alimentos estrella en los desayunos de millones de hogares de todo el mundo. Y es que es difícil encontrar nada mejor para mojar en el café con leche. Su presencia en el desayuno, en principio, está plenamente justificada, tanto por la costumbre y tradición, como por lo práctico que resulta echar mano de tres o cuatro galletas cuando apenas tienes tiempo para desayunar. O simplemente porque es un alimento dulce que gusta a la mayoría de la gente, tanto a los más pequeños como a los adultos. 

Sin embargo, a pesar del quorum acerca del consumo de galletas en el  desayuno, lo cierto es que desde el punto de vista nutricional, todas esas "medallas" desaparecen una a una. Y es que, puede que sean prácticas, ricas, e incluso, económicas. Pero lo que no son, ni de lejos, es saludables. 

Esta es la opinión que manifiestan expertos como la nutricionista Andrea Sorinas, quien asegura en su libro El libro que la industria alimentaria no quiere que leas (Libros Cúpula, 2014) que "no existe en la faz de la tierra ninguna galleta saludable".

Un jarro de agua fría

Quizá esta afirmación tan rotunda y explícita te haya dejado sorprendido, o quizá no. En cualquier caso, Sorinas amplía y refuerza la idea diciendo que buscar una galleta saludables es "como buscar un bollicao saludable. No existe. Al menos a día de hoy. Ni las integrales (también las hay 'falsas' integrales), ni las 0% azúcares, ni las de avena, ni con quinoa, ni 'devoragrasas'".

Es más, "ni siquiera las míticas galleta María. Esas que son el desayuno estrella de los hospitales", añade. 

Ahora bien, la experta deja una puerta abierta. Si quieres comer galletas del supermercado, puedes hacerlo siempre que sea muy de vez en cuando. En lugar de hacerlo a diario, "destina su consumo a momentos puntuales. Y entonces, come la que más te guste, la más rica, no te compliques la vida buscando la menos mala".

¿Por qué no son saludables?

La composición nutricional de las galletas del supermercado es muy similar entre ellas. La mayoría de ellas están elaboradas a base de harinas refinadas, azúcares, aceites refinados de la calidad, sal, huevo y levaduras. 

Esto ya nos da una idea de las razones por las que comer estos productos ultraprocesados creyendo (o queriendo creer) que son saludables, no es objetivamente posible. Detallamos a continuación los efectos de los tres ingredientes más empleados en la preparación de las galletas industriales:

  • Azúcares. El consumo de azúcares refinados es uno de los principales detonantes de numerosas enfermedades relacionadas con el sistema cardiovascular, así como el motivo más habitual de sobrepeso y obesidad. Además, es importante revisar el etiquetado, ya que hay muchos tipos de azúcar. Puedes encontrarla como glucosa, fructosa, galactosa, sacarosa, lactosa y maltosa, entre otros.
  • Harinas refinadas. Lo más normal es que las galletas estén elaboradas con harina de trigo refinada (no integral). De hecho, en la actualidad cuando unas galletas se han preparado con harina integral suele anunciarse en su caja como reclamo publicitario con la intención de hacer llegar la idea de que es un alimento saludable. 

Las harinas refinadas han sido sometidas a un proceso previo en el que se ha eliminado gran parte de sus nutrientes. Los mismos que sí aprovechas cuando la harina es integral. Además, metabólicamente, las harinas refinadas actúan de manera similar al azúcar, provocando sensación de hambre. 

  • Aceites refinados. La mayoría de las fábricas de galletas emplean aceites vegetales refinados para su preparación. Los más frecuentes son el aceite de girasol, palma, algodón, colza, etc. Aceites que, una vez refinados, pierden la mayoría de sus propiedades nutricionales. Motivo por el cual en algunas ocasiones añaden vitamina E y omega-3 a la composición final del aceite.