Solución al dolor: pacientes renuncian a la eutanasia tras una neurocirugía en el Hospital del Mar

Aunque todavía no es una operación muy utilizada, la realidad es que las investigaciones médicas en relación al control del dolor avanzan poco a poco, proporcionando esperanza a muchos pacientes.

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Eva Carnero

Periodista especializada en bienestar y nutrición

Actualizado a

Médicos cerebro

Se ha desarrollado una técnica basada en la estimulación cerebral profunda para aliviar el dolor.

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Cuando el dolor rebasa el umbral de lo soportable y se prolonga en el tiempo, se convierte en un motivo convincente para numerosos pacientes a la hora de optar por la eutanasia. Son muchas las personas que pasan por ese trance tan crítico y tan difícil de evaluar desde fuera. 

Tres de esas personas que habían puesto en marcha los trámites para someterse a una eutanasia han cambiado de opinión después de someterse a un tratamiento experimental de neurocirugía para aliviar el dolor en el Hospital del Mar de Barcelona.

Los tres pacientes, dos mujeres y un hombre con edades comprendidas entre 50 y 64 años, sufrían dolor neuropático, un tipo de dolor causado por el propio sistema nervioso en ausencia de estímulos externos dolorosos. Ninguno de los tratamientos que habían recibido hasta ahora les había aliviado.

componente afectivo del dolor

Dos de las tres personas se habían sometido a una primera neurocirugía para inhibir el componente sensitivo del dolor, que está regulado por el córtex cerebral y está relacionado con la intensidad del dolor. Aunque esta cirugía es eficaz en un porcentaje elevado de pacientes, a ellos no les funcionó. 

Ante estos resultados, los médicos del Hospital del Mar les propusieron una segunda neurocirugía de estimulación cerebral profunda. Intentarían modular el componente afectivo del dolor, que se refiere a cómo cada persona experimenta el dolor. Este componente afectivo depende de una región más profunda del cerebro, el cíngulo anterior.

A grandes rasgos, la cirugía (todavía sin mucho recorrido) consistiría en implantar dos electrodos en el cíngulo anterior, uno en cada hemisferio del cerebro. El objetivo que perseguían era mitigar el dolor sin efectos secundarios importantes modulando la actividad del cíngulo anterior con estímulos eléctricos.

casos anteriores

Las intervenciones que jalonan el recorrido hasta la actualidad comenzaron en 2022. En octubre de ese año, un hombre de 64 años que sufría dolor neuropático en el sacro como consecuencia de una lesión medular sufrida en un accidente de moto, se sometió a una primera intervención. 

Gracias a esa operación, su vida mejoró y paralizó los trámites para la eutanasia que había iniciado tras varios intentos de suicidio. Sin embargo, murió seis meses más tarde a causa de una neumonía. 

Las otras dos personas que se han sometido a la neurocirugía de estimulación cerebral profunda se encuentran mucho mejor ahora que antes de la intervención y han descartado continuar los trámites para solicitar la eutanasia.

Sus casos corresponden a S.J., de 54 años, que se sometió a la operación tras una intervención anterior para tratar un juanete en el Hospital del Mar en septiembre de 2023. El segundo caso es el de M.L., cuyo dolor está asociado a una situación de estrés postraumático y que le afecta a la cabeza. Tenía 50 años cuando recibió el tratamiento de neurocirugía en noviembre de 2023.

Una intervención de cirugía estética dejó como secuela un dolor neuropático facial a un paciente de 58 años a quien se le ofreció la neurocirugía. En este caso, desestimó la propuesta y recibió la eutanasia.

durante la operación

A grandes rasgos, la operación consiste en colocar unos electrodos de 1,5 mm de diámetro en el cerebro. Estos se conectan por un fino cable a una pequeña batería que se suele colocar bajo la piel de la clavícula.

Los electrodos son para toda la vida, mientras que la batería deberá cambiarse cada tres o cuatro años. Los electrodos están activados de manera permanente; los pacientes no los regulan. Son los médicos los que pueden modificar su actividad si fuera necesario. 

Después de la intervención

Tras la operación se pueden producir crisis epilépticas. Para prevenirlas, los pacientes toman un fármaco antiepiléptico durante un mes.

Además, el tratamiento neuroquirúrgico se complementa con terapia cognitiva conductual en el servicio de psiquiatría del hospital del Mar para abordar el componente cognitivo del dolor.

Estas intervenciones neuroquirúrgicas están infrautilizadas e infrainvestigadas, y pueden ser prácticamente desconocidas en muchos hospitales. En consecuencia, no son opciones de tratamiento altamente recomendadas, advierten Gloria Villalba y el psiquiatra Juan Ramón Castaño, también del Hospital del Mar, en el artículo publicado en Neuromodulation.